El camarón encantado de la danza cubana

¿Cuál es la clásica figura de un bailarín? Alto, esbelto, fornido y seguro de sí mismo.  Pero, qué hacer cuando tu cuerpo no cumple las condiciones requeridas, mas tu alma te pide andar en mallas, realizando pliés, semipliés y arabesques.

Así se pudiera resumir, mal y pronto, lo que sucedía en el corazón del joven Eduardo Blanco cuando por el lejano 1991, mientras estudiaba violín, ve ensayar en su natal Santiago de Cuba, a la Prima Ballerina Assoluta Alicia Alonso.

Pudo más el empeño y el deseo de triunfar de “Eduardito”, quien contra viento y marea logró comenzar los estudios de ballet en la Escuela Provincial de Santiago de Cuba y lo continúa en la Escuela Nacional de Ballet, en La Habana, de donde egresa en el año 2000.

Y desde entonces su talento, que no pudo volar sobre una escena en su cuerpo, fue canalizado hacia la creación coreográfica y la enseñanza de las nuevas generaciones de bailarines de la Escuela Cubana de Ballet (ECB).

Todo su trabajo y su esfuerzo fue perpetuado en el documental El camarón encantado, ópera prima de la realizadora Olivia Cordovéz.

En 25 minutos pasan por la pantalla familiares y profesores de Eduardo Blanco, así como danzantes del Ballet Nacional de Cuba, para dar su visión acerca de la obra del más joven coreógrafo de la danza clásica cubana.

Al decir de la maestra Ramona de Sáa, Premio Nacional de Danza y directora de la ECB; y el Dr. Miguel Cabrera, historiador del BNC, “ lo de Eduardo no tenía nombre, un niño que coreografiaba y que con tan solo 19 años montó un ballet como El camarón encantado, que combina a los niños de los niveles elementales con dos bailarines más experimentados, era algo inaudito en nuestra danza”.

Desde la sensualidad de Acentos, la complicidad de Idilio con marcados giros y horcajadas,  hasta Truenos y relámpagos, espontáneo y pericioso y La leyenda del agua grande con una dramaturgia y complejidad mayores;  la obra de Eduardo Blanco roza los límites entre el clasicismo y el neoclasicismo permitiendo una mayor libertad danzaria para los bailarines, así como un sumo grado de despliegue técnico sobre escena.

Decía bien el maestro Miguel Cabrera: “ de Eduardo se espera mucho más si se sigue cultivando”.

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