El ensayo agoniza como género

Entrevista al crítico de arte y curador Hamlet Fernández Díaz.

Hamlet Fernández Díaz con su libro "La acera del sol. Impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981).Foto: Cortesía del entrevistado

Creció entre los libros de sus padres y la finca del abuelo, en Cabaiguán, donde le fascinaba montar a caballo. En el preuniversitario comenzó a leer en serio; allí se inscribió con un amigo en un programa de investigación. Aunque “el incentivo verdadero era tener autorización para salir de la escuela”, se plantaron en la biblioteca provincial de Sancti Spíritus y como resultado obtuvieron el primer lugar en un evento científico del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE). “Esa fue mi primera rudimentaria investigación”, recuerda Hamlet Fernández Díaz, crítico de arte y curador que en 2019 obtuvo el Premio de Ensayo “Alejo Carpentier” con el libro La acera del sol. Impactos de la política cultural socialista en el arte cubano (1961-1981).

Cubierta y contracubierta del libro.

¿Cuál fue la génesis del libro?

No lo hubiera escrito si Desiderio Navarro no me hubiera pedido un ensayo sobre el quinquenio gris en las Artes Visuales. Me encontraba en el proceso de defensa de mi tesis de doctorado. Se lo hice saber, pero él insistió. El ensayo, que debió haber sido de unas cuarenta o cincuenta páginas, se convirtió en un libro de más de doscientas. Desiderio pudo leer más o menos la mitad. Cuando terminé de escribir y estuve listo para enviarle el manuscrito, justo en esos días, sobrevino su muerte.

El volumen cubre el periodo 1961-1981, el cual incluye el quinquenio gris. ¿No corrías el riesgo de que el texto se inclinara hacia esa etapa?

Me di cuenta de que no podía limitar el análisis al periodo de 1971-1976, flanqueado en ambos extremos por el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura y por la creación del Ministerio de Cultura, respectivamente. Varios autores, empezando por Desiderio, ya habían cuestionado esa periodización, por ser más que gris y más que un quinquenio.

El pensamiento que se hace dominante en la política cultural en términos de institucionalización oficial a partir de 1971, ni siquiera tiene su origen en la propia Revolución, sino que viene de mucho más atrás, del seno del Partido Socialista Popular. A partir de 1976 ese pensamiento y sus políticas no desaparecen. Necesitaba mirar hacia atrás y hacia adelante, para que ese momento crítico que se enmarca entre 1971 y 1976 pudiera ser comprendido como parte de un proceso mucho más englobante y complejo: la lucha al interior del proceso revolucionario entre varias perspectivas intelectuales y políticas, para imponer un canon desde el cual trazar la política cultural.

¿Qué ocurrió con la plástica en ese intervalo?

En el caso de la plástica, existía el lugar común de que como los artistas que adquieren protagonismo en los años 70 son los de la primera generación formada por el sistema de enseñanza artística creado por la Revolución —que en su mayoría hicieron en ese momento un arte bastante tradicional, figurativo, complaciente con los temas sociales, comprometidos con el proceso—, entonces el efecto del quinquenio gris en las artes visuales nunca se percibió tan dramático como en el caso del teatro, la narrativa, la poesía, las ciencias sociales, etc. Da la impresión de haber sido la manifestación más alineada con la política oficial. 

¿Pero tuvo menos conflictos que el resto de las manifestaciones?

El problema consiste en que las víctimas, en la plástica, habían quedado atrás en los años 60. El primer género artístico fuertemente cuestionado desde el inicio de la Revolución fue la abstracción. La primera discusión estética permeada por lo político-ideológico que acontece en la Revolución, pero que venía de atrás, tuvo como objeto una manifestación visual: el arte abstracto.

En la medida en que avanzaron los 60, los artistas más significativos, los que desarrollaron el lenguaje más singular y revolucionario en términos estéticos, fueron incomprendidos, marginados y excluidos. Cuando se aprueba la nefasta Declaración del Congreso de Educación y Cultura, ya esos artistas estaban fuera de circulación. En los casos más dramáticos habían dejado de crear; abandonaron su oficio más visceral, sobre todo porque tuvieron la grandeza moral de sacrificar su talento y su obra en pos del ideal, de la utopía revolucionaria, y se hicieron a un lado ante la incomprensión y la hostilidad de aquellos que ostentaron poder para vetar. 

¿Por qué llega el libro hasta 1981?

Para que la historia estuviera completa, había que comenzar desde el origen mismo de las polémicas, para así hacer emerger las contradicciones, las relaciones de poder que subyacen en los procesos culturales, los aspectos progresistas y los retardatarios, que se expresan en un experimento social tan singular como el cubano. Por supuesto, para la plástica los conflictos no desaparecieron a partir de 1981, pero sí se comienza a configurar un contexto diferente, de otra complejidad, que ha sido hasta el momento bastante bien estudiado por la crítica y la historiografía.

Hamlet Fernández Díaz. Cortesía del entrevistado.

¿En Cuba hay suficientes ensayistas jóvenes dedicados a las Artes Visuales?

Hay suficientes jóvenes muy bien formados para dedicarse al ensayo, pero existen problemas que no favorecen que se desarrollen. El primero es el medio editorial. Resulta difícil publicar un ensayo con una extensión que exceda los estándares de las revistas culturales del país. Por ejemplo, Artecubano y Cine Cubano tienen una sección de ensayo, sin embargo, un texto de apenas 20 cuartillas no es publicable en ellas porque excede sus normas; uno termina escribiendo textos más breves, con menos fondo investigativo, con menos referencial teórico, menos densos.

Otro problema son las revistas comerciales y los magazines online. Ese panorama editorial demanda una oferta de textos light, que son más publicidad que crítica de arte. Los jóvenes que se inician en la crítica entran en la dinámica de esas publicaciones, que son más inmediatas, que remuneran mejor. De esa manera, muy pocos llegan al ensayo.

Por otra parte, tenemos pocas revistas académicas y su fuerte es el artículo, que exige rigor investigativo y teórico; manejar bibliografía abundante y actualizada; profundidad en el análisis… Por ello, es mucho más rígido que el ensayo, no deja mucho espacio para la creatividad, la experimentación, el uso estético del lenguaje, la especulación arriesgada. Creo que se trata de un fenómeno global: el ensayo agoniza. Las revistas académicas le han dado el golpe de gracia al ensayo como género.

¿Al estar más tiempo en casa por la pandemia te has dedicado a escribir ampliamente?

Cuando comenzó la pandemia y el encierro en casa parecía inminente e inevitable, me dije, estas son las vacaciones que necesito para dedicar tiempo solo a lo que quiero y tengo deseos de hacer. En mi caso particular se trataba literalmente de vacaciones, porque regresé a Cuba a finales de 2019 después de haber vivido dos años en Brasil haciendo un posdoctorado. Iba a comenzar a dar clases de nuevo en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, pero no llegué a pisar un aula, primero por el tema de la pandemia y después por trabas burocráticas que fueron apareciendo.

Entonces me concentré en lo que era mi prioridad, terminar el libro de mi investigación de doctorado, un proyecto que había dejado reposar por 3 años. Buena parte del primer año de cuarentena lo dediqué a “pulir” ese libro, un ensayo teórico sobre las complejidades de la recepción del arte, específicamente de las prácticas artísticas posmodernas. Su título es Estética Violada. El resultado de más de 10 años de investigación, porque estoy trabajando el tema de la recepción del arte desde tercer año de la carrera de Historia del Arte. Ahora le estoy buscando editorial, ya veremos.

Cuando me sentí satisfecho con el resultado de su reescritura y lo di por terminado, entonces continué con mis vacaciones, leyendo mucho por placer y escribiendo solo aquello que me inspiraba: crítica de arte en tiempo real y algunos ensayos breves sobre el panorama cultural y político cubano, que se ha ido poniendo cada vez más candente. Todo eso lo fui publicando en su momento.

Ahora mismo tengo para los lectores, además de La acera del sol… (Editorial Hypermedia, 2021), dos libros más en circulación, cuyas fases finales de edición y revisión formaron parte también de mis vacaciones pandémicas: Ensayos sobre Arte y Educación. Perspectivas posmodernas (Eliva Press, 2021), una compilación de 10 ensayos académicos sobre el tema; y acaba de ser impreso en Brasil el libro resultado de mi investigación posdoctoral: Educación estética o la poesía de cada instante. Estudio crítico sobre concepciones de enseñanza de Artes Visuales en Brasil (Appris Editora, 2021).

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