El gran Manuel Saumell

Incontables son los nombres que ha aportado Cuba a la cultura universal. Si de música se trata existe una persona de indiscutible valía creadora e interpretativa que no puede dejar de mencionarse: Manuel Saumell Robredo.

Saumell es uno de esos contados genios que entendieron la música de manera autodidacta… no hizo falta escuelas ni maestros esquemáticos con dogmas preestablecidas al estilo europeo. Tras su inicio fortuito el joven músico recibió años más tarde instrucciones al piano del reputado músico alsaciano Juan Federico Edelman, y ya adulto Maurice Pyke, director de la ópera italiana, le enseñó conocimientos de armonía, contrapunto, instrumentación y fuga.

A la corta edad de 22 años se propuso escribir una ópera con un  tema cubano, que se desarrollaría en La Habana de fines del siglo XVI y mostraría los escenarios y el trasfondo capitalino de la época, renaciendo así elementos de cubanía que habían estado perdidos o callados dentro de la creación musical cubana.

Es considerado el precursor de lo que se conoce como nacionalismos musicales, o la forma de llevar a los géneros musicales, sean ya establecidos o creados recientemente, los elementos identitarios de nuestra cubanía… lo que nos hace únicos e irrepetibles dentro del Mundo. Asimismo Saumell es considerado como padre de la contradanza y otras manifestaciones musicales como la habanera, el danzón, la guajira, la clave, la criolla y otras tantas variantes de la denominada canción cubana.

No es difícil reconocer a Manuel Saumell dentro del abanico musical cubano… creaciones como la obra violín y piano titulada “Idilio”, además de las contradanzas “Los ojos de Pepa”, “La niña bonita”, “Recuerdos tristes”, “La nené”, “Los chismes de Guanabacoa” y “La amistad”, lo sitúan como uno de los más prolíferos creadores en la Isla.

El maestro fue también presidente de la sección de música de la habanera Filarmónica Santa Cecilia y fundador del Liceo Artístico Literario al lado del pianista español José Miró.

La labor, música y vida de Manuel Saumell Robredo no ha muerto hoy día. Su obra late con fuerza en el Conservatorio de Música de La Habana que lleva su nombre, donde cientos de niños y jovenzuelos dan sus primeros pasos en el mundo de la música bajo su guía invisible pero imperecedera.
 

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