El Sans Souci y los artistas

A mediados de los años 50 el cabaret Tropicana era grande, pero el Sans Souci estaba en pleno proceso de despegue, compitiendo con el de Marianao en fastuosidad y cosmopolitismo. Atravesaba por un proceso de cambios y remodelaciones comenzadas en 1955 y concluidas poco después a un costo aproximado de un millón de dólares.

La gerencia de Norman “Roughneck” Rothman, un mafioso casado con la vedette cubana Olga Chaviano –la primera figura del cabaret entre 1953 y 1955–, había cedido paso a la de William G. Buschoff, más conocido por Lefty Clark, de Miami Beach, un hombre de Santo Trafficante a quien un informe del Departamento del Tesoro redactado en La Habana consideraba sospechoso de tráfico de estupefacientes, igual que a su jefe.

Santo Trafficante en el bar del San Souci.
Santo Trafficante en el bar del San Souci.

Las remodelaciones / inversiones ocurrían por una razón: uno de los principales problemas del casino del Sans Souci (Carretera Arroyo Arenas) se relacionaba con prácticas desleales en el juego, motivo de quejas y denuncias tanto en la embajada norteamericana como en la prensa de ese país y la Comisión Cubana de Turismo, presidida por Marcial Facio. En particular, las estafas asociadas al razzle-dazle, juego de dados en el que el cliente siempre salía perdiendo –y de muy mala manera–, habían entrado en crisis. Este juego, incorporado por el casino del Sans Souci en 1952, se había extendido a otras salas habaneras por el dinero absoluto que dejaba al banco.

El problema se complicó porque una de sus víctimas, el abogado Dana Smith, de Pasadena, California, una vez caído en la trampa extendió un cheque por 4,000 dólares al Sans Souci para cubrir su deuda, pero lo canceló a su regreso a Estados Unidos, lo cual Rothman impugnó en los tribunales. La fatalidad a veces asoma su oreja peluda: el punto es que Smith tenía conexiones políticas con el vicepresidente Richard Nixon (1953-1961) desde la época en que este era senador republicano por el estado de California.

De acuerdo con diversas fuentes, Facio había hecho venir de Estados Unidos a Fred Freed, un experto en juegos, para liquidar el problema, pero la movida no tuvo éxito: el hombre tuvo que esconderse debido a la presión de los intereses creados; finalmente pudo salir del país y el funcionario –un barón del azúcar ya jubilado, socio de Batista y “jefe” de Meyer Lansky en esa institución– tuvo que renunciar a su cargo.

El gobierno no pudo sino reaccionar ante el hecho por una combinación de factores que incluía las presiones estadounidenses y los planes de continuar expandiendo las inversiones hoteleras y el turismo, una preciada fuente de ingresos y de mordidas para aquella élite corrupta. Según la revista Vanity Fair, la queja de Smith a Nixon dio lugar a una cadena de llamadas telefónicas al Departamento de Estado, a la Embajada en Cuba y a la Comisión Cubana de Turismo. Cuando llegó a oídos de Batista, este actuó rápidamente. Una breve nota aparecida en el New York Times el 31 de marzo de 1953, anunció la expulsión de trece norteamericanos que eran empleados de los nightclubs Sans Souci y Tropicana.

Al final, Batista terminó enviando el ejército a los casinos, lo cual subrayan tanto un reportaje del Times como un artículo sobre el Sans Souci de Jay Mallin, un periodista especializado en Cuba que empezó su pasión escribiendo sobre La Habana nocturna y la vida loca para revistas como Cabaret.

Para limpiar esa imagen y subrayar su clase internacional, la nueva estrategia del cabaret tenía dos pistas: la primera consistía en llevar a Cuba a cantantes, actores, actrices, bailarinas y modelos estadounidenses, así como a figuras europeas de renombre. Una interesantísima lista en la que aparecen Denise Darcel y Edith Piaff –ambas contratadas para el show inaugural–,  Cab Calloway –quien en 1949 ya había tocado en un dominio de Meyer Lansky, el Montmartre–, Ilona Massey, Dorothy Dandridge, Tony Bennett, Marlene Dietrich, Sara Vaughan, June Christy, Johnny Matis, Dorothy Lamour, Maurice Chevalier, Billy Daniels, Nat King Cole, Eartha Kitt, Tony Martin, Ginny Simms, Connee Boswell, y Vicente Escudero, entre otros, además de contratar a músicos cubanos en el Nevada  Cocktail Room como César Portillo de la Luz y Frank Domínguez. “Por primera vez” –comentaba la revista Cabaret en 1957–“una sucesión de estrellas bien conocidas han sido traídas a Cuba por un solo night club. Desde que abrió el Sans Souci […]  ha tenido más atracciones que todos los night clubs de La Habana durante los últimos cinco años”.

La segunda, la fastuosidad de sus espectáculos y producciones. De acuerdo con la publicación mencionada, la mayor parte de esa inversión millonaria se había destinado al negocio del entertainment. A “Sun Sun Babaé” (1951-1952), el espectáculo de Roderico “Rodney” Neyra concebido a partir de raíces afrocubanas y con las actuaciones estelares de Merceditas Valdés y Celia Cruz, le siguió una producción más fabulosa en la misma onda: “Bamba Iroko Bamba”, de Alberto Alonso, quien remplazó a Rodney cuando este fue contratado por Tropicana. El espectáculo involucraba alrededor de cien participantes a un costo estimado de unos $25 000 semanales. Era “el más grande y costoso show jamás puesto en Cuba”, según declaraciones del director Alberto Alonso, un alumno de Nicolás Yavorsky, ex bailarín del Ballet Theatre de la ciudad de Nueva York y, en definitiva, uno de los fundadores del ballet cubano.

Producciones de ese tipo, tanto en el Sans Souci como en Tropicana, constituyeron un momento de esplendor de esos espectáculos, que dieron empleo a coreógrafos, bailarinas, bailarines y músicos cubanos, y contribuyeron en no escasa medida a su prestigio internacional. Y con unas modelos de leyenda, verdaderas “diosas de carne” –como en el título de un famoso show de Tropicana–, a reserva que el ébano quedara excluido de la ecuación: solo mujeres blancas o café con leche, tipo Mulatas de Fuego.

Pero ni el Sans Souci ni Tropicana pueden reducirse solo a casinos y mafia norteamericana. Fue un momento en el que la cultura cubana se vistió de largo con esos shows, absolutamente competitivos en el plano internacional.

Salir de la versión móvil