El Uno

Seguramente Yosani Monzón se lo imaginó alguna vez. “¡Naa!” Mejor suicidar las ilusiones antes de que otro las mate. Sin embargo las ilusiones pueden renacer y volverse una realidad portentosa. Y sí, B-boy Balto, como todos lo conocen, es el campeón de la primera competencia Red Bull BC One realizada en Cuba. Él es El Uno.

Las palabras que no encuentra para decir cómo se siente, el aliento que le falta, una gota sudorosa que cae de la punta de la nariz. En nueve años de su vida dedicados al breakdance, es la única vez que ha ganado como solista. Así bailará en la lid regional latinoamericana a celebrarse en Colombia. “Representando a mí país, represento a todos los b-boys cubanos”.

Dos horas atrás la carpa Trompoloco ya estaba hinchada de gente, seguidores bullangueros y alegres, como en un estadio. “Para nosotros esto es como para los futbolistas lograr una copa del mundo, es un sueño realizado”. Marlon Valdés, es decir, B-boy Alien One, es el más viejo de todos los breakers esta noche, y confiesa que se siente un poco nervioso.

“Siempre hay rivalidad, porque es un baile competitivo, pero aquí todo el mundo está chévere, entrenando para hacer un buen show”. En backstage, donde otros cocinan tantos chismes e intrigas, estos muchachos se estiran, calientan los músculos y se dan consejos.

“Nos conocemos de otros eventos, todos somos b-boys, nos llevamos bien. La amistad es una cosa y la batalla es otra: uno tiene que ganar y otro tiene que perder, pero afuera es distinto”. Es evidente por qué Liony Padrón se hace llamar Súper Peque. Vino desde Ciego de Ávila, y aún no sabe que va a llegar a la final.

competencia de baile

Ya casi empieza, todas las manos derechas se unen al centro: un, dos tres ¡¡B-boy!! Cypher es la modalidad de baile individual, pero a mí que no me digan que esto no es un equipo. Quien lo dude, espere al final, para ver cómo los quince que no ganaron saltan, se abrazan y gritan celebrando el triunfo.

Ahora la suerte decide los primeros duelos, y los jueces dictaminan desde un sofá negro. Ahí está Leandro Nicado, con la nostalgia en un bolsillo, porque dice que si todavía tuviera edad y nivel, le gustaría estar bailando. A su lado el aclamado Lil G se fija en la originalidad y la limpieza. “Evalúo su musicalidad, que disfruten, que no sean como máquinas, y traten de trasmitir a las personas lo que están haciendo”.

El venezolano no duda cuando muchos se frotan las manos pensando en la competencia del año próximo. “Lo he pasado muy bien, conocí un poco de Cuba, he compartido bastante, y eso es lo mejor, creo yo. Si me dan la oportunidad de venir de nuevo, vendré dos, tres, diez veces, las que sean”.

Ellos sonríen, se divierten, aunque dentro de un rato estarán comiéndose las uñas, con cara de “ay, mi madre”. Este público sabe y se manifiesta, los abuchea cuando no están de acuerdo con su decisión.

Todo el color de la sangre subido al rostro, abdómenes cuadriculados, las batallas siguen. Palmada en el piso si te equivocas, chocar los antebrazos si estás copiando. Como púgiles en un ring sin esquinas, sujetan su autoestima burlándose del otro, exagerando gestos de “no te oigo” o “¿eso es todo lo que tienes?”, o con el simple desparpajo de la lengua afuera.

La pista no alcanza para tantos movimientos que desafían el equilibrio mismo del planeta. Pero siempre les queda el aire. La mayoría son flacos y bajitos, porque las libras estorban cuando se quiere volar “¡Qué potencia, asere!”, aclama el maestro de ceremonia.

Hay un empate, y un redoble de tambores, y uno no sabe si está emocionado o es que el bombo le hace resonancia en el pecho.

Brake Omar tendrá si acaso diez años, y Mike Junior, como su nombre lo indica, es un Michael Jackson en miniatura. Se trata de dos ganadores en festival infantil Primeros Pasos, organizado hace un año por la Agencia Cubana de Rap, que también ahora aporta su puño arriba.

Antes del último reto suben a escena los raperos con su flow quiebracuellos. Etián, Anderson y Bárbaro “El Urbano” Vargas, saben que los b-boys siempre apoyan a los MCs en sus presentaciones, y ahora les retribuyen “haciendo esto, cantando en un evento que es para ellos.”

Al final sabemos lo que pasó: Balto es El One. Un beso en la boca de la novia, mamá que no se contiene y exclama: “¡mi niño!” Otra ronda más sobre el hule ya roto y empapado en sudor. Comparten sus entradas, invitan a los demás, incluso aquellos que no pudieron participar, incluso al gordo “retirado” que todavía se acuerda. Sin tanto protocolo, porque todos empezaron en la calle. Hubo quien lo hizo mejor entonces que cuando le tocó su turno, quizá porque entonces no se trataba de competir, solo de bailar.

Fotos: Yailín Alfaro

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