Hugo Luis Sánchez, un raro de la literatura cubana

Foto: Pedrito Guzmán

Foto: Pedrito Guzmán

 

No le teme al fracaso literario, quizás porque vive del periodismo y no de la narrativa y también, como de paso, debido a que confía en su talento.

Por eso su próxima aventura creativa es un riesgo: extraer de El puente de coral, la novela que lo consagró como escritor, uno de los temas que le da vida: el amor entre dos mujeres, y emprender el camino de su próxima obra.

Acaso lo que le ocurre es que no logra desconectarse de El puente de coral, una novela mimada porque es única entre las de su época en Cuba: un monumento a la imaginación, escasa en la literatura cubana contemporánea.

Un año después de que ganara el Premio de la Crítica, en 2008, la escritora Marilyn Bobes escribió sin celos: “Tras varios libros de cuentos y una novela breve de excelente factura, el escritor Hugo Luis Sánchez nos sorprende ahora con una obra que alcanza casi las cuatrocientas páginas y que, puede afirmarse sin vacilación, no encuentra referente alguno en el panorama de la, muchas veces, recurrente narrativa cubana”.

Leonardo Padura, por su parte, la considera una novela sobre la derrota, “pero también de los abismos de los que cada ser humano emerge a pesar de los desastres que le ha tocado protagonizar”. La define como una novela de madurez, de iniciación y destino, y con una estructura coral debido al balance entre los personajes, para que no sobresalgan demasiado unos de otros. Es, dijo, “una lección literaria”.

Abilio Estévez le comentó al autor en una comunicación personal: “cuando te dije que en Cuba nadie escribe una novela como El puente de coral, no me refería únicamente al tema, o a los temas, a que no hubiera la habitual chabacanería, la más burda cotidianidad, con su sarta de pingueros, jineteras, su lenguaje soez, sus guaguas llenas, sus habituales juegos de pelota, etc. Creo que, como decía Cortázar, no hay temas buenos o malos en la literatura, sino bien o mal escritos. (…) Y si no hay libros entre nosotros con esa categoría, capaces de convertir eso en materia literaria, no es por lo burdo de la materia, sino por lo burdo e incapaz de quien escribe (…)  Como comprenderás, y ya te lo he hecho saber, la novela me ha fascinado…”

–Con todo ese respaldo a tu gran novela, escribirás ahora Luna Bonsái que, me dices, se sumerge en el complejo universo íntimo de dos mujeres que se aman, un asunto que te permitirá regresar a un terreno de donde saliste dueño absoluto. Con tantos temas en el aire, ¿por qué regresas a aquella historia de amor entre Manón y Ana Ana?

–Me sentí bien haciendo esa historia. La escribí para mí, era lo que quería hacer. La verdad es que El puente de coral fue una gran satisfacción, me permitió crear un mundo virtual en el que me sumergí durante diez años. El esquema del libro, que por entonces suponía iba a ser una novela corta, lo concebí siendo corresponsal de Prensa Latina en Panamá y los personajes se llamaban, por entonces, solo A, B y C. Conservo esa página. Lo que es verdaderamente escribir, superar las cuartillas en blanco, lo hice a mi regreso a La Habana, a inicios del Período Especial. Informé a la dirección de la agencia que no trabajaría más para ellos, no nos soportábamos, y me fui de taxista con mi Fiat Polaco de aquellos días: les pasé un mensaje a mis amigos en el extranjero avisándoles de mi nuevo empleo y ellos entonces comenzaron a enviarme clientes. A lo mejor esta fue la primera empresa de taxis por e-mail que se abrió en Cuba y, de ser así, tengo el copyright. Estos primeros clientes les pasaban el dato a otros. Incluía, sin costo adicional o una especie de dos en uno, el oficio de guía de turismo. Y así estuve mientras escribía la novela, con una libretica en el bolsillo y un lápiz de punta fina anotando lo que se me iba ocurriendo en la espera de mis pasajeros. Luego llegaba a casa y transcribía. Y como era un mundo virtual, allá adentro yo hacía lo que deseaba, son los raticos en que uno se siente Dios. Los personajes hacían lo que querían, tomábamos y comíamos lo que queríamos.

–¿Un Roco´s Special? Recuerdo que Roco era el nombre del barman que los preparaba en la Casa de Marina, un burdel en torno al que gira la trama.

–Eso, un Roco´s Special, algo así como un sándwich Lorenzo y Pepito, muñequito de antes de que tú nacieras. En aquel entonces no se podía o por lo menos yo no podía darme esos gustos, nada más que en el la pantalla de mi ordenador; hoy casi tampoco. Con Luna bonsái, me espera una empresa difícil, mucho más difícil que hacer una novela con historia nueva, porque se trata de ir sacando del texto original algunas partes, ordenándolas, ver después si tienen sentido, añadir lo que haga falta para hacerla comprensible y por si se me ocurre algo más, pues también. Tengo deseos de enfrentarme al reto de convertir en novela la historia de mis dos mujeres de El puente de coral.

Foto: Pedrito Guzmán
Foto: Pedrito Guzmán

–La crítica coincide en que tus novelas no tienen referente en la actual narrativa cubana

–Se trata, por una parte, de los temas. Doble jueves, mi primera novela, es solo de amor, no entra en otras honduras, ocurre en cualquier momento. El puente de coral es por igual una historia de amor, además de amistad, que se entremezclan con espionaje, contrabando y ocurre a mediados del siglo pasado en Cuba, no sale de esa época, no viene al presente.

–¿Hasta ahora qué has estado haciendo?

–Acabo de terminar un libro de cuentos, Nadie en la multitud. Recoge relatos que venía escribiendo hace tiempo y los tenía por ahí. Organicé todo y es así como armé mi tercer volumen de cuentos, muy distinto en todo a los anteriores que son, en ese orden, El Valle de los Archipiélagos, de 1993, y Según la noche, que apareció en el 2006, en cada caso a cargo de Letras Cubanas.

Hugo Luis ha visto aparecer en la recién finalizada Feria del Libro de La Habana Doble jueves, de Ediciones Unión, 2005, que reedita la misma casa en el 2016 y batalla por una tercera edición para su segunda novela, El puente de coral.

“Me imagino que mis libros desaparecen porque tienen portadas bonitas, se ven bien debajo del brazo y adornan los libreros de casa”, confiesa con sarcasmo, uno de los rasgos que distinguen su personalidad y con el cual un periodista disfruta la conversación.

“Estoy terminando algunos compromisos editoriales que he adquirido casi sin darme cuenta, entre ellos El libro del mambí, de Juan Padrón, que será una obra de culto. Padrón nos enseña cómo se preparó para hacer sus cortos y películas de animados; muestra el rigor y la disciplina que hay detrás de esas obras y eso requirió una investigación que para cualquiera es un estímulo muy grande.”

–¿Cómo te organizas el tiempo para escribir?

–No me queda más remedio que escribir. Si no lo hago, reviento. Algo escribo todos los días y prefiero las mañanas, pero el teclado me seduce con facilidad: soy débil a las tentaciones. Y reviso y reviso mucho, en El puente de coral fueron dos años. Y pienso en los personajes largo rato antes de comenzar a escribir. Ninguno cobra vida hasta tanto no doy con el nombre y me cuesta mucho trabajo ponerle nombre. Una vez que lo logro, el personaje adquiere cuerpo y voy perfilándolo.

–¿Tú escritor favorito?

–Leopoldo Romañach, que no hizo propiamente literatura, hasta donde sé. Detrás de cada una de sus marinas hay una historia tremenda, y en ellas encuentro un potente flujo narrativo. Y lo veo todo en esas marinas. Son una fuente de inspiración muy grande para mí y un lugar de escape: cuando no me siento bien, huyo a sus paisajes, que tengo de refrescador de pantalla. Recomiendo que se haga, lo de fugarse quiero decir. Y me siento muy cerca también de Scott Fitzgerald, sobre todo por la forma en que trata a sus personajes. Han dicho de él que es frívolo, seguro que yo también.

–De tus colegas cubanos actuales, ¿te identificas con alguno?

–He podido leer en detalles la obra de Senel Paz. Más allá del entusiasmo del momento en que fueron publicados, volví sobre sus libros (El lobo, el bosque y el hombre nuevo, Un rey en el jardín…). En Un rey en el jardín hay un capítulo con un ejercicio narrativo que es una maravilla. Y con Abilio Estévez me pasa que si abro una de sus novelas tengo que tener la computadora encendida o algo a mano donde tomar nota porque me sugiere chorros de ideas, en torrente.”

–Para ser escritor, además de cultura, ¿qué hay que tener? ¿Cómo escribir un cuento o una novela?

–Acabo de ser jurado del premio de novela del concurso de Casa de las Américas. Leí muchos libros, generalmente voluminosos y a veces me pregunté sobre cuántas horas emplearon algunos de aquellos autores escribiendo aquellas novelas enjundiosas sin darse cuenta de que no son escritores, por lo menos no para mí, aunque debo estar equivocado y ojalá los autores no desistan. Faltaba oficio, imaginación y ese instinto mágico de cautivar al lector. Ellos debieron sentir placer. Eso sí es lo más importante, luego viene la fe, la disciplina, la dedicación, el respeto a los lectores y a las tradiciones y los narradores que nos precedieron. Eduardo Galeano me respondió en una entrevista que él también había sido jurado y se había equivocado. Mi pregunta era sobre Las venas abiertas de América Latina, que fue mención Casa y no premio. Esas palabras las tengo presentes cada vez que soy jurado: se me grabaron en la frente.

–Vayamos al periodismo, tu oficio de siempre. ¿Lo disfrutaste?

–Lo disfruté y lo disfruto. Tengo por ahí un libro con un resumen de los trabajos periodísticos que logré recuperar. Se llama Crónica del crepúsculo, en referencia a Crónica del alba, de Ramón J. Sender. Perdí otros textos, entrevistas sobre todo a Galeano, a la que ya hice referencia; Giocanda Belli, Sergio Ramírez… que preparé en Nicaragua a finales de los años 80, cuando era corresponsal de guerra. Fueron los días en que conocí a Víctor Rodríguez Núñez y a quien quiero muchísimo. A su persistencia se debe el título El puente de coral, que yo primero me empecinaba en llamar Los óvalos del dragón y luego Las cosas del alma y Víctor que no y que no y que no, hasta que lo cambié. No sé cómo se las arregla para tener la razón y convencerme.

–¿Te ha ayudado el periodismo en la producción literaria?

–Me enseñó a investigar y a tener disciplina a la hora de buscar y escribir. Y respeto por el lector. Una buena nota informativa es un buen cuento. Me enseñó a ir a la esencia. Mis textos se basan en imágenes. Hay quienes dicen que yo escribo como si estuviera viendo una película.

–Sé que consultaste mucho la revista Bohemia de antes de 1959 durante la investigación para El puente de coral. ¿Qué impresión te causó la revista?

–Hay que hacerle un monumento. Ediciones Cubarte, del Ministerio de Cultura, hizo una multimedia con la revista Avances y espero que la hagan con Bohemia. Es grandiosa. Cada semana encuentras una visión de la sociedad cubana. Todo muy bien escrito. Miguel Ángel Quevedo, su director, tiene mucho que ver con eso. Ignoro si en la Facultad de Comunicación ya estudian la revista Bohemia. En mi época no. Mi investigación en la hemeroteca del Instituto de Literatura y Lingüística comenzó revisando Bohemias de 1928 y concluyó en los cincuentitantos. Me levantaba a regañadientes, quería seguir y seguir.

–¿Qué te parece el periodismo actual en Cuba?

–El gran problema del periodismo cubano es su carácter oficial. Ofrece solo un punto de vista, sesgado, sobre la realidad y, cuando menos, aburrido. Impone un pensamiento carente de objetividad sobre lo que va sucediendo en el mundo y, lo que es peor, en la Isla. En cuanto a nuestra realidad, te pongo un ejemplo relacionado con el espíritu de Luna Bonsái: la violencia contra la mujer. Es un asunto bastante tratado en nuestros medios, pero del que no se ofrece ni una sola estadística. Te dicen que se ha incrementado esa violencia, pero no mencionan por qué ni desde cuándo y mucho menos el cuánto. Y te preguntas si ese o esa periodista es tonto o tonta. Y no lo es. Es que no le permiten manejar esos datos. La violencia contra la mujer en Cuba es inferior a la de otros países. Debe ser cierto, ¿pero cuán menor es? Y se trata de estadísticas que no le pertenecen a nadie, son de nosotros, los habitantes de este país, y si alguien tiene derecho a conocerlas somos nosotros. Se te puede ocurrir que está pasando algo cuando ponen un spot en televisión. ¿Pero cuál es la magnitud de lo que está pasando? El gobierno se siente dueño de las estadísticas y las oculta. Eso es peligroso. El nuevo spot que hay en la televisión trata del alcoholismo en los jóvenes y por ahí sospecho que la situación debe ser delicada.

Foto: Pedrito Guzmán
Foto: Pedrito Guzmán

–¿Qué te parece el acercamiento de Estados Unidos y Cuba?

–Es inevitable y también que de ahí se derive una profundidad en las relaciones porque somos países vecinos y no ajenos. Solo que nosotros tenemos cierta tendencia al esnobismo. Yo acabo de regresar de Francia, y en el aeropuerto, cuando pregunto por mi maleta, que no aparecía, me dice alguien de la aduana: Tiene que ir a Lost and Found. Es decir, ya no es “Equipajes perdidos”. Hace poco más de un año del anuncio del restablecimiento de las relaciones y ya yo tengo que ir a buscar mi maleta a Lost and Found. Llégate a los Almacenes San José. Hasta hace muy poco te decían ¡Hola!, ahora es Hi! Una avalancha de porquería va a venir y la vamos a consumir porque con la McDonald llegará la cultura chatarra y verás a mucha gente inmersa en eso, disfrutando… pero no queda más remedio, es lo que tenemos que pagar y, ya vez, al cash.

–Eres un escritor de éxito, aunque sin estruendos. ¿Has sabido manejar eso? ¿Cómo transitan en Cuba el éxito y la derrota?

–En Cuba es más peligroso el éxito que el fracaso. Puedes estar fracasando toda la vida, que siempre habrá alguien que te pase el brazo por encima con frases como esta: “El compañero se esforzó, hizo el máximo, para la próxima lo logra…” Pero si tienes éxito, ¡lo que te cae encima es un 20 de Mayo! La envidia es lo peor que heredamos de los españoles. Y lo mejor, el idioma.

–Tú has viajado mucho y vivido durante años fuera de la isla, pero siempre retornas a Cuba.

–El que tiene que irse de Cuba no soy yo.

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