A la captura de un bestseller cubano

Adrián Henríquez, escritor cubano radicado en Nashville. Foto: @AdrianAragorn / Twitter.

Adrián Henríquez, escritor cubano radicado en Nashville. Foto: @AdrianAragorn / Twitter.

Un pescador, una sobrina española y el descubrimiento de un submarino escondido desde la Segunda Guerra Mundial, son ingredientes de A la captura del Shadowboy.

La novela escrita en 2015 por Adrián Henríquez, villaclareño residente en la ciudad estadounidense de Nashville, ha logrado posicionarse en las listas de bestsellers de la plataforma Amazon.com y entre los libros más descargados en formato digital en Latinoamérica, junto a obras de autores tan célebres como Isabel Allende y Ken Follett.

Con el viejo Manuel Mendoza como protagonista –un personaje a lo Hemingway–, la trama concebida por Henríquez sortea géneros como el suspense, la aventura y el technotriller.

“Mi novela cuenta una historia de comandos y mucha acción”, dice a OnCuba el autor, quien trabajó como teatrista tras su graduación de la Escuela de Instructores de Arte de Santa Clara.

“Está cargada de tecnología militar y sistemas internacionales de búsqueda y rastreo, a raíz de la desaparición de una flota de submarinos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En el presente (narrativo) uno de los submarinos es localizado en Cuba, y hacia la Isla parte un comando de mercenarios con el objetivo de capturar al ex espía alemán, que tiene 84 años y conoce el paradero del submarino y su misteriosa carga”, adelanta como sinopsis.

Aficionado a las artes marciales y a las peleas de la liga UFC, el escritor se enorgullece de haber tenido entre sus tutores a Agustín de Rojas, uno de los nombres más reconocidos en la ciencia ficción cubana.

“De él aprendí mucho sobre la elaboración de argumentos y tramas para una novela, pero no fui capaz de escribir una obra de tanta magnitud y complejidad en Cuba por muchas cosas; una de ellas, la falta de información”, asegura el cubano radicado en la capital de la música country.

Desde su llegada a Estados Unidos, Henríquez debió cambiar su pluma por un gorro de cocinero en McDonald’s, un uniforme de cargador de maletas, un traje de vendedor de pasajes de una compañía de ómnibus, y hasta por utensilios de limpieza para trabajar en un cine. Antes de “capturar” al shadowboy, también empleó sus manos para cargar computadoras Dell.

Nada de eso –puntualiza su biografía– lo alejó de su pasión: los libros y la escritura. Como premio, su primera novela ha logrado cautivar a numerosos lectores.

¿Por qué partir de un trasfondo histórico para desarrollar una trama tan cercana a la ucronía? 

La respuesta es sencilla: la necesidad de un espía latino. Lo vemos constantemente en todos los medios, lo mismo en películas, series o libros. Los espías que han inundado durante generaciones las estanterías o grandes pantallas siempre tienen algo en común: son europeos, americanos, rusos o asiáticos… nunca latinos.

Siempre son especialistas en artes marciales y en todo tipo de armas que encuentren a su paso, gracias a lo cual atrapan a los villanos y desmantelan organizaciones criminales de carácter mundial. Sin embargo, a pesar de que muchos de sus conflictos se desarrollan en ciudades latinoamericanas, no existen “súper espías latinos”.

Latinoamérica ha quedado en esos libros y películas solo como escenario. Sus gobiernos corruptos, dictadores, carteles del narcotráfico y prostíbulos en todas las esquinas son la plataforma ideal para espías de la talla de James Bond, Jack Ryan o el reciente Gil Shannon, de la serie de novelas Sniper Elite.

Por eso creé este personaje con el cual pretendo hacer una saga. Usando las fórmulas de los escritores que dieron vida a otros espías míticos surge Manuel Mendoza, quien a sus 84 años lleva una doble vida en la Cuba socialista. Fue entrenado en la desaparecida Alemania nazi, donde lo convirtieron en un maestro del combate cuerpo a cuerpo en espacios cerrados y con cuchillos. También se especializó en técnicas avanzadas de espionaje y ataques de comando. Además, tiene la ventaja de que se mueve en un país que conoce; no es un extranjero que viene sin saber las leyes del lugar o los medios donde se desenvuelve la trama.

Has buscado crear un héroe distinto partiendo de los antecedentes del género. ¿Quiénes te han influido?

Cada libro que leo es una nueva influencia. El choque cultural que recibí al llegar a los Estados Unidos fue indescriptible. Estar en un país donde tenía acceso a todos los libros que deseara resultó muy fuerte. A los pocos meses me convertí en una máquina de lectura –leía mucho en Cuba, pero nada actualizado–, y aquí descubrí a personajes de fama mundial como el analista americano Jack Ryan, el popular James Bond, o las novelas de Robert Ludlum. Estos títulos en Cuba son muy difíciles de conseguir.

Normalmente leo de tres a cinco libros por mes, de ahí que mi lista de influencias literarias sería gigantesca. Pero fue un escritor británico quien cambió mi manera de pensar y de escribir: Ken Follett.

En cuanto a influencias muy personales, diría que los pilares de mi pequeña biblioteca privada los sostienen, además de Follett, Tom Clancy, Don Winslow, y Dan Brown. He estudiado sus estilos, sus novelas, que son hechas con un solo objetivo… convertirse en bestsellers. Es muy importante ese detalle: estos escritores no escriben para la posteridad, ellos escriben para un público en específico, para un grupo de personas que luego de salir de sus trabajos, cansadas tras una dura jornada, quieren leer una novela de mucha acción y adrenalina.

A partir de las técnicas y tramas de estos escritores, fui creando mi propio estilo. Aunque escritores cubanos como Amir Valle o Leonardo Padura pusieron mucho más que un granito de arena.

¿Qué piensas de la recepción que ha tenido tu novela? 

La verdad es que no tengo idea de lo que está pasando. Estar en las listas de bestsellers digitales de Amazon.com, donde la competencia constituye una lucha día a día entre pesos pesados, me tiene tan sorprendido como incrédulo. La novela ha llegado a estar número uno en géneros como Misterio-Thriller, o Suspenso, incluso número dos en Acción Aventura, junto a libros como los de Harry Potter o novelas consagradas de Isabel Allende.

Amazon es la librería más grande del mundo. Millones de libros en papel o digital se venden día a día en sus plataformas. Creo que triunfar entre todos esos libros se debe a que alguien lee la novela, le gusta y la recomienda a sus amigos.

Yo no cuento con servicios promocionales –son muy caros y no me los puedo permitir–, a diferencia de los escritores que están respaldados por sellos editoriales, que les hacen una promoción global por radio, prensa y televisión. Ver que mi novela se está descargando tanto o más que las de ellos resulta indescriptible. Solo puedo dar las gracias a esos lectores que la descargan y la recomiendan alrededor del mundo.

¿Cómo podrías hacer para que los cubanos de la Isla te lean?   

Ese es un tema muy triste. Para mí sería un sueño que mi novela estuviera en las librerías de Cuba, pero estoy consciente de la realidad: eso es una quimera.

De momento la novela los cubanos la están leyendo como todos los bestsellers que se mueven en la Isla, en memorias flash, en PC o tabletas; los más afortunados la imprimen.

Cuba no tiene un mercado listo para la venta de bestsellers internacionales. Ver clásicos de Ken Follet o Dan Brown en las estanterías locales es todavía inimaginable. Las obras de escritores del patio como Padura o Amir Valle, que son de los más leídos y traducidos en el mundo, tampoco se venden mucho en las librerías cubanas… Mi intención es llegar a la comunidad de cubanos esparcida por el mundo, dejarles saber que tienen un compatriota, un nuevo escritor con una obra que creo les interesará. Si compran la novela en formato de papel y comienzan a llevarla a la Isla, de más está decir lo afortunado que me sentiré.

¿Para quiénes escribes?

Para todo tipo de público.

En los Estados Unidos el fenómeno de los bestsellers lo veo a diario, en todos los géneros y formatos. El romántico y el thriller son los más descargados. De estos dos, el último es mi favorito y mi intención es llegar a todo tipo de público que quiera leer una historia cargada de adrenalina, aventura, sexo y suspenso. De todo un poco.

Foto: @AdrianAragorn / Twitter.
Foto: @AdrianAragorn / Twitter.

¿Qué opinas de la literatura contemporánea cubana, la de ambos lados del Estrecho de la Florida? 

Lo que está pasando con la literatura cubana de dentro me parece un poco triste. Tengo amigos escritores en Cuba que tienen proyectos excelentes de novelas que podrían posicionarse en los mercados internacionales sin mucha dificultad, pero tienen muchos problemas a la hora de publicar. Uno de ellos es que las propias editoriales les exigen no sobrepasar un límite de páginas, de ahí que las novelas sean de cien o doscientas páginas. Ver un escritor cubano escribiendo una novela con una trama internacional parece imposible; solo unos pocos afortunados lo hacen y esos publican en el extranjero.

Otro factor fundamental es la carencia de herramientas de investigación. Al no poder tener acceso ilimitado a Internet, los escritores no pueden actualizarse sobre temas que les permitan armar mejor la trama de la novela. Esto los obliga a escribir solo de lo que saben; o sea, de Cuba. Diría que más del noventa por ciento de los que escriben novelas negras lo hacen sobre Cuba y dirigidas exclusivamente a un público cubano, usando términos que solo dominan quienes viven en la Isla.

Podría poner varios ejemplos: Maikel Casabuena, escritor de literatura infantil residente en Cuba, solo necesita un poco de promoción y sus libros no darían abasto en las estanterías de la Isla. O Amador Hernández, escritor de testimonios y novelas negras. La lista es larga, pero el sistema editorial cubano no comprende que promocionando mejor a sus escritores y dándoles las herramientas necesarias para que escriban de lo que desean, podrían generarse mayores ganancias para todos.

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