Cervantes aún tenía mucho que decir

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, pero sin dudas Miguel de Cervantes fue la excepción que confirmó la regla: su segundo tomo de Don Quijote, escrito 10 años después del primero, no respondió solo a la popularidad del caballero andante, sino al hecho incuestionable de que el Manco de Lepanto aún tenía mucho que decir…

Al menos eso cree el investigador español José María Reyes Cano, quien impartió una conferencia magistral en la Universidad de La Habana a propósito del aniversario 400 de la publicación del Quijote, en el marco además de la 24 Feria Internacional del Libro La Habana-2015.

“Cervantes no se podía quedar solo con el primer tomo”, aseguró el catedrático de la Universidad de Barcelona y Real Academia de Sevilla, ante una sagaz pregunta. Tal fue el éxito del primer tomo, publicado en 1605, que el autor apeló a la popularidad como un estímulo para sus personajes.

Pero aunque la obra hubiera sido un fiasco y no el fenómeno que fue, Reyes Cano estima que igual Cervantes habría escrito una continuación, pues considera que el autor tenía todavía mucho por decir. De hecho, hasta su novela La Galatea hubiera tenido una segunda parte si la muerte no se lo hubiera impedido.

Al emprender su quijotesca travesía, ya Cervantes había paseado por casi todos los géneros literarios a fines del siglo XVI y con las aventuras de Alonso Quijano se embarcó en un complejísimo proyecto, con “locuras” como convertir a un personaje en otro, o colar a la novela dentro de la novela.

A juicio de Reyes Cano, Cervantes no necesitaba quemar los libros de caballería para acabar con ellos y lo hizo de un modo muy ingenioso: a través de la lúcida locura de su personaje, como siglos después hicieran en Cuba, por ejemplo, Eduardo Abela con su Bobo, o el recién fallecido René de la Nuez con su Loquito.

Para muchos, esta obra dio el tiro de gracia a la literatura caballeresca de la época, si bien lo que maravilla a Reyes Cano es su forma, una estructura narrativa novedosa que le permitió agotar la fórmula empleada hasta entonces por numerosos autores. Es más, el investigador español le ve incluso atisbos de feminismo a esta novela, donde las mujeres tienen carácter y reparten calabazas sin más, de tú a tú.

Además, si de entrada Cervantes apostó por construir una novela ejemplar, en su segunda entrega creó un complejo y abarcador universo de referencias filosóficas, sociales y de muchos tipos, que dan pie a múltiples y a veces contradictorias interpretaciones. Fabuló sin distanciarse de su época, al contrario, retratándola con tal maestría que acabó siendo, sin duda alguna, la obra cumbre de las letras hispanas.

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