Comenzaría con el silencio

A propósito del día de los padres, Alex Fleites reúne a 11 poetas que cantan a la circunstancia paternal desde distintos ángulos, con obras del artista visual Rigoberto Mena.

Rigoberto Mena: 9th ave at 54th St, 2017 / mixta sobre tela.

Cosa grave, la paternidad. Recibirla, darla. Es un estado permanente de vigilia, un peso agridulce en el pecho, momentos de angustia alucinada, infinitos fulgores, cuando se ejerce con cierta responsabilidad. El sentimiento del padre y el sentimiento hacia el padre no siempre convergen. A los tantos roces generacionales habría que sumar el nocivo marco patriarcal heredado. Decimos padre y pensamos, primero, en su autoridad. Y aunque algo de eso siempre habrá, me gusta más creer que las palabras “padre” y “amor”, si no son sinónimos, al menos deben tener una misma raíz de sentido.

A tu padre, ámalo o sopórtalo, dice una antigua conseja. ¿Soportar a un padre? ¿Puede haber algo más terrible? Sobre las mutuas incomprensiones entre hijos y padres, Mark Twain nos dejó estas sonrientes palabras: “Cuando yo tenía 14 años, mi padre era un ignorante insoportable. Pero cuando cumplí los 21, me parecía increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años”. Una vez escuché que empezamos a comprender a nuestros padres cuando, obstinados, nuestros hijos comienzan a no comprendernos a nosotros.

Estoy convencido de que hay una sola forma de paternidad, la buena. La mala no lo es.

Los poemas que siguen cantan a la circunstancia paternal desde distintos ángulos. Hay recuerdos evanescentes, perfumados, y agrias remembranzas. Ora habla el hijo; ora, el padre. Y con ese entramado de voces notables se dibujan apenas los contornos de un arte en el cual nunca se alcanza la maestría.

Tengo para mí que la función define. En resumen, padre no es quien quiere, ni quien puede, sino el que ejerce la condición con serena y sacrificada alegría.

Si tuviera que hablar de mi padre o de mi estatus de padre, “comenzaría con el silencio”.

Sin título, 2017 / mixta sobre tela / 200 x 200 cm.

EL OLOR DE LA LAVANDA

Al pie de un pino, al borde de un barranco,

ante un cerco de cumbres pensativas,

como súbita nieve en el verano

quedaron sobre el campo tus cenizas.

 

Allí estarán mientras la lluvia llega

y con sus frías manos presurosas

las mezcle con la tierra y las convierta

en ramajes y flores y bellotas.

 

No serás, padre, el príncipe aquitano

cuya torre por siempre fue abolida,

sino, en la soledad de la montaña,

 

señor de los pinares y los cardos.

Y tu poder será el de las semillas.

Y tu torre, el olor de la lavanda.

(Manuel Díaz Martínez)

 

Sin título, 2020 / mixta sobre tela/ 152 x 122 cm.

HOY TODO HUELE A PADRE Y A NIÑEZ

Hoy todo huele a padre 

Los libros los relojes

las camisas 

Hoy vuelves a dictarme ciego 

tu biografía de memoria 

Tu vida en actos 

sin ningún sentimiento 

Escueto

Descarnado 

vuelves a ser el pez flaco

la piel con escamas

que no me atrevo a tocar.

(Damaris Calderón)

Sin título, 2018 / mixta sobre tela / 48 x 35 cm.

PERÍODOS E

cuando siento a mi padre

haciendo sus mejunjes de agua y azúcar

me niego a dar crédito al oído

pospongo mi confianza en el porvenir

presente en la neoplasia desperdigada

doy rasgos de equilibrio cuanto más

antes de recurrir al antes —y aún después—

vuelve la cucharilla a acertar el vaso

(Carlos Augusto Alfonso)

Sin título, 2020 / mixta sobre papel / 50 x 70 cm.

ESPERMATOZOIDE

Padre fue un espermatozoide

perfumando el útero de mi madre.

Mezcla hipócrita,

sentimientos confusos vertidos en mi instinto,

ese trozo de cromosoma que me hinca las venas

y siempre me alcanza,

ese sabor molesto que tienen los defectos,

los gestos intrusos

que a veces me sorprenden en el espejo.

 

Un orgasmo defectuoso

sobre la neurona irresponsable,

una fecha que no existió en mi almanaque,

esa nostalgia y carencia que se extiende

pero nunca se materializa,

esos años silenciosos de fantasmas y odios,

de preguntas y dudas…

 

Padre fue la inocencia cuando miré a sus ojos,

vacíos y solitarios como dos rocas huérfanas,

y esa vena rojiza estrangulaba su frente

y mi mirada se hacía más pesada que el silencio.

Ese día la sangre dejó de dolerme.

Agarré las blasfemias

los miedos, la impotencia

y las coloqué con amor en su mano.

 

Padre prometió volver,

yo supe que no lo haría

pero sonreí,

le dije adiós y quedé en paz.

(Giselle Lucía Navarro)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 100 x100 cm.

ALUCINANTES MUROS

Entre mi padre y yo está la guerra,

aunque a veces las balas sean este silencio,

un silencio que hiere

y levanta arrecifes con dragones,

mentiras herrumbrosas, alucinantes muros.

 

Cuando mis armas eran la inocencia,

año tras año fui

enumerando sus demonios

hasta armarle una cruz para cada arponazo.

 

Ahora que la inocencia es un remo invisible,

descubro en mí demonios de mi padre

y la guerra renace como un lobo

que ha visto entre sus uñas

dos sables siempre grises condenados a muerte.

(Agustín Labrada)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 120 x 120 cm.

EL QUE DICE proteico tu(a)mor

El leva-duro traga lava bala lava-dura raspa tu(a)mor

El cuchillo el caldero tu(a)mor

El leva anclas el vierte ceniza tu(a)mor

el mar de los sargazos tu(a)mor

elle dice protésico

       no dice agua mala ni vida larga o corta

El sol oirá elle gemido no sacaré tu(a)mor
el sol reirá tu(a)mor no lo sacaré

El da la lumbre el velón el dámelo el dio

El daba y llevaba tu(a)mor
El lámparo sin pantalones tu(a)mor
El set el acostarse que no regocija (no me riego)

El doble grafo delega el circunscrito el sangra
El refrigerado el pavote el papá en el cañaveral tu(a)mor

El grifo el engarzo el engullo caña

El te escribe cartas desde el central Camagüey, enseña, corta

El escribe cartas al niño es el padre castigado

                            el lengua cortada

El niño rubio no lee aun el que come tu papá la papa que

Le dulce boca buhhh escribe caña castigo espera mejorado
El dolor sin costado tostadas con queso le di
El atardecer elle este el denigrado lo vi triste
El el ese ese el helado estado el el el le le le
le le le tu(a)mor

(Nara Mansur)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 120 x120 cm.

LAS NOCHES DE NUESTROS HIJOS

Muy tarde en la noche los muchachos de casa se alebrestan,

justo cuando la noche solo ilumina el fino borde de las hojas

en las copas de los árboles de mayor prestancia

como única luz real para calibrar

cuanto a esa hora levanta vuelo.

Años atrás estaban todos durmiendo,

disfrutábamos de su reposo a trasluz,

de esa frágil pose de entregarse a un sueño profundo

sabiéndose velados por un cortejo de ángeles.

Alguna que otra estrella asciende para dejarse de ver

cuando se adentran al crepúsculo por atajos que solo ellos conocen.

Me desvelo en esas horas en que poco se distingue.

La inquietud me hace aguardar por sus regresos

como manera de acceder al verdadero reposo.

Opto por leer y mis ojos mecánicamente se cierran.

Preparo una tizana caliente solo por apresar la sirga del humo

que escapa con liviandad de la taza.

Su trazo hace una hendidura en la penumbra

que muy pronto cicatriza.

Dormito frente al televisor,

intentando distraerme con una película

en que siempre aparece un abismo

en el que puedo caer si me descuido.

Ni siquiera el riesgo me mantiene alerta.

Los sonidos reales o no se dimensionan

estallan sobre la escasa luz

haciendo visible el espectro de la noche.

Todo ha cambiado, advirtió mi madre años atrás

cuando aún no lo habíamos notado.

(Arístides Vega Chapú)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 120 x120 cm.

MI PADRE NO VENDERÁ FLORES

Ese hombre me recuerda a mi padre,

quizás por la expresión de sus ojos

(esa mirada febril y penetrante de los vencidos).

 

Es viejo,

algo encorvado,

sostiene sobre sus hombros

un cubo demasiado grande

      para su estatura.

En él lleva flores medio marchitas

      que raras veces  logra  vender.

Le preocupan cosas pequeñas:

el cotidiano pan

asistir a misa los domingos

donde algunos miran de soslayo

      su obligada miseria.

 

Mi padre, por el contrario,

no se  preocupaba demasiado

por el pan de los días,

sólo le aterraba la  senectud,

llegar  a ser como esos viejos

que en las mañanas se sientan en los parques

a leer el  periódico y a esperar la muerte.

“Moriré joven –repetía-

la vejez es un oprobio”.

 

Cuando me dieron la noticia

de su muerte lejana

pensé en sus palabras,

en su descomunal  miedo.

Mi padre no venderá flores –me dije-

eso es algo al menos.

Luego lloré.

(Yanira Marimón)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 122 x 152.

PARA LAURA Y DANIELA

                            a Teresita y Mayola   

                            a Sandra, Raquel y Yanelys

 

Si tuviera que ser la memoria de mis hijas

comenzaría con el silencio.

Un hijo es profundidad,

un enigma al que bajamos.

 

Supera la figuración,

el defecto y la virtud,

el idilio de los labios que se desbocan.

 

Cuando mis hijas viajan

algo de mí va con ellas.

 

Yo las amo desde el instante

en que los primeros ojos saltaron al vacío,

desde la existencia apenas perceptible,

desde la noche en que subí el mosquitero

para ver si respiraban,

ahora que me abrazan y se refugian en mí.

 

La memoria de mis hijas se ramifica.

La distancia entre ellas y yo se ramifica.

El amor, eterno y extraño, se extiende

entre cielo y bosque.

(Israel Domínguez)

Sin título, 2011 / mixta sobre tela / 127 cm x 103 cm.

EL ROSTRO (fragmento)

5

Lo que es nacido de la carne, carne es…

Juan 3,6

 

¿Cómo ha de ser el hijo que vas a darme?

La porción de sangre, temblor y nervios

que como carne gritará, será débil

y algunas tardes tendrá la vaga sensación

-al amar a una mujer o al contemplar el sol que muere-

de ser un poco del infinito que tú habitas.

¿Cómo será?

Como cada uno de nosotros,

temeroso de las sombras, sensible y frágil,

fuerte en el desear y el sentir

los punzantes envites de la dicha,

al principio será un manojo de mí

y de los que vinieron antes,

luego creerá ser él y andará por el mundo

con un nombre propio a cuestas, una albor inconclusa

y muchas ansias,

cerca ya del fin perderá nombre y deseos,

los caminos se le harán largos,

entonces sentirá ser Tú y ya nada podrá arrancarle

de tus sendas tan diversas de las nuestras

y así hasta el día final

cuando ruede entre polvo y aire, confundido con tu abrazo.

¿Qué podré yo decirle

que no hayas tú impreso entre sus sienes

o en el constante rumor de sus arterias?

Que sea justo, Señor y también feliz,

que pueda dar sin tasa

y recibir con alegría los más humildes dones,

que jamás le falten oración y poesía,

que tenga grabado tu rostro

y también, desde luego, el mío.

Nacerá de la carne, es nuestra hechura,

tuya porque pondrás la belleza aleteante y lluviosa del Espíritu,

de su madre que arderá en el dolor para que venga

y mía porque he puesto savia y letra en el soñarlo.

Sólo te pido, Señor, que sea un hombre (o mujer)

y en él (o en ella)

todo lo que de barro o de mar

quieras dar a tus criaturas, no más

porque lo otro ha de darlo él

con el fruto de sus días.

(Roberto Méndez)

Sin título, 2020 / mixta sobre tela / 200 x 200 cm.

REDOBLE POR LA MUERTE DE MI PADRE

esa lágrima sucia

que rodaba tan triste

por su triste mejilla

¿era dolor del filo de esta vida?

 

¿era esa luz la última luz como toda la luz?

 

ese dolor de agua

que bajó por su cara

cuando aspiraba todo el aire

como si se tragara al mundo

como si quisiera besar de nuevo a mi madre

besar los ojos de mi madre

su boca ya perdida por las rocas del tiempo

¿fue un susto su gran susto su modo de negarse

a abandonar el color del planeta

para integrarse a él a sus carroñas y regalarnos otra vez

dolores precipicios llantos a diestra y siniestra

silencios aprendidos miradas de qué va

complicidades en la sombra?

 

ese brillo en los ojos

cuando morían octubre y un poco también él

un mucho él definitivamente

en aquel hospital de un país devastado

¿era el discurso que siempre esperamos

de que quería quedarse

y fundar otra vez

interminablemente

una familia

dos

diecisiete familias

para querernos todos

bajo la costra azul de la felicidad?

 

el reptil de la muerte le rondaba

vigilaba sus gestos el cielo que veía

a duras penas ya sin fuerzas

donde estaba repasándolo todo

mi cara el chevrolet de 1956

los lentes tan profundos de mi hermano

la risa de las hembras que vino a dar color

a nuestras secas vidas

el sol que nunca se ponía

y había un olor a padre en todas sus sombras

 

después vino el final

 

el hombre necesita estertor y tristeza

 

ese brillo en los ojos

cuando octubre terminaba de arder

¿era tal vez un susto suyo?

 

la poesía le destrozó la boca con su belleza

 

luego la muerte

recogió sus pedazos.

(Ramón Fernández-Larrea)

Sin Titulo, 2015 / mixta sobre tela / 200 x 200 cm.

Agustín Labrada (Holguín, 1964). Escribe poesía, narrativa, ensayo y periodismo cultural. Su libro más reciente se nombra Padura y el Nuevo Periodismo. En 2015, obtuvo el Premio Internacional de Poesía de la Arena, en Perú. Reside en Cancún, México.

Arístides Vega Chapú, Santa Clara 1962 Poeta y narrador. Últimos libros publicados: Diario de Zoila Kaput (novela) y Tour Cuba (cuentos). En el 2001 obtuvo el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén. Reside en Santa Clara, Cuba.

Carlos Augusto Alfonso (La Habana, 1963). Último poemario publicado: Todas las guerras (2018). Obtuvo el Premio “Julián del Casal” (1996) y en dos ocasiones el Premio de la crítica (1998 y 2004). Reside en La Habana, Cuba.

Damaris Calderón Campos (La Habana, 1967). Poeta, narradora, ensayista y pintora. Último libro publicado: Mi memoria es un perro obstinado (2019). Beca Simón Gugenheim de poesía y Premio Pablo Neruda a la trayectoria poética. Reside en Isla Negra, Chile.

Giselle Lucía Navarro Delgado (Alquízar, Artemisa, 1995) Poeta, narradora, escritora para niños y diseñadora. Recientemente publicó el poemario Contrapeso (2019). Este mismo año recibió el Premio David de Poesía por su libro Criogenia. Reside en La Habana, Cuba.

Israel Domínguez (Placetas, Villa clara, 1973). Poeta y traductor literario. Su poemario más reciente se titula En dirección contraria (2014). Obtuvo en 2016 el Premio de Poesía de La Gaceta de Cuba. Reside en Matanzas, Cuba.

Manuel Díaz Martínez (Santa Clara, 1936). Miembro destacado de la Generación del 50. Último libro poemario publicado: En la isleta (2017). Recibió, por unanimidad, el Premio “Julián del Casal” (1967) por Vivir es eso.  El jurado estuvo integrado por Gabriel Celaya, José Ángel Valente, Enrique Lihn, Eliseo Diego y Nicolás Guillén. Reside en Las Palmas de Gran Canarias, España.

Nara Mansur Cao (La Habana, 1969). Escritora, dramaturga y crítica teatral.Último libro: Arpegio (2019). Premio Nicolás Guillén de Poesía 2011 por Manualidades. Reside en Buenos Aires, Argentina.

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, 1958). Poeta y humorista. Libro más reciente: Cuba a la carta, textos humorísticos  (2019). Recibió en el 2014 el premio de internacional de poesía Gastón Baquero, Madrid. Reside en Miami, Estados Unidos de América.

Roberto Méndez Martínez (Camagüey, 1958). Poeta, ensayista y narrador. Recibió el Premio de Poesía “Nicolás Guillén”, 2001. Uno de sus libros más recientes es el ensayos Plácido y el laberinto de la ilustración (Letras Cubanas, Colección Premio Alejo Carpentier, 2017). Reside en La Habana, Cuba.

Yanira Marimón (Matanzas, 1971). Poeta y narradora. Último libro publicado: La fragmentada memoria (2017). Premio Internacional Laguna de Duero, Valladolid, España (2020). Reside en Matanzas, Cuba.

Rigoberto Mena Santana (Artemisa, 1961). Destacado artista visual cubano. Su estilo ha sido descrito como un proceso intelectual en el que explora el espacio y la profundidad mientras fundamenta su visión en elementos arquitectónicos. Con la mirada de un arquitecto y la mano de un expresionista abstracto, Mena puede tomar los bordes duros de los paisajes urbanos y convertirlos en un lenguaje visual fluido. Reside en La Habana, Cuba.

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