Legna Rodríguez Iglesias: “Ahora todo el mundo reside en Facebook”

El día en que obtuvo el Premio Casa de las Américas 2016, en el género de teatro, supe que Legna Rodríguez Iglesias, una de las más connotadas escritoras cubanas de la llamada Generación O, no estaba en Cuba. Se había ido a Miami y nadie sabía si definitiva o temporalmente. Ahora, después de entrevistarla, tampoco lo sé. Pero quizás ello no sea lo más importante.

Para ella lo esencial es escribir. Y ha escrito mucho en sus pocos años de vida profesional.

Nacida en Camagüey, en 1984, tiene seis libros de poesía publicados, tres novelas y un libro de literatura infantil, además de uno de cuentos y esa pieza teatral con la que conquistó el que es considerado el concurso más prestigioso de la literatura latinoamericana, el ya mencionado Premio Casa. En 2011 ganó otro certamen hispanoamericano, el Julio Cortázar, que se convoca anualmente en La Habana.

Ocurrente y a veces desconcertante, a la joven escritora, según algunos amigos y críticos, “se le ama o se le odia”. Con ella no hay términos medios. Es desinhibida. Una suerte de enfant terrible que noquea a los lectores con su desfachatez y sus atrevimientos formales y conceptuales.

Su libro más reciente No sabe no contesta, publicado por la colección G, Caja China, de la editorial del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, fue también publicado por el sello español La Palma, en convenio con la institución cubana que tuvo la primicia. En julio pasado, el Centro Cultural Español de Miami lo presentó en esa ciudad estadounidense.

Legna accedió fácilmente a la entrevista con OnCuba y, aunque todas sus respuestas están relativizadas por su condición de escritora, son un reflejo de la personalidad de una muchacha difícil de entender y de atrapar. Espero que los lectores las disfruten como las disfuté yo cuando las recibí vía correo electrónico, después de numerosos y breves intercambios en los que varias veces tuve que recordarle su compromiso de contestarla.

He aquí, entonces, a Legna, que no parece dejar de hacer literatura ni siquiera cuando se le acerca un periodista. Así es ella y así tenemos que aceptarla: amándola u odiándola. Eso queda al arbitrio de sus lectores reales o potenciales.

¿Has decidido emigrar definitivamente a Estados Unidos o tu estancia en Miami es temporal?

Doce y dieciocho pm, Marilyn, una buena hora para no saber qué contestar, no sé qué decir nunca acerca del espacio y el tiempo inmediatos, ahora mismo viene una amiga a buscarme para ir a mataperrear por tiendas de ropa reciclada y cachivaches, parece nublado y tal vez ni siquiera logremos dar un paso fuera del Little Havana, pero en fin, eso no contesta tu pregunta, lo que sí la contesta es precisamente mi falta de planificación espacial, algo que tiene perfecta sintonía con mi curiosidad y mi deseo de estar libre, de responder o no, de trabajar o no, de escribir o no… bueno, escribir, eso siempre. Escribir es romper piedra en las Canteras de San Lázaro. He decidido escribir definitivamente.

¿Qué ventajas sientes que tendrías como escritora al vivir fuera de Cuba?

Yo tengo una ventaja secreta siempre, yo escribo todo lo que veo, todo. Sobre todo lo que veo mal, lo que veo torcido y agresivo y carente y tieso y doblado y roto, creo que son cosas que se parecen a lo que siente en verdad la gente. Entonces, si me muevo, camino, me alejo, me pierdo, la escritura se pondrá mejor, seré Alicia en el País de los Atentados Obscenos y las Galerías de Google y los Puentes de Instagram y las Cataratas del Desarraigo y las Fabelas del Perrocaliente. Me resulta encantador. Si lo logro, como lo hizo incluso José Martí, para siempre tatuado en mi muslo derecho, viendo cosas desconocidas, la ventaja que tendré será la de la virtud. Me interesa vivir fuera. No de Cuba. Sino fuera. Y a veces me interesa vivir bajo mi cama.

Háblame de la presentación de tu libro No sabe / no contesta, en Miami.

Fue el pasado 22 de julio, en el Centro Cultural Español, a las 19 horas. Duró una hora, casi. Lo presentó Abel Fernández-Larrea, y me encantó su presentación. Aparentemente graciosa, ingenua, infantil. Lo cual me encanta, porque eso es sinónimo de perversión. Fue publicada en Diario de Cuba, y aprovecho para agradecer también la promoción que Diario… hizo. Leí un cuento llamado “La Clase”, que cuenta la historia de un grupo de escritores que se quedan encerrados en una supuesta conferencia sobre Cesar Vallejo, poeta precioso que se fue de Perú a París, supongo que buscando algún otro país con la letra P. El cuento termina diciendo: “¿Sabías que desde que te fuiste nunca había entendido por qué?”.

En tu país habías obtenido ya un gran reconocimiento como una de las más notables escritoras jóvenes del momento actual. ¿Te interesa mantener ese lugar o sencillamente no te interesa?

Me interesa que me lean todas las personas posibles e imposibles, que yo les guste tanto como ellos me gustan a mí, que nos reunamos en fiestas y bailemos, y que discutamos sobre las cosas que todos discutimos, y que luego nos pongamos de acuerdo, y que luchemos por alguna causa común, algo con sentido más o menos lógico. Y si entonces no me leen demasiadas personas, que me lean unos pocos. Hace poco conocí a uno de los artistas brasileños más importantes de este momento, un tipo llamado Edson Fernandes, él aceptó darme una ilustración para una portada de mi libro, diciéndome que para él era un halago ilustrar a una escritora como yo. Mi obra de teatro del Premio Casa saldrá con portada e ilustraciones de Elizabet Cerviño, artista cubana de mi generación. Esas son las cosas que me interesan. Escribir. Escribir y crear un lazo.

¿Cómo percibes el ambiente literario en Miami?

Pues a ver. Cómo te digo. Cuando me fui de Camagüey, abotargada por los cambios obvios, económicos, sociales, emocionales, climáticos y políticos, que existen entre La Habana y el resto de las provincias de Cuba, yo no hubiera logrado describir el ambiente literario de La Habana. Ahora tampoco podría describirte el de aquí. La vida fuera de Cuba, como unidad temporal, es un millón de veces más rauda, veloz. Los días pasan y eso, exactamente, es lo que pasa para mí. Los días. Ha habido días magníficos para el pez plátano, y días terroríficos para el pez manzana, si este pez existe.

¿Qué extrañas y qué no extrañas de Cuba?

Extraño a Roselia Moronta, a Ángel Iglesias, a Roselia Iglesias, a Eni Rodríguez, a Soleida Ríos, a Jamila Medina, a Oscar Cruz, a Soba Rodríguez (mi perro), a Damián Padilla, a Fidel Carballea, extraño cosas vivas que ya no están, ni en Cuba ni aquí. Extraño más. Extraño el Parque japonés (broma zen). Incluso con mi mamá acostada a mi lado, la extrañaría. Disfruto mucho extrañar, eso hace a lo que sea que extrañe, ideal.

¿Cuáles son tus proyectos de vida y profesionales?

Leer y escribir. Es penoso, Marilyn, que allá no conozcan mis últimas publicaciones. Además de No sabe / No contesta, salió una reedición de Mayonesa bien brillante, mi primera novela, y además mi segunda novela Las analfabetas, y un libro de poesía Hilo+Hilo, ambos por la Editorial Bokeh, Leiden, editorial que también ha publicado a muchos autores cubanos, de dentro y fuera de Cuba, como Néstor Díaz de Villegas, Rolando Sánchez Mejías, Osdany Morales, Jamila Medina, José Kozer, y un largo etcétera. Próximamente, en un mes, la Editorial Hipermedia sacará Dame Spray, un libro de poesía que escribí en el 2013, en Centro Habana, y que está lleno de citas de Thomas Bernhard, lo que me apenaba al principio y ahora más bien, me enorgullece.

¿Sientes que, como escritora, le debes algo al país donde naciste?

Le debo todo a donde nací, a donde nacieron mis padres, mis abuelos, mis bisabuelos, mis tatarabuelos. Estamos hablando de identidad, y uno le debe todo a su identidad. Que se fuga, como todas las percepciones.

¿Hay algún sentido en la escritora Legna Rodríguez de pertenencia con una generación de escritores? ¿Residen ellos dentro o fuera de la Isla?

La verdad es que sí. Me siento muy cercana a algunos escritores cubanos que sobre todas las cosas admiro y quiero. Oscar Cruz y Jamila Medina, Jorge Enrique Lage, Gilberto Padilla, por ejemplo, son personas a las que necesito contarles cómo estoy, cómo me siento, aunque sea una vez al mes, y eso significa mucho. No me interesa dónde residan. Mira, la verdad más verdadera es que ahora todo el mundo reside en Facebook. Por ejemplo.

¿Por qué esa manía intergenérica en tu literatura?

He escrito varios libros de poesía, varios de relatos, y dos novelas terminadas. Casi termino una tercera y pronto empezaré una cuarta. Pero todo eso especulación. Y sé que son libros en sí mismos constituidos, y sé cuáles géneros son. Y el que vea más géneros, y el que los tuerza, y el que los mienta, y el que los coja por una oreja, y el que los zarandee, mejor, mejor, mejor.

¿Volverás a tu país o has dado vuelta a esa página?

Una página llamada JetBlue. Depende de JetBlue. ¡Ábrete, JetBlue!

¿Qué escribes en estos momentos y cuáles son las posibilidades de edición fuera de Cuba?

Esto es lo que estoy escribiendo.

Las posibilidades de edición en cualquier lugar son kafkianas. O pagas, o gustas, o caes en gracia, o te vendes, o comes fruta, o mides 1.50, o te pinchas con cuchillo, o tu madre es una cuchara y tu padre un tenedor. Abuso de Kafka.

¿Te interesa seguir publicando en la Isla?

Anoche fui a una expo de nueve artistas cubanos. La expo se llamaba “Good to the last Drop”. Había vino tinto y blanco, quesos, uvas, fresas, wraps, gente y arte. Llovía. Antes de meterme al carro que me condujo a la expo di un salto estilo sotomayor, mi teléfono cayó al agua sin que yo lo notase. Ya no tengo teléfono. Extraño mi iPhone 5, mucho, mucho. Y eso es lo único en lo que puedo pensar ahora.

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