“Mario Conde, un excelente compañero de viaje”

Entrevista a Leonardo Padura Fuentes sobre su personaje literario más conocido.

Leonardo Padura lee fragmentos de su próxima novela con el personaje de Mario Conde. Foto: Yoel Rodríguez.

En alguna fecha de 1989 nace en un barrio nunca identificado, pero que a todas luces es Mantilla, La Habana, Mario Conde. Un personaje literario que no podía imaginar la transcendencia geográfica y epocal que iba experimentar a lo largo de toda su vida. Fue allí, en la Mantilla y de la mano del filólogo, periodista, ensayista, guionista y escritor cubano Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955), que empezó su historia.

Según el ensayista y profesor cubano Francisco López Sacha: “Mario Conde es el mayor mito producido por la narrativa cubana después de Cecilia Valdés”. Sentencia que ha sido validada, en primer lugar, desde los propios argumentos literarios, históricos, sociológicos, culturales y populares que expone este personaje y, luego, por la popularidad que ha ganado entre sus infinitos lectores y de todas partes del mundo. Con Mario Conde, además, se inició el género neopolicíaco en Cuba.

Este personaje de ficción tiene un alto grado de humanismo. Sus sueños, esperanzas, contradicciones, anhelos y miedos son propios de los de cualquier individuo. Tiene una vida sencilla, con una profesión que lo reconoce como policía (aunque pronto deja de serlo, sin dejar de protagonizar investigaciones criminales) y tiene un credo en particular: ser fiel a sus amigos y a su conciencia… Con su laureado creador estaremos hablando en esta entrevista.

¿Cómo concibió a Mario Conde?

Mario Conde es un policía de la literatura, más que de la realidad, como la mayoría de los personajes de las novelas policiales y, en cierta forma, por eso, es un antipolicía. En mis novelas tiene la misión de ser mis ojos, mi percepción de la realidad, mi sentimiento hacia comportamientos y actitudes de las personas. Es un testigo de su tiempo vital y, por su profesión, entra en la realidad por el ángulo oscuro que es el mundo del crimen, la corrupción, los abusos de poder en todos los sentidos. El personaje además tiene, y con toda intención, un carácter muy generacional y es el reflejo de la experiencia de una hornada de cubanos a la que pertenezco. También se debe anotar en su concepción el hecho de que es lo que se conoce como una persona decente. Necesitaba de esa característica para que desde su perspectiva pudiera enjuiciar ciertos comportamientos sociales repudiables. Y, por último, pero no por ello con menos importancia, Mario Conde está concebido como un cubano raso, como un habanero de un barrio de La Habana que ve la realidad desde la perspectiva de una esquina de la ciudad con los ojos a la altura de un hombre: eso le da una consistencia especial y afianza su pertenencia a una realidad como la cubana, a una espiritualidad, como la cubana.

Mario Conde aparece por vez primera en su novela Pasado Perfecto (1991) y luego continúa su presencia en Vientos de Cuaresma (1994), Máscaras (1997) y Paisajes de otoño (1998). ¿Cuáles son las temáticas o la temática que conecta(n) y, a la vez particulariza(n) a estas novelas, también conocidas como la tetralogía Cuatro Estaciones?

Creo que estas novelas pueden funcionar como la crónica posible de un tiempo histórico, que es nuestra contemporaneidad. Las cuatro piezas de la tetralogía se desarrollan en el año 1989, pero a partir de Adiós, Hemingway, se da un salto en el tiempo que luego sigue transcurriendo de novela en novela hasta llegar a 2016 en la más reciente. En todas estas novelas hay temáticas que se repiten o se amplían, según sea el caso. Ahí están la revisión del pasado, la mirada crítica e indagatoria respecto al presente, la existencia de actitudes éticas reprobables, la necesidad de revelar ciertas verdades. Por ello la serie completa puede funcionar como una crónica de la vida cubana contemporánea en los últimos 25 años, con miradas hacia el pasado. Además, con la humanidad que intenté insuflarle al Conde entran en las historias los grandes temas de siempre, los de la condición humana que son universales, como el amor, la envidia, el miedo, etc.… Y, como contexto unificador, está la ciudad de La Habana. Creo que estas son novelas absolutamente habaneras y por eso no creo que el personaje de Conde pudiera funcionar en otro sitio del mundo…

¿Cuáles son los valores que usted resaltaría en él y por qué?

Como profesional de la investigación diría que su capacidad de comprensión de los comportamientos humanos. Conde apenas utiliza las técnicas de investigación, se mueve más por sentimientos, premoniciones, incluso prejuicios que lo conectan con las actitudes de las personas y las revelan en las novelas. Como persona, en el plano ético, pues se caracteriza por esa decencia de la que antes hablé: Conde es un incorruptible y lo será siempre, pues eso le da una consistencia moral y cívica muy importante. No podemos olvidar sus sentidos de la fidelidad, la amistad, la fraternidad, que practica en cada uno de los actos de su vida. Y tampoco su sensibilidad personal, que tiene una manifestación importante a través de sus gustos y pretensiones literarias, que aparecen con mayor fuerza en las más recientes de sus apariciones…

Luego de la tetralogía Cuatro Estaciones, Mario Conde ya no es policía. Ha envejecido también y, aun así, no deja a un lado su vocación detectivesca. Novelas como, Adiós Hemingway en 2001, La neblina del ayer en 2002, La cola de la serpiente en 2011, Herejes en 2013 y La transparencia del tiempo en 2018, son testigo de ello. ¿Qué investiga en estas novelas?

En la última novela de la tetralogía, Paisaje de otoño, Conde deja la policía y luego aparece ya con un oficio tan peculiar pero posible como el de comprador y vendedor de libros viejos que, en determinas ocasiones, se ve envuelto en tramas de investigación criminal, lo cual es una absoluta licencia literaria pues en la realidad real sería imposible pero la novela lo hace verosímil… Y Conde investiga de todo. En realidad, al investigar sobre un cadáver que aparece en Finca Vigía, la casa de Hemingway, o la historia perdida de una bolerista de los años 50, Conde está haciendo exámenes que van más allá de la trama policial, pues ese es siempre mi propósito. Investiga sobre los misterios de la creación, sobre las relaciones de poder, sobre la búsqueda de la libertad y el ejercicio del libre albedrío, sobre el peso de la historia en el presente, o sea, temas que son mucho más trascendentes que una investigación criminal muy puntual… Es por eso que siempre digo que estas novelas de Mario Conde son falsas novelas policíacas, son más bien novelas sociales, existenciales, de indagación histórica que aprovechan ciertos recursos del género policial.

Mario Conde visto por usted, “ha sido un excelente compañero de viaje”. Tal es así que le dedicó el discurso de recepción del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015. Hoy es, además, parte del imaginario social cubano. Hablar de Mario Conde, es hablar de una isla en el Caribe. Es hablar de Cuba. ¿Tiene pensado Mario Conde aparecer en otra novela? ¿Cuál?

Conde va a seguir apareciendo en mis novelas mientras lo necesite para entrar en una realidad y hacer el intento de reflejarla y develarla. Por eso ahora mismo está al frente de una novela que tiene como título provisional Huracanes tropicales, en la que investiga unos crímenes que ocurren en el 2016, en los días de la visita de Obama a Cuba, mientras de forma paralela se cuenta la vida de un mito de la historia y la cultura cubana, el proxeneta Alberto Yarini, muerto en 1910 en una guerra entre chulos cubanos y franceses, acá en La Habana… Y esta novela, creo, es la más policial y habanera que he escrito hasta ahora, y ahí está Conde, más viejo, más empecinado, a veces más pesimista pero también más profético.

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