Padura, profeta en su tierra

Foto: Itziar Guzmán / Tusquets Editores

Foto: Itziar Guzmán / Tusquets Editores

Leonardo Padura, el novelista cubano más conocido y leído de su generación -y quizás de todas las que coexisten en la Cuba de hoy- se ha convertido hace unos días en el primer escritor de este país que obtiene el Premio Princesa de Asturias de las Letras, concedido en los últimos tres años al irlandés John Banville, el español Antonio Muñoz Molina y el estadounidense Philip Roth.

Se trata de toda una hazaña, que acompaña la del atleta Javier Sotomayor, que consiguió un Príncipe de Asturias en la categoría de deportes en la década de los noventa o a las de los novelistas Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante que junto a la poetisa Dulce María Loynaz recibieron el codiciado Cervantes también en el siglo pasado.

Con su modestia habitual, Padura afirmó que este es un premio para la literatura cubana. Pero algunos no lo sienten así. Algunos lo descalifican por considerar que sus éxitos se deben a supuestas concesiones al mercado foráneo o por sus declaraciones un tanto irreverentes dentro de una sociedad que no está acostumbrada a debatir las diferencias de criterios.

Otros reconocemos en él a un autor honesto, con el que se puede estar o no de acuerdo, pero que es, sobre todo, un trabajador infatigable que nos muestra su visión de la realidad cubana contemporánea desde un siempre válido punto de vista personal.

A Padura el hecho de que algunos no lo acepten, no parece quitarle el sueño. El mismo día que recibió el galardón, le pregunté si se sentía profeta en su tierra, a pesar de los que no lo quieren y me respondió:

“Creo que para los lectores cubanos, que son lo que más me importa, la profecía se ha cumplido. No puedo quejarme. Tengo millones de lectores que se reparten los pocos libros que en cada ocasión se editan de mis obras. Incluso son muchos los que le piden a los familiares en el extranjero que les envíen mis libros. Pero siempre están los extremos que, creo, bajo la percepción de la “herejía” (que puede ser la de vivir en Cuba y escribir acá, mira tú) ocultan otros sentimientos. Pero eso no me afecta.”

La noticia ha sido recibida en el país, en general, con regocijo, aunque algunos medios de prensa cubanos  hicieron malabares para darle un perfil bastante bajo a la noticia.

Escritores de su generación divulgaron por Internet una carta de felicitación y la Asociación de Escritores de la UNEAC envió en correo electrónico abierto un Mensaje de Felicitación en el que se afirma: “Sabemos que este Premio es fruto no solo de tu talento sino también de tu obra constante, disciplinada e infatigable como escritor”.

En momentos en que los gobiernos de Estados Unidos y Cuba están a punto de abrir embajadas, Leonardo Padura pudiera ser considerado también uno de los intelectuales que más ha contribuido, desde su obra, a establecer puentes con la diáspora y con los lectores norteamericanos.

Sus novelas circulan hace años en Estados Unidos en la edición británica de Better Lemon, sus editores en lengua inglesa desde hace 15 años. Ahora, además, en ediciones del gigante Farrar, Straus and Giroux que publicó su novela El hombre que amaba a los perros y llevará a las prensas Herejes, su más reciente libro, en coedición con Better Lemon.

La recepción ha sido muy buena por parte de la crítica: New York Times, Washington Post, Wall Street Journal y un potente perfil de Jon Lee Anderson en The New Yorker.

“Si todo lo que ocurre ahora en las relaciones políticas ayudan a que se lean más y mejor, pues bienvenido sea, aunque se trata de un mercado muy cerrado y autofágico”, dice.

Creador de una saga, policíaca en apariencia, y protagonizada por el detective y después vendedor de libros, Mario Conde, el verdadero objetivo de este autor es describir algunas zonas oscuras de la vida cubana actual, especialmente a partir de los años 90 del pasado siglo.

Padura ha escrito una decena de novelas y considera que cada una de ellas es la mejor que pudo escribir en el momento en que lo hizo.

Lo pongo en el trance de escoger, entre todas, la que considera su favorita.

Por un lado, reflexiona, la creación de Mario Conde fue un acto casi milagroso al que le debe mucho de lo logrado. Y a la difusión internacional que ha alcanzado El hombre que amaba a los perros le debe una visibilidad mayor de su trabajo en casi todo el mundo.

“Pero me preguntas el más querido y ese es…La novela de mi vida….Creo que es mi libro más equilibrado y querido”.

En estos momentos ya está enfrascado en otra novela con el personaje de Conde, ese Conde que, dice él, se empecinó en protagonizar “un libro en la que anda perdida por La Habana una virgen catalana del siglo XII.”

Cuba, dispersa por el mundo y reunida gracias, entre otras cosas, a su cultura, está de fiesta con este Princesa de Asturias. “Sigo viviendo y escribiendo en Cuba y, estoy seguro, teniendo, cada vez más, buenos lectores.”

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