Retamar, un hacedor de mundos

Roberto Fernández Retamar. Foto: La Ventana.

Roberto Fernández Retamar. Foto: La Ventana.

Muchos llegan a la poesía de Roberto Fernández Retamar por un poema legendario. Los amantes de la literatura dicen que un hombre es los poemas que escribió y, para algunos, Retamar es el autor de Felices los normales, esa suerte de mantra  poético en torno a “esos seres extraños” que no han sido calcinados por un amor devorante, a “los arcángeles con sombreros”, los sensatos, los amables, los dulces.

Pero Retamar ha preferido ser toda su vida un hacedor de mundos. Un Quijote, como lo bautizara el escritor argentino Vicente Battista. Y es también el autor de El otro, Oyendo un disco de Benny Moré, Lezama persona; el ensayista detrás de esa obra maestra que es Caliban donde nos enseñó a releer La tempestad de William Shakespeare, siempre desde una mirada anticolonial.

Con él muchos escritores e intelectuales, desde la teoría de las letras y del pensamiento cultural, comenzaron a pensar Latinoamérica. Su poesía conversacional de los 70, su concepción genuina de la literatura, su compromiso poético y estético hicieron de él uno de los mejores referentes de las letras cubanas en el continente, lo cual estuvo avalado además por su trabajo en la Casa de las Américas, institución que hoy preside.

El poeta arriba a 85 años. Al  poeta, que desconfía enormemente sobre lo que un autor pueda decir de sí mismo, “le toca llenarse de almas que habitan en muchos cuerpos y escuchar las voces que hoy le cantan”. Le cantan –conspiración mediante– a través de las páginas de un libro, una idea peregrina de la menor de sus hijas: la narradora cubana Laidi Fernández de Juan, quien estaba dispuesta a “modernizar el televisor, o tener la colección completa de Los Hermanos Marx, (…) o los nuevos discos de Silvio” para celebrar el cumpleaños de su padre. Sin embargo, ninguna de estas variantes fue seleccionada por él como obsequio, lo que quería “no se puede comprar”.

Así surge Buena suerte viviendo. Mensajes a un poeta, un volumen que recoge alrededor de cien mensajes de amigos y amigas de varias partes del mundo, que fue presentado el viernes 17 de febrero en la Sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, bajo el sello de Ediciones Matanzas.

Sobre Retamar se podría escribir mucho, sin embargo, algunos como la investigadora y ensayista cubana Luisa Campuzano prefieren pensarlo como el “renovador del modelo de la literatura latinoamericana, impugnador de todo tipo de conformismo, de mimetismo, de cipayismo, enemigo sagaz del dogma castrante, ha sido y es en la práctica de las ideas políticas y la ideología que sustentan su crítica y su teorización, no solo un maestro brillante y consecuente, lúcido y comprometido, polémico, muy polémico; sino también un fundador”.

Se piensa además como “el poeta que le rescató a Caliban en la segunda mitad del siglo XX y le dio ciudadanía cubana”, como dijese el argentino Aurelio Narvaja. Como ensayista, a decir del mexicano Juan Villoro, “Fernández Retamar ha sido decisivo para entender la literatura a partir de su contexto más genuino, con los aromas, las impurezas, los valores entendidos, las claves secretas y los gustos otorgados por el sentido de la pertenencia (…) Fernández Retamar entendió, como Miguel Torga, que lo universal es lo local sin fronteras”.

El poeta y periodista cubano Víctor Casaus fue uno de esos amigos que llegaron tarde a la conspiración. El plazo de admisión de mensajes – previo a la conformación del libro– había expirado y Casaus no podía estar en esa impresión urgente y primigenia que la hija le entregara al poeta el día de su cumpleaños, el 9 de junio. No obstante, Casaus no faltó en el libro definitivo presentado este viernes. El periodista escribió algunas “palabras impuntuales”, donde imprimió los motivos por los cuales Retamar debería ser condecorado con altas distinciones internacionales de las letras, entre ellas el Premio Cervantes. Porque no caben dudas de “la magnitud de la obra literaria creada, el legado de su trabajo intelectual a la cultura de nuestro país y del continente nuestroamericano”.

Retamar no ha dicho mucho: “No soy el autor de este libro, soy el tema. Y los temas no hablan”, dice a los presentes en la Sala Manuel Galich. El poeta es el poeta. El hacedor de sinfonías, de palabras. El poeta y ensayista, como prefiere que lo nombren, ha ganado su sitio en este mundo.

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