Un teatro argentino es la librería más hermosa del mundo

La National Geographic eligió El Ateneo de Buenos Aires, un lugar por donde transitan diariamente unas 3,000 personas.

Foto: Leandro Estupiñán.

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El Ateneo Grand Splendid de Buenos Aires constituye no solo el seductor edificio que en mayo alcanzará el centenario. También es la librería más hermosa del mundo.

A través del articulista Brian Clark Howard, National Geographic señaló la instalación como la más hermosa entre las librerías  y el hecho fue suficiente para que el orgullo argentino se reactivara otra vez esta semana.

No es la primera vez que dicha librería consigue la atención de los medios de prensa especializados. The Guardian puso sus ojos en la peculiarísima instalación hace años y la presentó a sus lectores como una de las diez más interesantes del planeta.

Foto: Leandro Estupiñán.
Foto: Leandro Estupiñán.

La sorprendente arquitectura del Ateneo es su mayor atractivo. Ha sido conservada gracias a la voluntad de sus propietarios, de manera que, aunque varió su uso social, el edificio no ha perdido sus características y elegancia.

Por esta razón, la plataforma de viajes recomienda a sus lectores que, si estás de paso por Buenos Aires, te detengas en este portento de librería radicada en una ciudad repleta de librerías portentosas.

Foto: Leandro Estupiñán.

Foto: Leandro Estupiñán.Situada en una de las zonas más céntricas de la ciudad, Avenida Santa Fe y Callao, este edificio abrió sus puertas en 1919 como teatro.

Aquí se sucedieron grandes espectáculos de tangos con Gardel como protagonista, pero también se estrenaron las primeras películas sonoras de Argentina. Incluso, en una de las plantas llegó a funcionar una estación de radio.

El origen de la construcción fue un encargo del empresario de origen austríaco Mordechai David Glücksman, un avisado amante de la música y el cine que controló más de cien salas cinematográficas en la región.

Foto: Leandro Estupiñán.
Foto: Leandro Estupiñán.

Pero, con la llega de este siglo, el edificio dejó de servir como teatro y estación de radio para funcionar como librería. Hoy integra la cadena Ateneo, administrada por Yenny S.A.

No hay agencia de viajes que no recomiende la visita. Debido a eso, el tráfago de extranjeros es imparable al entrar. Grupos de brasileños, chinos, estadounidenses se detienen a observar novedades sobre literatura, música, manualidades, artesanías…

Según los cálculos, 3,000 personas pasan diariamente entre sus pasillos, se detienen en sus sillones, toman café en su interior. Al final del año se contabiliza aproximadamente un millón de visitantes.

Foto: Leandro Estupiñán.
Foto: Leandro Estupiñán.

Cruzando sus puertas lo primero que uno encuentra son libros, más de 120 mil títulos se acopian, según me dice Ariel Toledo, quien, de sus 45 años, ha dedicado catorce a trabajar como librero en esta instalación.

Lo encontré en la zona de “Literatura Latinoamericana” y le pregunté si tenía autores cubanos a la vista. Ariel señala un libro de Marcial Gala publicado por Corregidor. Añade que debido al Premio Ñ se está leyendo mucho a Gala, aunque otros cubanos son tradicionalmente buscados por los usuarios.

Escudriñando detenidamente otros estantes encuentro obras de coterráneos publicadas por editoriales distintas, desde Leonardo Padura a Reinaldo Arenas, de Rafael Rojas a Carpentier.

Foto: Leandro Estupiñán.
Foto: Leandro Estupiñán.

En la sección creada para la música también descubro señales de la Isla. Para llegar a esta zona solo debí bajar las escaleras eléctricas.

Hay filas de discos que anteceden la sección infantil. Vinilos, discos compactos; diversidad de géneros que uno puede escuchar antes de decidir llevárselos a casa.

La librería tiene unos 40 trabajadores, personal dispuesto a recomendar, a ampliar el conocimiento con el que llega el visitante.

Foto: Leandro Estupiñán.
Foto: Leandro Estupiñán.

“Lo principal en un librero es leer todo lo que se pueda”, me había dicho Ariel: “Debe estar al tanto de todo lo que sucede, porque a veces te piden referencias de cosas que vos no tenés, pero tienes que estar al tanto. Leer es parte del trabajo. Uno termina siendo librero porque arrancás siendo lector.”

Los palcos donde alguna vez se escuchó cantar a Gardel hoy permanecen ocupados por lectores. Cualquiera puede sentarse en ellos a decidir el libro de su interés. Incluso, si no escoge ninguno no es problema.

En el espacio que ocupaba antes el escenario existe ahora una cafetería. Detrás del telón, aún conservado, los visitantes se toman un descanso, mientras hojean los libros recién comprados.

Aunque en Argentina y debido a la crisis también el libro se ha encarecido y la industria se ha visto muy afectada, no faltan los lectores. Sobre todo, si llegan de otros parajes atraídos por la curiosidad y el cliché que se crea de los lugares.

Y lo cierto es que no todos los días se escucha la música de las palabras desde un teatro que ahora es librería, la más hermosa, seguro.

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