Luis Manuel Otero desnudo ante la wifi

Foto: Claudio Peláez Sordo

Foto: Claudio Peláez Sordo

Pongamos que en la mañana del sábado 28 de noviembre, Luis Manuel Otero contrató a un par de mariachis para celebrar, —wifi mediante, Imo mediante— su primer aniversario de bodas. Pongamos que la emoción del encuentro virtual o el deseo aumentado por la distancia, provocaron un impulso de intimidad que derivó en un streaptease y conmocionó a más de un transeúnte en 23 y L, en el corazón del Vedado habanero.

Bodas de papel-Unidos por wifi

Luego pongamos que Luis Manuel Otero es un artista visual y que el cuadro que acabamos de describir lleva por nombre Unidos por la wifi, un performance que reflexiona acerca de la exteriorización de la vida privada en los espacios públicos donde están ubicados actualmente los puntos de conexión por wifi.

“Ese performance sale de mi molestia ante la wifi, porque es un espacio público donde millones de cubanos ha volcado su intimidad. Estaba tratando de buscar una solución que fuera más allá de la crítica, celebrar el primer aniversario con un streaptease público, donde todo el mundo fuera capaz de participar, la gente se divirtiera un poco y reflexionara también”, dijo el artista en entrevista con OnCuba.

De formación autodidacta y aunque gran parte de su obra se relaciona estrechamente con el performance, Luis Manuel no se considera una artista performático. Ni siquiera un escultor, que es también una parte importante de su trabajo. Cuando surge una idea surge la herramienta para materializarla y ya.

Foto: Claudio Peláez Sordo
Foto: Claudio Peláez Sordo

“A mí me interesa mucho el arte social, que le llegue a todas las personas, me interesa salirme de la galería, aunque el arte de la galería tiene su espacio, pero ahora mismo hay otros espacios donde el arte trabaja y tiene otro tipo de función y es donde hace reflexionar a una persona mal llamada corriente. Sobre todo el nivel de percepción en espacios donde no se respire que es un performance”, confesó.

Y también provocar. Meses atrás, durante la 12 Bienal de La Habana, Luis Manuel se apoderó de muchos de los espacios del evento con una obra polémica e intrusiva que no todos aplaudieron. Vestido como bailarina de Tropicana, el artista se paseó por cuanta exposición quiso, robándose el show y la atención de los lentes.

“Miss Bienal es donde yo utilizo el estereotipo de la mulata de Tropicana, pero esta vez el estereotipo del mulato y del trans, para armar un discurso acerca de cómo nos miran desde afuera, o cómo nos miramos nosotros mismos, y todo eso visto desde el punto de la representación, del arte, de la Bienal de La Habana.

“Era donde yo ponía al descubierto también lo desesperado que te puede parecer ser artista cubano, pues repartía tarjetas con mis datos reales, era como un jinetero, me metía en todas las exposiciones… Fue una obra súper agresiva e invasiva, y a la vez muy viral y mediática. Todo el mundo veía a Miss Bienal”.

Muchas veces lo que más le interesa es que la obra desaparezca. Como obra, quiere decir. Que quede el golpetazo en el rostro o la punzada en la sien, o la denuncia e inevitable reflexión al final del proceso artístico. Los procesos sociales, la religión, las relaciones interpersonales, son temas recurrentes en las obras de Luis Manuel Otero.

El muchacho del Cerro. El artista en busca de un espacio dentro el circuito —espacio que por ser autodidacta resulta un poco más alto de alcanzar— y defender desde allí lo que es para él el arte y por qué lo hace.

Por lo pronto, sus más recientes trabajos nos muestran una constante búsqueda y una necesidad de decir, de incitar. Unidos por la wifi es prueba fiel de ello. Lástima que por lo efímero de este performance, no haya tenido mayor público. Hermosa condición sin embargo, que lo hace tan atractivo y curioso.

Foto: Claudio Peláez Sordo
Foto: Claudio Peláez Sordo

 

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