Apuntes del langostino remolón: ¿Bieber en Cuba?

Ya teníamos suficiente con Los Ángeles, esa versión subdesarrollada del pop, cuando apareció Justin Bieber. Los Ángeles -en donde antes cantaba un mulato gordito, al cual sacaron por feo- debieron haber temblado, porque si Bieber verdaderamente estaba en Cuba, les iba a arrebatar de golpe y porrazo toda la legión quinceañera, muchachitas chillonas que se halan los pelos y gritan hasta perder la garganta y que fijan con su escándalo una evidencia irreductible. En la adolescencia, edad de múltiples confusiones, uno escucha a la hija de Edith Massola y cree que es música, lee o mira la saga de Crepúsculo y piensa que es literatura o cine, atiende a Serrano y cree que lo que dice son noticias.

No hay nada más patético que las piltrafas del capitalismo insertadas en el andamiaje pacato del socialismo. Los Ángeles, qué duda cabe, son el RBD de los Lineamientos, y Bieber se los iba a zampar de un bocado. Pero Bieber, contrario a su anuncio de Instagram, no estaba en Cuba, y menos aún ama a los cubanos. Debió haber dicho qué era lo que amaba, además del habano, si eran los cigarros Criollos, la Serie Nacional o nuestros carros, para tenerlo un poco más en cuenta. Que alguien le aclare, por si no lo sabe, que los precios son los de un Lamborghini, pero que no se vaya a marear. O debieron haberle preguntado dónde quedaba Cuba, para que dijera que en Asia Menor.

No obstante, la maquinaria nacional no aguantó, y dispararon al instante los resortes patrios. No perdieron tiempo de insertar la cuña y dijeron que si Bieber se estaba fumando el habano en suelo estadounidense podía recibir una multa de hasta sesenta y cinco mil dólares. He aquí un método para hablar del bloqueo a partir del pop, una conexión que creíamos imposible. Pero se puede. Nuestros pensadores todo lo pueden, y se agarran de los clavos en estado de ebullición. Bueno, si le estampaban la multa, la pagaba y punto. Ya el fin de semana atrás había gastado setenta y cinco mil verdes en un club nudista sin asomo de preocupación.

A nadie se le ocurrió pensar que si verdaderamente Bieber nos ama, después que nos haya amado Caruso, y Gillespie, y Sabina… digo, en serio, ¿Bieber? ¿Justin Bieber un cuarto de neurona nos ama? ¿Y eso nos reconforta? ¿Qué hicimos para merecer este regalo?

Días después Bieber fue detenido en Miami Beach por conducir bajo el efecto de sustancias tóxicas y a exceso de velocidad. Debió confundirse, el pobre. Seguro desconoce el tema de las noventa millas y esa historia y pensó que por la calle 8 se llega al Capitolio, y que el Capitolio, dicho sea de paso, está en reparación desde la época en que los Ladas se daban por estímulo.

Aunque quizás nos estemos apresurando y lo estemos juzgando sin los elementos suficientes. Tal vez Bieber, en una máquina ready, lista para la mecánica, que con gasolina coge más de ciento ochenta, se tomó el trabajo de visitar Miami solo para grabar un featuring con nuestro más excelso embajador musical. Osmany García, La Voz.

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