Apuntes del langostino remolón: Conjeturas

Foto: Tomada de Patchworkdasideias.blogspot.com

La frase más polisémica y al mismo tiempo capsular del periodismo cubano es la siguiente: “hasta el propio Raúl lo dijo”. No es, reconozcámoslo, un ejemplo de estilo, pero sus implicaciones morales son casi infinitas. Presente en cada texto que se precie de atrevido, es una sentencia que los periodistas escriben sin tener conciencia de su riqueza intertextual, y que a simple vista, sin esforzarnos mucho, arroja tres exquisitas lecturas.

La primera nos dice que si hasta el propio Raúl lo sabe el problema es ya inmenso, tan inmenso, que ha llegado a los oídos del mismísimo presidente, figúrense. No es usual que un presidente conozca lo que pasa. La segunda supone que un presidente no está para hablar de los problemas, está para epatar, para ocultarlos, para disminuirlos, no es tarea inherente de los mandatarios reconocer con transparencia los desperfectos del país. Que lo haga es una clara muestra de que ha tenido que salirse de sus funciones por culpa de algún pequeño e impertinente desastre. A saber: la bobería de la corrupción, el temilla ese de las dos monedas, o la minucia de la ineficiencia agrícola.

La tercera lectura, la más desternillante, es un escudo que el periodista coloca dentro del texto para que no vayan a lincharlo. Es, desde un determinado punto de vista, una frase que está en el texto pero que no está, una frase ubicua y a la vez dicha para alguien específico, para el verdugo que se está afilando las uñas ante el reportero salido de tono y que con la mención del presidente siente de repente un muro que lo frena. Bueno, si lo dice el presidente, piensa el censor, no es tan ofensivo, es provechoso.

¿Y cuál es la salida de tono del periodista? Que el socialismo debe perfeccionarse, poco más. Podemos imaginarnos el proceso. Cuando el periodista siente que se le está yendo la mano, que se le desvalvulan las tapas de la cordura y el llamado al buen vivir, pues echa mano a una cita de cualquier discurso y se cubre de las represalias: que a veces ni tanto. Solo que lo que los mismos periodistas llaman, entre ellos, prudencia, es una marca registrada de la casa.

Si algo distingue al periodismo cubano es eso, la prudencia. No podemos negarles el mérito. Es como la anciana discreta, que mira todo y no denuncia nada, sentada en su sillón, con la taza de café vacía en la mano. La anciana que hace que uno diga: “ay, mira, qué señora más prudente”.

Lo maravilloso de la frase “hasta el propio Raúl lo dijo” es su autonomía. La frase va por su cuenta, piénsenlo para que vean. El periodista la quiere acuñar como una cosa y la frase, rebelde, malcriada, hace lo que le da la gana y cobra otros significados, más divertidos. Es hora de leer la prensa cubana en plan comedia. Inténtelo. Ya verán cuánto se van a reír, los comics que publicamos a diario.

El día que los censores lean de modo literario, de manera oblicua, procurando llegar al placer, no como una carga partidista, se van a topar de golpe con la innúmera cantidad de sabotajes que había en los medios oficiales, y que los jefes de información disfrazaban de revolucionario. No van a saber a quién sancionar, y encontrarán entonces, en la mención desmedida del presidente, la mejor metáfora de una situación ridícula, su parábola más perfecta.

Y que conste que hablo así precisamente porque el presidente nos ha autorizado, que si no me entretengo con las magnolias. Aunque lo menos importante de la frase es el sujeto. Eso puede cambiar. Donde dice Raúl puede ir cualquiera de las personas que la prensa considere autorizadas… cualquiera menos la prensa. Ahora, ese modificador, “propio”, tan tautológico, insuperable, como diciendo: “miren bien, bueno, después no quiero lío”. Sin él todo se derrumba. Es lo que remacha el clavo. No importa que estropee el estilo, el problema es que se sepa.

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