Augusto Enríquez: “Casi violando reglas he tratado de vivir mi vida”

Entrevista con el intérprete, compositor y productor cubano

Augusto Enríquez. Foto: Cultura Espirituana.

Si para alguien tan consagrado a la música como el maestro Leo Brouwer, Augusto Enríquez es “La Voz”, como lo fue en su momento Sinatra, resulta entonces difícil contradecir tal criterio. Para entender esa afirmación (y para tener opinión propia), hay que revisar las producciones que Augusto ha realizado, como solista, después de aquel golpe de fama que alcanzó con el grupo Moncada, todavía en la memoria de millones de cubanos. Por su indiscutible calidad interpretativa y el modo inteligente con que elige el repertorio, podríamos incluirlo (sin titubeos) en ese grupo de excelencia musical donde también están Miriam Ramos, Marta Valdés, entre otros.

Diez años después de conversar con el único cubano que cantó con Luciano Pavarotti, retomo el diálogo con el hombre que alcanzó diploma de oro en Medicina… y en la música.

¿Quiénes son y serán perennemente sus ídolos musicales?

Tengo muchos, pero son tantos que se atropellan. Benny Moré, Chucho Valdés, Leo Brouwer, James Taylor, Silvio Rodríguez, Tom Jobim, Mozart, Beethoven, Bartók… Solo son una pequeña muestra de lo que, en música, adoro. Creo que es la música en sí a quien idolatro.

¿El pasado musical cubano supera el presente?

No creo que el tiempo pasado haya sido mejor o no. Sí creo que para construir el futuro hay que visitar el pasado y tomar de él lo que es útil. No se puede inventar una nueva música de la nada, como no se puede inventar una nueva sociedad. Las sociedades y todo lo concerniente a ellas, incluido el arte de la música, se desenvuelven en una suerte de evolución histórico-lógica, donde aplican leyes filosóficas que son inexorables. Y aunque a veces pasemos por períodos de necesaria ruptura, inherentes a todo progreso, insisto en que, hasta para negar el pasado, tienes que conocerlo.

Créeme que, en materia de música, Cuba es como una gran enciclopedia: hay mucho que aprender de nuestros ancestros. El arte musical cubano es herramienta visitada por grandes músicos nacionales y del mundo entero. Es a la vez, fuente de varios géneros que después consumimos con otros nombres.

En línea general, he sido ecléctico al tratar la música en mi carrera. He ido tomando lo que me ha resultado útil en cada momento, sea por su abrumadora belleza o por su orden lógico. Si está en algún lugar del pasado, pues allá voy a buscarlo.

Augusto Enríquez. Foto: Facebook.

Es evidente su interés por traer a la actualidad temas y estilos de épocas anteriores. ¿Son siempre aceptadas esas propuestas por las disqueras o todavía existe recelo?

Prefiero generalmente las canciones u obras que se apegan a mi formación estética. Me siento más cómodo interpretándolas, lo cual no quiere decir que no aprecie obras más actuales y que las pueda cantar o grabar en cualquier momento.

El tema de las disqueras es tan largo que podría resultar tedioso. Solo te diré que los productores del mundo de hoy, sean disqueros, radiales, televisivos o de redes sociales deciden en gran parte lo que será moda. Ellos responden, a su vez, a intereses de compañías que defienden cierto tipo de entretenimiento que proporciona mejores ganancias. Los buenos productores buscan tendencias y las tratan de imponer, de eso viven. Si pegan, se quedan. Entonces, el artista queda ante la disyuntiva de seguir lo que ya acuñó el llamado mercado o hacer lo que realmente le dictan su gusto estético y las posibilidades artísticas. La primera opción es ligeramente más factible, pero corres el riesgo de terminar como un producto más. La segunda es, a mi entender, más auténtica y espiritualmente suculenta, pero de camino más escabroso.

En mi caso, no creo en las tendencias: yo hago la música que quiero, la que me toca el alma. Por supuesto, dentro de ciertos cánones éticos y estéticos.

09 .-Cuando cuando  - Augusto Enriquez

¿A estas alturas se siente completamente maduro?

La conciencia de madurez es un hecho relativo. Claro que me considero una persona más madura que hace 35 años, cuando comencé mi carrera artística profesional, por supuesto que sí. He andado y desandado caminos suficientes como para tener algo más de experiencia.

Decir que estoy en el pináculo de mi madurez sería un error. Todavía aprendo, y créeme que mucho: de los jóvenes, de las nuevas corrientes de la música internacional, de obras clásicas que me fascinan y me muestran un nuevo camino. Creo que la actitud de madurez completa debe evitarse, porque a una vez en ella, corres el riesgo de dejar de soñar. Siempre recuerdo la célebre frase del doctor Gregorio Marañón que decía: “Vivir no es solo existir, sino existir y crear; saber gozar y sufrir, y no dormir sin soñar; descansar es empezar a morir”.

Las nuevas ideas, provenientes de nuevos anhelos, son motor importante de la vida. Hay que explorar, experimentar, creer, ser entusiasta, aprovechar los estados emocionales que te lleven por nuevos caminos y te abran puertas increíbles que ni tú pensaste que podías abrir. Detrás de esas puertas hay siempre más que aprender, de manera que tus sueños se convierten en algo así como una eterna espiral de emociones y conocimientos que terminan, para ti, con tu muerte.

Creo que sí, que ahora soy algo más maduro, pero no lo suficiente para decir que tengo todas las verdades, ni siquiera en lo que supuestamente soy experto.

Hace años me dijo que defender su verdad ha sido una tarea difícil…

Sí, el precio ha sido alto. Decidí renunciar a la popularidad cuando estaba en la cumbre, a finales de los años 80 y principios de los 90. Me di cuenta de que eso no era lo que yo quería. A mí nunca me importó ser protagonista, parece mentira, pero es así: nunca me interesaron los protagonismos.

Disfruté una etapa con el grupo Moncada, bella, y en la que aprendí muchísimo. Pero ese no era mi único objetivo, yo quería explorar otros caminos.

Incluso cuando me fui de allí, no estaba muy claro de lo que iba a hacer, pero sabía ya que ese argumento se había agotado para mí. El argumento “popularidad” en Cuba ya se había consumido, no iba a ninguna parte, iba solamente a cerrar un círculo vicioso, como el perro que se muerde la cola.

Yo no había dejado la medicina para terminar haciendo el deseo o las ideas de otros, por muy famoso que me hiciera. Me había graduado en 1985 haciendo un gran esfuerzo y, sacrificar tanto tiempo de estudio y trabajo duro solo valía la pena si lo empleaba en algo que satisficiera mi necesidad creativa y me permitiera llegar una vez más al temido punto de no retorno. Replantearme el camino nuevamente e intentar crecer: esa es, a mi entender, la quintaesencia de la vida.

Me queda la duda, ¿por qué no siguió ejerciendo como médico?

Hablando de puntos de no retorno, no volví a ejercer la medicina porque el tiempo y los hechos en el terreno de trabajo lo fueron decidiendo. Además, ya el “bichito” de la música me había picado, por lo cual tenía que seguir “curioseando”. Me fui, como lo hacen algunos deportistas que participan y ganan algún campeonato importante e inmediatamente después se retiran.

Fue, sin embargo, una decisión difícil, triste, porque amaba la medicina, a la que había dedicado tanto tiempo de mi juventud y, además, con buenos resultados académicos.

Augusto, ¿cómo usted concibe un proyecto, sin que sea repetitivo y cumpla, si no con todas, al menos con la mitad de sus expectativas?

La piel bien curtida es materia prima segura para hacer buenos zapatos. Del mismo modo, son los compositores y sus buenas músicas los que sugieren la idea estética de mis producciones. El autor musical generalmente intenta no repetirse. Yo escucho, trato de descifrar el mensaje de diferenciación implícito y lo interpreto según mi gusto y posibilidades de soñar. Como siempre ando explorando un camino diferente, no es trabajoso que mis producciones no sean repetitivas. “Vestir” canciones es muy laborioso, pero resulta entretenido si logras descifrar las intenciones del autor y el contexto en que fueron compuestas, y las usas para hacerlas llegar renovadas al público, que es el objetivo principal de tu trabajo.

Nunca sabes al ciento por ciento qué impacto tendrá una canción o álbum en el gusto del público. La música, como arte al fin, navega en la subjetividad del llamado gusto estético del consumidor. Siempre estás expuesto a la crítica porque los receptores son diferentes entre sí. Creo que cumplir con las expectativas tiene más que ver con el hecho de que, al final de tu producción, creas que lograste ver la mayor cantidad de tus ideas plasmadas en la obra. Después es solo esperar que al público le guste, lo cual sería más bien cumplir con sus expectativas.

¿Por qué dice que no es un compositor prolijo? 

Componer es un arte en sí. Es verdad que he tenido algunas canciones muy exitosas, pero para ser un compositor sólido necesitas un talento especial que, para mí, se resume en saber contar una historia, tener la habilidad de sintetizarla de modo que el mensaje en música y texto sea sublime. La realidad es que una canción solo te da tres o cuatro minutos para lograr todo esto.

La necesidad de componer la tengo, pero algunas veces pienso que mis ideas no están a la altura y, entonces, me dedico a interpretar las canciones de otros.

Creo que la esencia misma de la cultura nace del empeño colectivo. Es en ese sentido que me propongo cada día dar mi granito de arena al desarrollo de la cultura de mi país, en lo que mejor sé hacer. Soy cantante, músico, productor musical y, cuando logro una buena canción, también, compositor.

Hablemos de Luciano Pavarotti. ¿Qué representó conocer a esa “persona de alma límpida”, según sus propias palabras? ¿Le ayudó a ascender musicalmente?

Conocer al maestro Luciano Pavarotti fue uno de mis sueños cumplidos. Fue un buen amigo. Su gran generosidad todavía me asombra. Trabajamos mucho para lograr la interpretación de una vieja canción italiana adaptada a danzón y mambo. Algún día contaré cómo fue posible el encuentro. Lo más importante para mí es resaltar lo buena persona que el maestro fue. Los resultados fueron fabulosos. Cada vez que veo el video, sonrío; me hace recordar las simpáticas pifias en los ensayos y cuántas fueron las carcajadas.

Si hablas de ascenso en mi carrera musical, te diría que esta experiencia me puso, de cierta manera, en la historia. No por mí, sino por la relevancia del hecho en sí.

Cuando ha compartido escenario con estrellas como Joan Manuel Serrat, Sting o James Brown, ¿pueden quedar todavía algunas deudas internas? ¿Existe un propósito profesional hasta ahora inalcanzable?

El hecho mismo hecho de haber cantado con ellos es un propósito hoy inalcanzable. Ahora tengo deudas y metas, pero conmigo mismo. Para lograr hacer el trabajo que me enorgullece, dediqué más de 30 años a viajar, estar ausente de mi familia y de mí mismo, durmiendo cada noche en un hotel de una ciudad de un país diferente, trabajando en una industria que te exige cada día más. Es tan bella la relación que llegas a establecer con tu público, que decides sacrificar hasta tu vida por él.

Pero hay un momento, a veces tarde, en que comienzas a ver cómo tu salud sufre y se deteriora. Entonces te toca decidir si seguir, apartarte por un tiempo o retirarte. Tocar música, cantar, grabar y actuar son algo así como sanas adicciones. Adicciones al fin, terminan haciéndote perder ocasionalmente razón y objetivo. Entregas mucho a cambio de subirte al escenario y dar lo que tienes dentro, que es una energía muy singular y potente, o grabar discos eternos donde plasmar todas tus ideas y sueños. Si no te detienes un día, puedes terminar afectando a todo lo que más quieres: tu salud física y mental, tu familia y tu vida toda.

Pero me preguntas de propósitos profesionales. Bueno, estoy en el camino de cumplir uno de ellos. Siempre quise enseñar. Eso me resultaba inalcanzable, por estar siempre de viaje. Ahora estoy finalmente cumpliendo el sueño. Tengo mi propio estudio, donde enseño canto y performance. Además, soy profesor en un colegio universitario en Nueva Escocia, Canadá. Hasta ahora me va muy bien, pero es un proyecto todavía en construcción. Ya te diré en el futuro.

¿Hay una valla que separe al Augusto creador del esposo, amigo…? ¿O hay momentos en que el artista debe parar para dar paso a otras obligaciones?

Casi violando reglas que no están escritas sobre el supuesto empaque social del artista, he tratado de vivir mi vida dentro de una normalidad posible. Voy a botar la basura, compro en la bodega o el supermercado; hablo con la gente de cualquier tema, me visto como cualquier otra persona; soy amante de mi esposa, mis hijos, padres, familia y amigos. Me dejo aconsejar con facilidad; no creo tener la verdad, discuto con pasión defendiendo lo que creo, ya sea con un ministro o con mis socitos del barrio; no creo en poses.

Respeto las ideas y pensamientos de los demás, no importa la procedencia, mientras se respeten mis opiniones, que se enriquecen a través de la diaria lectura y el debate inteligente y sano. Me gusta estar entre la gente, ser parte de lo que se mueve, de los anhelos de otros, que también puedo hacer míos. Siempre he dicho que mi trabajo tiene como diferencia la promoción en los medios como una necesidad. Pero no soy más importante por eso. Los médicos y los maestros lo son. El que me atiende en una oficina y el que crea una vacuna para proteger mi vida son verdaderamente importantes, solo que ellos no tienen el milagro de los medios pendientes todo el tiempo de lo que hacen.

Me gusta ser felicitado por mis logros; claro que también acepto ser criticado por mis errores. Mi vida de artista termina cuando llego a la casa, al barrio, cuando atiendo mis obligaciones de padre, hijo, esposo, amigo.

Concierto  Augusto Enríquez

 

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