Cándido Fabré, necesario para la fiesta

En estos días finales del año su voz se escucha en distintos hogares, sobre todo en la zona oriental del país.

Cándido Fabré. Foto: tumimusic.com

No es solamente uno de los mejores improvisadores de Cuba, es también un fecundo compositor, un intérprete  alejado de lo estándar. Tiene una voz rasgada que espanta a determinados oídos acostumbrados a la exquisita afinación. No tuvo una formación musical en conocidas academias pero tiene el don que no le es dado a todos: hacer música de un modo natural, espontáneo. 

Están los que entonan canciones de Sabina y Serrat, los que consumen tragos de trap, los victroleros… pero en estos días finales del año, por ejemplo, su voz se escucha en distintos hogares, preferentemente en la zona oriental del país. Fabré hace la fiesta, es un complemento indispensable cuando se decide amanecer entre baile y trago. 

Cándido Fabré, queremos guarachar contigo

Cuando Cándido convoca, la gente acude y eso tampoco se logra fácilmente. No es un extraño en los grandes teatros, pero cuando está al aire libre, se crece. Le canta a los apagones, a la escasez, a un famoso licor, a los infieles… Y la gente canta con él. No hay frases rebuscadas en sus temas ni textos demasiado complejos. Cándido toma prestado lo que está en la calle, le pone música y lo lanza.

Como Fabré, los cronistas musicales han abundado a lo largo de nuestra historia. 

Oscar Luis López nos recuerda en su libro La Radio en Cuba que en 1932 Félix B. Caignet estrenó la canción “El ratoncito Miguel” cuya letra el pueblo cantó como protesta a la tiranía de Machado: “La casa está / que horripila, y mete miedo de verdad / y usted verá / que hasta de hambre un ratón se morirá”.  O aquel son-guajira de Don Ray Mat: “El cañonazo”, de gran popularidad cuando el gobierno de turno suprimió la tradicional ceremonia para ahorrar pólvora. 

Otros creadores más contemporáneos siguieron esa tradición como Juan Formell y Adalberto Álvarez inspirándose de lo que pasaba en el solar, en una esquina habanera, alimentando el refranero popular con aquello de: “La Habana no aguanta más”, la “titimanía” o aquello de que “voy a pedir pa´ti lo mismo que tú pa´mí”… y así, un largo etcétera.

Cándido Fabré se define como un hombre de pueblo: “Ese que ahorita conversó contigo un poco / y hasta le gritaron loco / yo soy el hijo de Cita. / Ese  que siempre tiene presente / una frase de cariño / cuando lo aclaman los niños, / cuando la aplaude la gente. / Yo soy aquel, aquel soy yo”.

A pesar de no tener una presencia regular en los grandes eventos y conciertos que se realizan exclusivamente en La Habana, logró posicionarse con su orquesta entre los más conocidos. Sin embargo, los responsables de internacionalizar su figura no se percataron del potencial que tenían en sus manos, de lo provechoso que hubiera sido para la música cubana “explotar” a un repentista como él.

¿Acaso porque decidió vivir en la ciudad oriental de Manzanillo? Hace años le preguntamos, y nos dijo:

“Yo me proyecté desde el Oriente y ocupé un puesto nacional. La gente aprendió a reconocer a Cándido Fabré con su obra desde la Original de Manzanillo  y sin la Original. Lo que hicimos Pachy Naranjo y yo fue irrepetible e inolvidable. Manzanillo me ha hecho más fuerte, más digno. Desde aquí logré imponerme. Uno tiene que estar seguro de sí mismo. Alguien tiene que quedar de este lado y yo soy el representante de todo el Oriente. No el mejor, pero sí el de mayor connotación”.

A Cándido le han cantado importantes soneros dentro y fuera de Cuba. Pensemos en Adalberto Álvarez, la Orquesta Aragón, Willy Chirino, Isaac Delgado, Haila Mompié… Y en toda esa larga lista un nombre sobresale: Celia Cruz. Un tema interpretado por “La Reina” es un mérito irrepetible y Fabré lo tuvo, compartido con César Pedroso, Pedro Luis Ferrer y otros.

Más de cuarenta años dedicados a la música, un millón de anécdotas entre fiestas populares que van desde Baracoa (Guantánamo) a Los Palacios (Pinar del Río). Algunas “polémicas” de muy bajo nivel, condecoraciones, cariño popular… Hay que ser muy Cándido Fabré para tener  talento y renunciar a ciertos privilegios por buscar un sombrero de yarey.

“A Cándido la gente lo quiere porque lo quiere, me lo he ganado con mucha dignidad”, nos confesó.

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