¿Comprendo o no comprendo?

A lo mejor Comprendo no me hubiera dicho a mí, por mujer, algunas de las cosas que le contó a Néster Núñez en la breve conversación que surgió, espontáneamente, mientras se tomaban sendas tazas de café en una acogedora cafetería cerca del Parque de La Libertad, en Matanzas.

Escuchar la grabación e interesarme enseguida por escribir este artículo, fue la misma cosa. Y es que a lo mejor, por ser mujer, sus sencillas palabras me llegaron hondo, allá donde el corazón se compadece por cualquiera que sufre un fracaso de amor, la nostalgia por lo que no fue y quizás no será, la pobreza material, la desilusión, el abandono…

A través de este personaje, este músico autodidacta que pertenece a Matanzas como Matanzas le pertenece a él, he recibido una lección de esperanza, de fe, de cariño, de confianza en la propia autoestima, en el propio valor, en el prójimo. Algo más que importante en una ciudad, un país, un planeta, donde anda de fiesta la cordura.

Yo no comprendo por qué la vida no me complace…

C: Todo el mundo añora el amor, yo soy feliz así. Si no me quieren y tengo que pagar, no soy feliz, porque estoy pagando por un rato de placer. Sí, me doy el gusto con una mujer, pero en el fondo digo: si no tuviera que pagar fuera más feliz.

N: Sí, porque hay un sentimiento por medio.

C: Me buscan por amor, aunque yo estoy viejo no importa, los viejos también tenemos derecho a la vida.

…con un cariño puro y sincero

N ¿Cuándo fue que compuso algo por primera vez?

Cuando me divorcié, pero yo no estudié música. Sufrí el divorcio porque tenía a mi hijo chiquitico, de brazos. Me dio lástima divorciarme pero tenía que hacerlo. No había amor entre la que fue mi señora y yo, y si no hay amor en una pareja es mejor separarse. Y me dediqué a la música.

N: ¿Y usted trabajó en Varadero?

C: En el Hotel Internacional, con la orquesta del cabaret. Ellos me montaron un bolero hace años, Comprendo y no comprendo y todos los días iba para allá. Ellos me decían: “Venga para acá que usted está solo y allá en Matanzas va a pasar trabajo; aquí nosotros le damos desayuno, almuerzo, comida, si quiere quedarse una noche le damos una habitación para que duerma ahí”, y yo decía: “No, no, no, yo me quedo con el portero”. Pero tuve que quedarme una noche allí, para no venir con bultos para Matanzas. A veces tenía que quedarme a ensayar ese mismo bolero, que se hizo famoso. Todas las noches lo ponían en el cabaret, en el bailable. Venía gente de La Habana, a todo el mundo le gustó. Los mismos músicos me decían: “Venga mañana para que lo oiga de nuevo, se lo vamos a volver a tocar porque alguien lo va a pedir”. Los mismos trabajadores le pedían al director de la orquesta el bolero mío, gracias a dios, y yo me sentía bien.

N: ¿Qué orquesta era la que tocaba allí?

C: La orquesta del Hotel Internacional. Allí lo que había eran musicazos. Algunos se fueron para los Estados Unidos. Un trompetista, el saxofonista, un pianista de Cárdenas… A ellos les gustó el bolero mío, se esmeraron cuando lo estrenaron. Después, como lo tocaban todas las noches, ya se lo sabían hasta de memoria y no tenían que tocar por papeles. Gracias a dios me abrí camino con ese bolero.

N: ¿Y qué se le ocurre primero, la melodía o la letra?

C: Yo hago la letra primero y ella misma me da la melodía, casi al unísono. Cuando estoy convencido de que tiene sentido, contenido, a esa misma letra yo le busco la melodía, la vuelta le doy, gracias a dios.

N: ¿No le ha dado por componer reggaetón y esas cosas?

C: ¿Para qué? No voy a llegar a las personas mayores. Puede que llegue a la juventud nada más, y ya. ¿Quiénes son los que valoran la buena música del mundo? Las personas mayores, la juventud no. La juventud no valora la música que oye. Nosotros los mayores sí le damos valor a una canción. Yo trabajo para personas mayores. Si algún joven oye algo que yo haya compuesto y le gusta…me alegro en el alma. Si no le gusta… a alguna persona mayor le va a gustar. O a algunas.

Es que comprendo que en mi vida no existe suerte.

N: Antes, los turistas le compraban algo…

C: Algunos se han llevado algunas partituras y me han dado 20 cuc, 10, 5, pero están últimamente… Vienen muy poco. Es que todo les cuesta. No es que no quieran a veces ayudarlo a uno con un dinero.

Seguramente no he luchado

N: ¿Pero quién dice que las canciones suyas no están por ahí tocándose en otros países?

C: Sí, se tocan, por Canadá, por Estados Unidos, por España, grabadas en discos compactos. Le sacan producto pero no son capaces después de mandarme un buen regalo. Algunos extranjeros sí, me mandan algún dinerito, cincuenta euros me han mandado, unos alemanes, hace años. Cincuenta euros me mandaron dos veces, me han mandado camisas, cuerdas, guitarras americanas buenas…

…tampoco he logrado acercarme a ti.

N: ¿Hay buenos músicos en Matanzas ahora?

C: Sí, Matanzas tiene joyas de la música, maestros de la música, lo que viven aquí, no todo está en La Habana. En La Habana hay musicazos, gente que sabe, José Luis Cortés el de NG la banda, ese es un señor músico. Pero Matanzas tiene buenos músicos también, lo que están aquí, no quieren irse para la capital. La Habana no es todo. Aquí está Varadero también. El buen músico se va para Varadero, se pone a tocar en Varadero y ya.

Yo no comprendo qué ha sido mi vida

N: Ya no tiene guitarra

C: No tengo ni una, las vendí. Se las vendo a los muchachos que quieren aprender a tocar, resuelvo un dinero para comer, para el café y los cigarros… La misma aventurera esa que tengo me saca 2 cuc cada vez que va a darme una vuelta. Una trigueña, joven, tremenda cara. Vale la pena, sí, sí, me sacrifico. A mi edad vale la pena de vez en cuando…

… tal vez un día ese cariño he de lograr

N: ¿Y el cuarto dónde está?

C: Ahí en Manzaneda. Está malo. Yo mismo estoy arreglándole un poco las puertas, está muy malo. Yo invento mis tablitas y mis puntillas y mi martillo y consigo un serrucho prestado y voy reparando lo más malo, lo más feo, me da pena, yo vivo en un pasillo pero viven otras personas. Y allí entra mucha gente y preguntan: “¿Dónde vive Comprendo?”. Van a ver mi cuarto que está todo destartalado y dicen “¿Y ese hombre, que compone música, vive ahí?” Va mucha gente buscándome, extranjeros… Yo me siento querido ahí y aquí también. Hay quienes viven en un palacio y no son felices. Y yo tengo un arte. Yo tengo un arte en la vida que dios me dio.

N: Seguro.

…estoy seguro que tu cariño me hace falta.

C: ¿De dónde tú me conoces?

N: De aquí de Matanzas, del Parque… Tengo un amigo que es amigo suyo. Nos hemos visto en su casa…

C: Ya sé, el que pinta, él es amigo mío y me ha ayudado a veces con algún dinerito. Tengo otro amigo que pinta, el hijo de Alberto Mederos, el pintor. El chiquito le salió pintor y quiso pintarme a mí en un cuadro. Fue allá donde yo vivo, me llevó un traje negro, me hizo ponerme el traje, me llevó una guitarra, me hizo coger la guitarra y me tiró varias fotos. Alberto, el padre, me dijo que iba a exponer una tesis en la ACAA, este jueves que viene creo que no, el otro más arriba. La madre del chiquito también me dijo que no dejara de ir para que vea el cuadro donde estoy pintado yo, para que pase un rato con ellos, que me voy a sentir como en familia, porque ellos me han ayudado. A veces yo no he tenido para tomarme un café y me han dado unos pesitos y me han dicho “Coge, para que te tomes un café”. Y se lo ganan a uno, hay que estimular a las personas también. Nadie se levanta de la cama por ti…

N: ¿Y esa canción que tiene en la mano es nueva?

C: Sí, es nueva. Esa la coge Oscar de León, Willy Chirino, un salsero de esos y…

…lo necesito…

N: Esa es una de las mayores aspiraciones de uno, ¿verdad?

C: Nadie sabe hasta dónde puede llegar algo. En la vida lo que hay que tener es fe en lo que uno es capaz de hacer. Yo creo en dios. Está sencillo el numerito, pero es refrescante, alegre. A lo mejor va al Somavilla. Yo tengo más números para haber grabado en el disco, pero con uno se gana y con uno se pierde, el jurado va a sacar uno solo nada más. Grabar 3 números en un disco de esos no es fácil, son distintas melodías… Confío en dios, que dios me ayude a ver si aunque sea…

…si lo tuviera sería feliz

N: ¿Y ahora qué va a hacer?

C: Yo almorcé ya. La iglesia de Los Carmelitas me da almuerzo. Tempranito nos dieron el almuerzo, en una vasija. Me lo llevé para mi cuarto, me lo almorcé, cerré mi cuarto y vine para acá. Ahora voy para la biblioteca a sentarme ahí a hacer música.

N: Bueno, Comprendo, ha sido un placer hablar con usted. Suerte.

C: ¿Te gustó el numerito?

Después que escuché las últimas palabras de la grabación, me di cuenta de que me faltaba un dato, pasado por alto, quizás, debido a que el entrevistado es un personaje bien conocido en la ciudad donde aún “suspira por Isa el alma de Milanés”. No tenía el verdadero nombre de Comprendo.

Acudí a la misma cafetería donde Néster Núñez realizara la entrevista. De las tres mujeres que estaban allí, ninguna conocía el nombre de pila de este singular músico.

Sabía que de un momento a otro lo encontraría y continué indagando en los alrededores del Parque de La Libertad. Todos conocían a Comprendo pero nadie podía contestar mi pregunta. Un par de personas creía recordar que era Armando, pero no tenían la certeza.

Un rato después, en una segunda vuelta que me di por la Biblioteca Ramón Guiteras, casi me tropiezo con él, saliendo del portal que habitualmente utiliza para escribir sus canciones, intentar venderlas a algún turista, conversar, saludar, sonreír, meterse más en el alma de esta ciudad que no puede vivir sin estos personajes de leyenda que salpican y honran nuestra matanceridad con su presencia, su arte, sus ocurrencias, sus corduras, sus ¿locuras?…

Como el día en que fue entrevistado, Comprendo llevaba encima una guayabera que alguna vez tuvo un color, y en la mano una bolsa azul de naylon, donde quizá guarda sus partituras y lápices, su vasija de los almuerzos, o sus sueños, sus kilómetros de esperanza y de fe.

-¿Que cómo me llamo? ¡Comprendo! Aquí todo el mundo me conoce.

-El apodo no, su nombre de verdad.

Comprendo se rasca la patilla, me mira como buscando detrás de mis ojos alguna profunda verdad, y de momento desiste. Para él la vida es más llana: no importa cuáles sean las razones de esta desconocida que indaga por su nombre:

-¿Tú sabes que abrieron una cafetería particular más buena ahí en la esquina? Lo que pasa es que el café lo cobran a cinco pesos.

Sonrío, admirando su argucia, y lo invito. Cuando la muchacha lo ve entrar, lo regaña:

-¡Pero Comprendo, te va a salir una úlcera! ¡Ya vas por cinco!

-Ná, es que acá la amiga me invitó. ¿No te parece bonita?

Se voltea hacia mí, extiende la mano y dice:

-Mi nombre es Armando Aguiar Fre, mucho gusto. ¿Y el suyo?

Aquí no viven
Aquí no viven

 

 

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