Covers en el rock cubano: el imperio de la nostalgia

A 25 metros de la estatua  de John Lennon, en la esquina de 17 y 6  del Vedado, La Habana tiene un espacio donde se vive la historia y la nostalgia musical. “Help! I need somebody / Help! not just anybody”, se lee en las paredes. Cada lateral del club nocturno El Submarino Amarillo está estampado con antológicas canciones de Los Beatles y es una recreación gráfica de Los 4 de Liverpool la imagen que recibe a los visitantes.

En este lugar hay un ambiente intimista y un escenario por el que pasan cada noche, de martes a domingo, agrupaciones que cultivan el pop-rock de las décadas de 1960 a 1990, mayoritariamente. No hay una pista para bailar, pero eso no es impedimento para la mayoría de los visitantes.

El sótano rockero del Vedado es uno de los pocos lugares exclusivos para disfrutar del género en las noches habaneras, pero es un espacio donde solo hay lugar para los covers, esas versiones de clásicos internacionales que están marcando una tendencia dentro del rock cubano actual. Hoy existen más grupos tocando temas de otros que presentando un repertorio propio.

Tras 12 años en la dirección de Tesis de Menta, Roberto Perdomo cree que el estado actual del rock’nroll en Cuba “no es bueno” y que los covers son “la muerte de la creatividad y de un legado”.

“Hay muchos grupos que eligen ese camino por problemas económicos. Con otro espacio como el Maxim Rock cerrado, los lugares para difundir el género son casi nulos y los pocos que funcionan exigen tocar solamente clásicos de otros”, le dice a OnCuba.

“No tengo nada en contra de los que versionan, incluso referentes universales como The Rolling Stones o The Beatles comenzaron así; lo que me resulta preocupante es que se queden simplemente en eso.  Si se recuerda la explosión vivida en la Isla en los años ‘80 y ‘90  con la aparición de Lucha Armada, Perfume de Mujer, Extraño Corazón, Zeus… y se compara con la actualidad, creo que se percibe el retroceso claramente”, apunta.

Zeus, con una trayectoria de 27 años, es uno de los exponentes de mayor calibre del ‘trash metal’ en Cuba. Dionisio Arce, líder de una banda que en los ‘80 fue capaz de convocar a más de 4 mil personas con la única  promoción disponible entonces (pasar la noticia de boca en boca) insiste en que apenas hay espacios donde puedan tocar grupos como el que dirige.

“Los escasos sitios disponibles demandan la interpretación de versiones. Especulo que estos lugares prefieran los covers porque así atraen a un público con mayor poder adquisitivo. El Metal, heavy o hard rock agradan a espectadores más jóvenes, que apenas tienen solvencia monetaria.

“Esta restricción está ahogando a lo auténtico”, sentencia Dionisio.

Una noche de espectáculos en el Submarino Amarillo.
Una noche de espectáculos en el Submarino Amarillo.

En el 2016 ya pasó la época más cruda de la intolerancia hacia el rock en Cuba. En algunos sectores sociales perviven prejuicios, aunque ahora es mucho menos problemático (en lo simbólico) tener una banda y dedicarse al rock. Sigue cerrado el icónico Patio de María, pero persisten festivales en diversas ciudades del país. Las disqueras oficiales no producen casi nada del género, sin embargo grabar ya no es una quimera gracias a las nuevas tecnologías y los estudios caseros. La televisión nacional coloca clips promocionales; históricas bandas han tocado en Cuba (Sepultura, The Dead Daisies y, por supuesto, los Rollings) No obstante, algunos rockeros cubanos hablan de involución.

“Este género tiene que ser comprometido, contestatario, inconforme. Tiene que sentir su realidad y gritarla. A mucha gente le interesa que los grupos de rock versionen temas de otros porque no verbalizan una realidad propia, y si no verbalizan no hay nada que criticar”, insiste Perdomo, el director de Tesis de Menta.

“Si Fito Páez, Charlie García o  los ingleses y estadounidenses dejaron su marca en la música es porque han defendido un repertorio con canciones propias. Si no lo hacemos, involucionamos”, apunta.

Guillermo ‘El Guille’ Vilar es quizás una de las figuras públicas más relacionadas con el rock en el imaginario social del país. Director del célebre programa televisivo A Capella, es también el director artístico del Submarino Amarillo y no duda en reafirmar que a ese sitio no le interesan bandas con un repertorio original.

“No forma parte  de nuestra identidad. Nuestro público busca escuchar versiones. Y esa es una peculiaridad que nos diferencia de otros centros culturales como el Maxim Rock o El Sauce”, argumenta.

“El rock cubano no tiene el alcance del argentino, el español o el anglosajón. No ha demostrado que tiene la calidad suficiente para trascender, ni fuerza en  la pluma. Una cosa es tocar para vivir y otra es que guste, que te siga la gente. No me siento feliz al dar esta opinión pero no puedo decir otra cosa. Y me arriesgo a predecir que si probamos una semana en el Submarino sin tocar covers, haciendo solo la obra propia de grupos nacionales, no sería bueno el resultado. Me encantaría que el público hiciese cola para escuchar la obra de los músicos cubanos, pero no es así”, afirma Vilar.

Juanito Camacho es otra de las “etiquetas” del rock en Cuba. Locutor radial del programa Disco Ciudad, también equilibra sus miradas sobre el fenómeno de la coverización del rock en Cuba.

“Transitamos por un momento que no es bueno. Hay un desbalance evidente que favorece a los artistas que versionan. Es difícil vivir de tocar rock and roll  en el país, los grupos que surgen se inclinan por el camino de los covers, quizás como facilismo o aleccionados por las experiencias difíciles de sus antecesores, quienes apostaron por la creatividad y no tuvieron apoyo institucional, interés de las disqueras ni espacios para tocar. Resalto que ambas variantes no deben estar en choque. Solo que quienes amamos el género no queremos que la falta de creatividad desacredite al rock de autor”, confiesa.  “El mercado está moldeando un tipo de cultura: los covers atraen a un público más adulto que el metalero, con más ingresos y capacidades económicas  para consumir en los espacios nocturnos. Eso apunta a que  es más rentable tocar para quienes pueden  pagar dos cuc por la nostalgia”.

Juanito Camacho, director de Sabarock. Foto: Claudia Padrón Cueto
Juanito Camacho, director de Sabarock. Foto: Claudia Padrón Cueto

Bonus Track

Maritza y su esposo eligen el Submarino como destino cada fin de semana para escuchar la “música de la década”. De todos los centros culturales de La Habana prefieren este, que evoca a cierta caverna de Liverpool.

“Antes también frecuentábamos el Maxim Rock pero solo cuando estaban Eddy Escobar o La Vieja Escuela. Allí tocaban otros grupos de metal que no nos gustan. El rock cubano se limita a gruñidos que no entiendes. Además el público que prefiere ese estilo es un poco raro, gótico. A veces no te sientes cómodo rodeado de jóvenes que parecen disfrazados. Aquí el ambiente es distinto. Te mezclas con personas más comunes. Hay otro público. Nosotros no dejamos de venir cuando ella está. Esa muchacha —dice mientras señala a la cantante— tiene una voz envidiable”

Lisset tiene 25 años, es pequeña, delgada, pelirroja y parece aun más joven hasta que sube al escenario. Ella es la vocalista de Sweet Lizzy Project (SLP), banda que algunos seguidores habaneros consideran como una de las más recientes revelaciones en el mundo rockero del país y también con aceptación dentro del público más joven. Estos chicos, aunque comienza a tener un repertorio propio reconocido, también se dedican a versionar para hacer sus espectáculos.

Lizzy explica que interpretar temas ya reconocidos tiene claras ventajas: “permite la presentación en lugares de gran afluencia de turismo angloparlante y público cubano. A menos que la banda suene muy mal, recibirán con agrado lo que se les ofrece, si se selecciona bien el repertorio. No hay riesgo de que se rechace lo nuevo. Los grupos carentes de compositores, pueden insertarse”.

“Mi proyecto ofrece también una obra propia porque algunos de los integrantes tenemos inquietudes como compositores”, aclara.

“Me gusta tocar covers y no critico a quienes piensen lo contrario. Cada quien demuestra la música como prefiere, sin embargo como artista quiero compartir con el público cosas mías, lograr producciones discográficas. No desechamos ni una ni otra opción. No hay por qué reñir un estilo con otro”.

Sweet Lizzy Project, una de las revelaciones en el panorama rockero cubano.
Sweet Lizzy Project, una de las revelaciones en el panorama rockero cubano.
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