Cubadisco 2014: Música para los ojos

Apenas entiendo de música más allá de cuatro elementalidades imprescindibles para poder disfrutarla a plenitud, en sus más diversos géneros, desde mi percepción no especializada. De manera que mi acercamiento a la XVIII Feria Internacional Cubadisco, que se celebrará entre el 17 y el 25 de mayo, se relaciona sobre todo con el aspecto audiovisual de un evento cuyo slogan reza en mayúsculas su consagración a la Música, la Imagen y el Sonido. Además, la mayoría de los fonogramas suelen contener videos musicales, documentales, conciertos grabados en video o making of, de modo la música aparece acompañada de explicaciones, testimonios o representaciones que combinan íntimamente lo audiovisual y lo musical. Pero antes de entrar en este terreno, es preciso cumplir con un resumen de lo que fue la información sobre los nominados, ocurrida el martes pasado en Tropicana.

Luego de que se dieran a conocer los seis premios especiales, fuera de competencia, que este año entrega el concurso, comenzó la interminable lectura o mención de los nominados (cinco por lo regular) en las 46 categorías instituidas este año por el Comité Organizador del evento. Es un verdadero reto al ejercicio periodístico hacer resumen y destacar lo principal cuando la propia institución parece incapaz de abreviar y jerarquizar, y la sola lista de nominados ocupaba tres pliegos de un folleto preparado a estos efectos, es decir, doce cuartillas repletas de nombres, fotos de portadas, todo relacionado por categorías, algunas demasiado parecidas entre sí. Pero en fin, vale comenzar por donde mismo comenzó la institución.

Los seis premios especiales correspondieron a los discos Encuentro. El tres y el cuatro, de Pancho Amat y su Cabildo del Son junto a Ángel Martínez y Ensemble 4×4; Concierto Antológico de Santiago Feliú; Te doy una canción de Augusto Enríquez; Me dicen Cuba por Varios Intérpretes; Colección 30 años, de Liuba María Hevia y Volcán de Gonzalo Rubalcaba, Horacio Hernández, Armando Gola y Giovanni Hidalgo. De estos compactos los tres primeros corresponden a Producciones Colibrí, la casa disquera que ostenta el mayor número de nominaciones con un total de 96. Las otras productoras cubanas, Bis Music y EGREM, están mucho más abajo en el resumen totalizador de nominaciones.

Entre los músicos más nominados se encuentran el célebre guitarrista Pancho Amat y el pianista Ulises Hernández. Amat cuenta con un Premio Especial, como hemos mencionado antes, y además está presente en las categorías de Cancionística (acompañando a Argelia Fragoso en el disco Inesperadamente) y Música Tradicional (con Fiesta del Barrio y Veinte  Años) mientras que funge como productor en Respetuosamente, Teté de Teresa García Caturla; Si de son se trata de Ecos del Tivolí y Jóvenes treseros de Cuba de René Avich, San Miguel Pérez y César Hechavarría. Ulises Hernández figura en los créditos, sobre todo como productor, de varios álbumes nominados en varias categorías como Julián Orbón. Grupo de Renovación Musical y Páginas de vida, música camagüeyana del siglo XIX.

Sin embargo, la gran sorpresa en la tanda de nominaciones provino de las seis nominaciones de la producción Madre Tierra, del joven jazzista Michel Herrera, en las categorías de Jazz, Concierto Audiovisual, CD-DVD, Video Clip, Making Of y Notas Discográficas, mientras que lo culto y lo popular se entrelazan amigablemente en Y como ayer… hoy. Un homenaje a Benny Moré de Sory, Tonadas Campesinas por Varios Intérpretes, yColección Música Catedralicia de Cuba, de Camerata Vocale Sine Nomine y la orquesta del ISA, tres discos que lograron acumular cinco nominaciones cada uno. También se reconfirmaron los augurios sobre el posible triunfo, en varias categorías, incluida la mayor, de Sacrilegio, un álbum doble de versiones emprendidas por Ernán López-Nussa que, al decir de Leo Brouwer, “ha tomado clásicos como Beethoven o Bach, White o Cervantes, y los devuelve como arte de la variación, añadiendo ciertos guiños de la cultura extramusical  para completar —con humor— estas versiones realmente ejemplares”. Sacrilegio fue mencionado en Jazz, Antología de Versiones, CD-DVD, Grabación.

Entre las categorías más reñidas, a punto tal que debieron incluir seis nominados en vez de cinco como dicta la cordura, se encontraron los apartados de jazz, jazz cubano y música popular tradicional, entre los cuales destacan los ya mencionados Sacrilegio y Madre Tierra además de Pacheco´s Blues (Jorge Luis Pacheco) en jazz cubano, y los cuatro discos de Pancho Amat nombrados antes, en el apartado de música popular tradicional. La Música Popular Bailable también tuvo un buen año y el resultado es que la lista de sus nominados parece una selección todos estrellas: Adalberto Álvarez y su son (Respeto pa los mayores), Manolito Simonet y su Trabuco (Sin freno), David Calzado y su Charanga Habanera (Se sufre pero se goza), Pupy y los que Son Son (Sin límite) y Paulo FG y su Élite (Abre que voy).

Como fenómeno cultural que rebasa el Cubadisco destaca el ostensible regreso de las cantantes, que este año desbordan la categoría de Cancionística, un apartado donde a veces ha sido difícil, o imposible, llegar a los cinco nominados. En ese relieve, dentro y fuera de la canción como género, destaca la finura y el virtuosismo de Beatriz Márquez en ese disco grabado en vivo que se llama Espontáneamente, y a la lista de impresionantes “regresos” se suman Argelia Fragoso con la señoría de Inesperadamente, Osdalgia en pleno dominio de sus facultades con  Desde el cine, Telmary con ese desborde de improvisaciones que es Libre, Haydée Milanés (En el Chaplin), Liuba María Hevia con José María Vitier (Se dice cubano), Sory (Y como ayer… hoy. Un homenaje a Benny Moré), y conste que estos discos aparecen con frecuencia postulados en más de una categoría, de modo que sus calidades exceden los límites de lo correcto, habitual y genérico.

Finalmente, sobre el aspecto audiovisual, debe aclararse que en este concurso se premia no solo la coherencia, búsqueda, profundidad y eficacia del Videoclip, Documental y Making of en sí mismos, sino la capacidad de sus creadores para subordinarlo creativamente a un álbum, y por ende, a la imagen y posibilidades de un músico o cantante. Así, los video clips La cuenta no da, de Manolito Simonet y su Trabuco (Rudy Mora y Orlando Cruzata) y La buena suerte, de Ernesto Blanco (David Rodríguez y Víctor López), juegan con conocimiento la carta de la espectacularidad, los efectos especiales y las superposiciones de múltiples sentidos, mientras queEste amor que se muere, de Beatriz Márquez y Juan Formell (Ian Padrón), My Funny Valentine, de Michel Herrera (Manuel Ortega) y Negrita mía, de Jorge Luis Pacheco intentan más bien solventar con muy diversos recursos, las limitaciones espaciales y de recursos. De todas maneras, los cinco nominados marcan hitos en las carreras de los respectivos intérpretes, porque ninguno de ellos había contado, hasta donde yo recuerdo, con videoclips tan vigorosos y convincentes en cuanto a la expansión en imágenes de un tema o de un disco.

Particularmente Este amor que se muere, cantado, interpretado, sentido a dúo por Beatriz Márquez y Juan Formell, en videoclip de Ian Padrón, representa ese tipo de obras de pequeño formato, intimistas y de concierto que muy raramente ganarían alguna mención o premio en los Lucas, usualmente decantados por emprendimientos más espectaculares y de la gran escena. Discreto, como conviene al propósito de reflejar la contenida emoción de los intérpretes, el trabajo de cámara y edición intenta hacerse invisible, y que llegue al espectador, en estado puro, la tremenda energía de dos intérpretes tocados por la gracia, amén de personalidades insoslayables en la música cubana de los últimos cuarenta años.

En cuanto al documental, creo que la mayoría carece de la intención de trascendencia que caracteriza al género cinematográficamente hablando. Suelen ser testimonios sobre los artistas, explicaciones biográficas o musicológicas, combinaciones de crónicas y reportajes, pero en muy pocos casos puede hablarse entre los nominados de un documental que conserve valores una vez escindido del disco en el cual se inserta. Entre los notables está Identidad, que Lourdes de los Santos dedicó a una compilación de obras de Sergio Vitier, y el muy gracioso y bien pensado De que Van… Van, dirigido por el joven Héctor David Rosales, que registra el acontecimiento latente en el homenaje-concierto de La Colmenita a la locomotora de la música popular bailable cubana.

De todas maneras, estos documentales nominados, y otros varios que hemos visto en estos días dentro del Cubadisco, debieran ser motivo de habituales programaciones y repeticiones en nuestra televisión, y enriquecer los empobrecidos y repetitivos musicales con que nos aburren. Estas son obras que en la pequeña pantalla encontrarían un idóneo y valioso contexto de divulgación cultural, de modo que resulta incomprensible por qué nuestros directores de programas, con el apoyo de los asesores, prefieren incluir una marea de solistas desconocidos, sin aval ni experiencia alguna, en lugar de contribuir con la ilustración de jerarquías musicales, y culturales, más certeras. Y conste que ese trabajo de necesaria jerarquización y exaltación de lo más valioso llegaría a la televisión casi hecho, porque Cubadisco se ha encargado, con propiedad y altura, de abrir esos caminos.

 

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