David Blanco, sin etiquetas

David Blanco. Foto: Regino Sosa

David Blanco. Foto: Regino Sosa

“En la cocina lucho. Me gusta mi vida tranquila, disfrutar de mi casa. Me agrada salir con los amigos de vez en cuando y tomarme un traguito, coger la carretera. Mi alma es aventurera, pero también tengo mucho trabajo y me obliga a estar en mi hogar, donde tengo mi estudio y es mi lugar de ensayo”. Ese es David Blanco fuera de los escenarios.

En 2016, el artista ha presentado su Vida Libre, séptima producción suya y su quinto disco de estudio. Avalado por la discográfica Bis Music y con Luis Durand como coproductor, David insiste en que esta placa es su favorita, el álbum que se debía.

Así lo dijo a OnCuba una tarde después de filmar el video clip No (Abre tu corazón) junto a Lizt Alfonso Cuba Dance. “También Amigos (2013) fue una deuda, y el CD trascendió por los dúos que hice con personas que me son entrañables como Eliades Ochoa, Buena Fe, David Torrens, Diana Fuentes, Paulo FG, Omara Portuondo, Lázaro Morúa y mi hermano Ernesto Blanco.

“Pero los seguidores siempre se ponen exigentes y te piden: ‘Queremos otro disco. Tuyo solo’. Tenía canciones que guardaba sin un final, algunas escritas con mi hermano. No obstante, la gran mayoría están escritas por mí”, contó.

Al hablar de Vida…, David reveló que “tiene muy poco tiempo de estar en la calle, apenas dos meses. Es un LP en el que me siento más maduro, donde aprendí y me enfrenté a nuevos retos, muchos de los cuales fueron técnicos. En la música siempre la tecnología va avanzando y siempre me ha encantado utilizarla y mezclarla con elementos que me gustan de la tradición cubana, del sonido que siempre ha tenido la Isla y que no me gustaría que se pierda”.

“Los jóvenes debemos seguir fusionando la música con las nuevas tendencias que existen, con lo que se escucha en el mundo entero. La sonoridad cubana siempre fue, desde que llegaron los españoles, una mezcla entre todo lo que venía de afuera, lo que se escuchaba afuera”.

¿Cómo adaptas ese concepto a Vida… en 2016?

Mi reto es hablar en el idioma de los más nuevos, pero con un ‘toque’ nacional, hecha por un hijo de esta tierra y que enseñaron desde pequeño a querer. Por eso te encuentras todo ese espectro de colores en el disco, sonidos de rumba y son, y letras que en su inmensa mayoría hablan de Cuba, de una forma de pensar, sobre todo generacional.

Quizá este es un álbum que busca inspirar a los jóvenes a seguir sus sueños, a trabajar, a cambiar siempre para mejor. Porque ellos ansían la libertad más que nadie, han pasado ya la niñez, con sus códigos y la educación de la familia; y de repente caen en la adolescencia y entran a un mundo más rebelde, como lo fui en mi etapa. Allí hay canciones que hablan de amor y de una Cuba de la calle. Otros temas critican a posiciones negativas que tiene todavía la humanidad como el racismo, la hipocresía, la mentira… Como músico rebelde que soy, siempre me gusta estar denunciando lo que no me gusta”.

Hace casi dos años llegó a La Habana la banda The Dead Daisies, cuyo concierto en La Tropical tuviste la oportunidad de abrir. ¿Cómo te sentiste al estar al lado de músicos que integran bandas como The Rolling Stones y Guns and Roses, Ozzy Osbourne y Whitesnake?

Fue un momento especial, inolvidable, en febrero de 2015. Me habían comentado que iba a compartir con una banda de músicos y me dijeron que formaban parte de grupos reconocidos. Les dije: “Esta bien pero, ¿quiénes son?”. Nadie me afirmaba nada porque todo estaba todavía en un nivel de confirmación.

Tuve certeza cuando me llamó el manager de The Dead Daisies desde Australia para hacerme la invitación formal. Me dio muchísima alegría, porque uno se da cuenta de que Cuba se aprecia por su música típica, la vieja trova santiaguera y toda nuestra historia, pero todo eso continuó, no se quedó estático.

Creo que va a llegar el momento en que vengan a la Isla músicos respetados y queridos, con visión y alcance internacional como ya sucedió con The Dead Daisies y Rolling Stones –que también estuvieron aquí–, Audioslave –que nos visitó hace casi 10 años–, Music Bread que vino a finales de la década de 1990 junto a Connie Richter.

The Daead Daisies fue un momento muy bonito. Son músicos que siempre admiré y más que nada me sentí muy honrado de que me hubieran invitado.

Algunas de esas bandas han actuado en La Habana después del 17 de diciembre de 2014, fecha que marcó un nuevo escenario para las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, ¿qué piensas sobre la Isla como un punto en las giras de grupos roqueros?

Soy músico, un artista, y por eso soy bastante liberal. No creo en las fronteras, en los muros. Al contrario, tengo fe en los puentes, en las puertas. Eso resume mi forma de pensar.

Hay una fórmula mundial donde la política es dueña de todo hoy día y hay que esperar que decidan personas detrás de un buró, y a veces la música, y el arte en general, se tronchan por eso. La cultura debe ser libre, la música no debe tener fronteras.

A Cuba deben venir a cantar músicos de cualquier lugar del mundo, incluso los cubanos que ya no residen en la Isla no deben tener problemas en tocar aquí. Tampoco muchos artistas nuestros deben tenerlos al actuar en ningún lugar del mundo. Y digo más, si se descubre que en algún momento podemos ir a Marte y hay un público allí, la humanidad debe enfocarse en que siga siendo así. Porque la música es noble, libre, no tiene dueño. Y si lo hay, es el público. Quienes la reciben son los que mandan.

David Blanco en su visita a la corresponsalía de OnCuba en La Habana. Foto: Regino Sosa
David Blanco en su visita a la corresponsalía de OnCuba en La Habana. Foto: Regino Sosa.

Y en términos de funcionamiento de la industria musical, ¿qué opinión te merece la inserción en el mercado estadounidense, uno de los más fuertes en el género?

Hay mucho potencial, muchísimo talento aquí. Volvemos al hecho de que estamos a expensas de que otras personas decidan eso. Si decidimos por la paz, por la conexión y el diálogo, este último puede tener muchas aristas y va a aportar muchas cosas. El arte ha sido lo que ha cambiado, ha hecho evolucionar a la humanidad. Lo hizo cuando la humanidad estuvo enterrada en el Medioevo, en ese control de los poderosos, y cada vez que ha habido aperturas como los hippies en los años 60 del pasado siglo en las calles de los Estados Unidos, con Elvis Presley, Los Beatles, Los Rolling Stones. Pienso que Cuba está llena de talento y hace falta no paralizarnos.

¿Hay alguna actuación próxima en Norteamérica?

Hice dos conciertos en Miami, más enfocados al público cubano residente allí. Este año estuve también presentándome en Austin junto a músicos como Telmary, X Alfonso, Kelvis Ochoa y mi hermano Ernesto Blanco. Lo hicimos con el ánimo de participar en un festival de rock, actuar para el público de allí y que nos viera el mundo del negocio de esa ciudad.

Pero todavía hay mucha indecisión de las personas, muchas dudas. Es muy difícil conseguir los permisos de trabajo, porque si vas a hacer un concierto a Estados Unidos debes tener ese permiso.

Respeto el trabajo de cada cual, pero las cosas pudieran fluir mucho mejor. Por lo pronto, estamos en conversaciones porque tengo planes de presentar Vida Libre en Canadá y Estados Unidos. Pienso que en algún momento saldrá algo bueno.

Tú y otros artistas de tu generación como Alain Daniel y Raúl Paz han hecho banda sonora en recientes telenovelas cubanas. ¿Se trata de otra fórmula para conectar con el público?

Me divertí mucho con esa experiencia. Se trabaja en función de un guion, de un director, de una idea que trae otro y es muy bonito. Ojalá me siga sucediendo, porque tengo mucha música archivada en mi casa y solo se saca en un disco, a lo sumo, 12 o 14 canciones.

Siempre he hecho música para televisión y no solo en Cuba; incluso antes de tener mi banda. Con Moncada hice la banda sonora de La poderosa, una producción en México.

He hecho temas de presentación para algunos programas y acabo de terminar el de 23 y M, que cambia totalmente su diseño de escenografía y me llamaron para la parte musical.

A veces es difícil acostumbrar al público sobre lo que eres: un músico. Te dicen: “David, eres cantante”. No me molestan las etiquetas, aunque no me gusten. Uno aprende a vivir con ellas y son necesarias para ubicar a las personas, digamos, en una tienda para comprar música.

Siempre he querido ser un artista completo. He tratado de hacerlo. Tuve la suerte de venir de una familia de músicos, desde mi bisabuelo, que fue Maestro de Capilla; mi abuelo fue fundador de la orquesta sinfónica, hasta mi madre, que es una profesora de música muy respetada y querida en el mundo de la enseñanza artística. Mi padre no es artista, pero le apasiona. Por él escuché los primeros discos de The Beatles, Benny Moré, Rubén Blades y The Rolling Stones.

Siento que por eso veo la música de una manera más amplia. Me agradan las piezas sinfónicas y me gustaría tener tiempo para hacer algo en esa zona melódica. También quisiera llegar al cine –no quiero adelantar nada, pero estoy en conversaciones ahora mismo para dos películas. Hay muchísimas cosas que me faltan por hacer y otras que estoy haciendo.

En escena asumes el rol de un hombre orquesta. Tocas la guitarra, el piano, la trompeta, cantas… ¿Eres perfeccionista?

Lo soy. Hasta cierto punto. Lo que sí puedo decir es que estoy todo el tiempo trabajando en la música. A veces pienso más de la cuenta, pero siempre tengo proyectos. Salió el disco Vida Libre, pero le acompañará un DVD que se filmó en un concierto en el teatro Karl Marx hace casi tres meses. Estoy también ya en proyecto de grabar un videoclip con Comic, que podría hacerse con una empresa de Islas Caimán. Rodaré los clips del disco con Orlando Cruzata y Rudy Mora, y dirigiré dos nuevos audiovisuales…

¿Por qué abogar, también desde el escenario, por temas altruistas?

Siempre me ha gustado tener mi música y mi persona sobre cosas positivas. No es que me sienta un profeta, pero me encanta decir lo que pienso cuando tengo un micrófono en la mano, denunciar problemas que hoy en día afectan a la humanidad, como es el caso de la violencia contra las mujeres y niñas.

Hay una campaña de Naciones Unidas a la que fui convocado y en la que participan otros artistas de Latinoamérica como la mexicana Julieta Venegas, el boricua Ricky Martin, y Rochy por Cuba. Pienso que se va ir expandiendo.

Trabajé también en la campaña preventiva contra el VIH, sobre todo enfocada en el diálogo con niños y adolescentes, a quienes alerté en el tema de la protección.

Son cosas que mientras pueda ayudar lo haré. Porque en los conciertos, cuando hay miles de personas delante, se tiene una responsabilidad.

La Harley…

“Tengo muchos amigos que comparten esa afición conmigo. Tenemos esa pasión que nos conecta. Esas motos son piezas de museo, que están muy bien restauradas”, dice.

"¿La moto Harley? Mi libertad", dice David Blanco. Foto: Regino Sosa
“¿La moto Harley? Mi libertad”, dice David Blanco. Foto: Regino Sosa.

Muchos dicen que presides ese club…

No, no. La gente lo cree, pero que va. Muchas veces el presidente no es el que manda. Para mí es como un hobby. Comparto con esa comunidad que le apasiona las motos Harley. La mía es de 1958 y está muy bien restaurada, gracias a que tiene piezas que todavía se fabrican.

En el club organizo solo la parte cultural de un evento que se hace siempre en febrero en Varadero. Es el Encuentro de ‘Harleistas’ Cubanos, aunque vienen participantes del mundo entero. Llenan Varadero de motos por tres, cuatro o cinco días. Es un show. Hacemos una recolecta de juguetes y luego los donamos al hospital oncológico.

David adelanta que siempre actúa con su agrupación por esas fechas en el célebre balneario y manifiesta que está presto a presentarse en cualquier parte de la Isla. Su frase bandera es: “Somos un grupo de Cuba, que es de Cuba, vive en Cuba y se morirá en Cuba”.

Seis preguntas de OnCuba

¿El mayor temor?

Perder mi capacidad de pensar, de analizar las cosas. En otras palabras, volverme loco.

¿Equipo de béisbol?

Industriales.

¿Cuba?

Mi amor. Me inspira mucho respeto.

Si no tenemos cuidado, los cubanos pudiéramos perder nuestra identidad, nuestra educación. Cuba está en un momento delicado en que la necesidad hace que un poco la gente pierda los valores. Llevo la cubanía así, tratando de respetar el legado de mis abuelos, de mis bisabuelos que no conocí, de mis padres.

La alegría que tiene el cubano y su sinceridad son cosas que no quiero pierda el cubano. Me gustaría que mis hijos nacieran en una Cuba agradable, que vayan por la calle y sientan que las personas están conformes con la vida que están viviendo, una Cuba que controle la mediocridad y al Dios dinero –tan conflictivo.

¿El rock and roll?

Una de mis mayores pasiones, aunque no la mayor.

¿La moto Harley?

Mi libertad.

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