El trap del Conejo Malo conquista Cuba

Tiene casi 400 millones de visualizaciones y más de 117 mil comentarios desde que se publicó en YouTube, el 30 de diciembre de 2016. Con esos números, nadie duda de que el videoclip “Soy peor”, ha sido un éxito, un hit que rompió récords. Su intérprete, Bad Bunny, tiene 23 años y un perfecto desconocido meses atrás. En 2016 se convirtió en un fenómeno musical, en un boom. Hoy es el representante más sonado del trap latino.

El trap, como antes hizo el reguetón, invade Cuba. Se escucha en las ya habituales bocinas callejeras, en los ómnibus, en las fiestas del barrio. Lo corea gente de todas las edades, hasta niños pequeños.

“Esto es una fiebre. Bad Bunny se robó el show y le extrajo el cerebro a quienes lo escuchan”, dice Yainiel Ortega, estudiante de la Universidad de Camagüey. Y canta, cómo no, un tema de su cantante favorito.

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Aunque el trap ha renacido últimamente, tiene algunos años de historia. Surgió en los 90 en el sur de Estados Unidos, con Waka Flocka Flame, Gucci Mane, Young Jeezy y Manny Fresh como algunos de sus exponentes.

“Primera vez que escucho de esa gente. A mí lo que me cuadra es Ozuna, Bryant Myers, Anuel, Almighty y todo el piquete sucio”, dice el avileño Rafael González, de 17 años. Sus referentes, como para muchos en Latinoamérica, son los chicos como “Conejo Malo” (traducción de Bad Bunny).

Arcángel, Bad Bunny - Me Acostumbré (Video Oficial)

El género se caracteriza por sus sonidos de latón, triángulos, triplet hi-hats, kicks fuertes, snappy snares y low end 808 sampleados, entre otros. Pero se ha mezclado con el techno, el dub, el dutch house y otras. Tiene una influencia fuerte del hip hop, pero la métrica es más sencilla que la del rap y se combina con sonidos más sombríos y electrónicos.

“A diferencia del rap, sus letras no intentan dar a conocer algún mensaje o denuncia social, simplemente son narraciones explícitas sobre deseo sexual, crimen, adicciones y violencia de género”, explica Kathia Borbolla en el sitio digital Debate.

Y el trap, con sus letras agresivas, se ha colado entre los jóvenes cubanos. Aldo Díaz, de 15 años, tiene unos amigos que crearon un grupo llamado Los 30 atrevidos. Se visten, hablan e intentan imitar las poses y gestos de los exponentes de este género comercial.

Los 30 atrevidos.
Los 30 atrevidos.

“Ha llegado disfrazado con el espíritu variable de lo que conocemos como música urbana y se cuece a gusto con las esencias culturales y los timbres del reguetón. El consumidor promedio de música urbana se mueve al ritmo de lo nuevo y Cuba no está exenta, porque se está consumiendo trap casi en la misma medida que se consume reguetón”, dice Hjandy Ezequiel Cantero, Máster en música, educación y sociedad, director de programas de radio y creativo editorial de la EGREM.

Pero no solo entre los consumidores se habla de este fenómeno. En la Isla, comienza a escucharse un trap a la cubana, a pesar de las diferencias entre países como Puerto Rico y Cuba.

“El Príncipe es uno de los que están haciendo trap, su disco tiene más trap que reguetón. Pero lo que genera polémica trae morbo, ¿no? Por ejemplo: el trap no se pone en la radio y menos en la tv porque está censurado, no se pone por los temas que trata”, dice Sergio Fonseca.

El Brillante, como se le conoce en el mundo artístico, canta junto a José Pérez (El Pirata o JP). Pertenecen a la Agencia Cubana de Rap y en su proyecto X-Music hacen “música fusión: música urbana fusionada con otros estilos musicales, ya sea música cubana, latina o tropical”, y algún que otro tema de trap.

Tienen una canción que subieron en su canal de YouTube, llamada “Sexo Bruto” que “la escuchas y está fuerte, pero comparado con Bad Bunny con Bryan Myers no llega a ese nivel”.

Jhousen & Anthony - Sexo Bruto (X Musik)

“No somos partidarios de hacer ese tipo de letra, pero en los bares ahora mismo se oye trap. Nosotros vivimos en Centro Habana y los niños allí cantan esas canciones. Puede haber un trap lindo; pero no llega igual al público, no pega, no suena. El trap también tiene su propio flow, su propia forma de cantarlo. Al estilo le pones letras bonitas y a la gente no le suena”, explica JP.

El Conejo Malo es comercial

Con el trap la industria musical encontró un filón lucrativo y puso a andar su maquinaria. Ese fue el caso de Benito Martínez Ocasio, o mejor, Bad Bunny. El “Conejo malo” creció entre San Juan y la localidad turística de Vega Baja, en Puerto Rico, y estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad de Arecibo. Mientras, subía grabaciones a su cuenta de Instagram, con las cuales se dio a conocer y fue entonces que lo encontraron DJ Luián y los productores Mambo Kingz.

Bad Bunny se ha vuelto popular con letras al estilo de “Ya me acostumbré”, uno de sus grandes éxitos: Ya me acostumbré, ya me acostumbré, a no importarme el precio de lo que compré. Ya me acostumbré, ya me acostumbré, a clavarme estas putas de tres en tres.

Con sus éxitos recientes tenía, en agosto de 2017, más de mil millones de vistas en YouTube. Canciones como “Soy peor” y “Si tu novio te deja sola” sobrepasan, con facilidad, el millón de reproducciones. Incluso ha colaborado con salseros como Victor Manuelle.

“El trap es el sonido que identifica el éxito del gánster del siglo XXI, es el sonido del consumo por antonomasia. De hecho, los textos van generalmente del sexo a la violencia, pasando casi siempre por remembranzas del consumo, expresado de una forma grotesca y definitivamente pornográfica. Si te fijas, el mercado del audiovisual más exitoso en cuanto a ventas en taquilla explota constantemente estos elementos para vender sus productos audiovisuales. Se trata de un fenómeno que cuenta con monstruosas empresas que ponen todo de sí para obtener mucho dinero”, explica Cantero.

El trap ha llegado a los consumidores cubanos, por más que no se difunda en los medios, ni en programas musicales.

“Se escucha mucho en los barrios, pero los medios de comunicación en Cuba no. En muchos países está censurado por sus letras. Aunque sea romántico, siempre lleva a una cosa despectiva. Ahora, creo que el trap romántico puede llegar con letras que sean audibles, entendibles, limpias; pero el trap bonito no triunfa en las calles”, coincide Keitier Lafargue, director y presentador de programas de radio.

“Recuerdo que entrevistaba a una niña sobre música infantil. Cuando le pregunto qué música le gusta, me responde que trap y me hizo una lista de cantantes internacionales de ese género. Le dije que le regalaría un disco de música infantil”, cuenta Lafargue.

Parece ser una música “fácil” de hacer, además de pegajosa entre gente joven, que lo pide y lo corea. Sergio, de X-Music, dice que sus únicas letras sucias son las del trap, “pero es lo que nos pide el público, aunque el interés nunca fue hacerlo. Hacer trap es más fácil que una balada. En 20 minutos en la cabina te grabo una canción de esas”.

Trap, reguetón y consumo en Cuba

Fenómeno musical relativamente nuevo en Cuba y foráneo por demás, el trap tiene adeptos y detractores.

“Es una legión de drogadictos sociales, tienen basura en la cabeza y no tienen ni idea de lo que les rodea”, opina una profesora de la Universidad de Ciego de Ávila.

“Tiene que desaparecer pronto, porque va a podrir la sociedad más de lo que ya está. Mi nieto tiene un vocabulario que me horroriza, pero que sus amigos aplauden. Ni la escuela ni la casa paran ya a ese muchacho”, lamenta José Limado.

En el caso contrario está Dj Orlando, quien trabaja con el proyecto de Camagüey CBA Tonight. El trap, dice, es un género comercial. “Internet y las redes sociales ayudan mucho, es por eso que en Cuba está de moda. No nos hemos querido autocensurar: la gente lo pide y nosotros lo ponemos”.

El reguetón y “el fin de la cultura”

Músicos, consumidores y especialistas se preguntan sobre la posible expansión del género en Cuba, su duración, su influencia en los jóvenes cubanos y sus formas de conducta.

“En Cuba nadie vive como se dice en las letras del trap, pero en otros países sí. Por ejemplo: en Puerto Rico hay muchos jóvenes que venden droga en las calles. Si les haces una canción sobre eso y el tipo se identifica, obviamente le va a gustar”, dice JP.

Sergio y JP nunca harían trap en un concierto. No se imaginan cantando frente a cientos de personas un texto que hable de sexo, violencia y droga. Su forma de ganar seguidores es a través de las redes sociales.

¿Pero se adaptaría el trap al contexto cubano, como lo hizo el reguetón? ¿Podría competir en gusto y aceptación con otro género musical muy popular en la Isla.

“La mecánica del entretenimiento es vieja, la concibieron hace años y resulta que es más funcional cuanto más enajena, cuanto más aliena, y eso lo puedes ver en el éxito que tienen las telenovelas que nos llegan del exterior. Esto lo hacen, precisamente, para escapar un rato de la realidad objetiva que muchas veces los agobia. Por tanto, no hay un divorcio entre lo que aparentemente no se asocia a nuestra realidad, con lo que pueda llegar a ser exitoso en cuanto a entretener se refiera”, dice Cantero.

“Hay un mayor nivel de consumo en nuestra sociedad ya sea producto de las aperturas de emprendimiento, o por el carácter más organizado que exhibe hoy la migración cubana, el acceso a la red de redes. Estas cuestiones contribuyen a la llegada de nuevos conceptos, nuevos discursos, así como códigos diversos listos para ser decodificados por una sociedad cambiante que, ya sea al ritmo del trap o del reguetón, siempre va a bailar”, agrega.

Descemer Bueno: “La gente quiere escuchar siempre lo mismo”

“Se va a mantener un tiempo, pero nunca será como el reguetón, porque este se puede fusionar mucho. Si oyes 30 canciones de trap te das cuenta de que todas hablan de lo mismo”, dice JP.

Pero para Cantero, “la competencia ya inició. El reguetón preparó la mesa, y ya el estómago está listo para recrearse con cierta música de moda que solo tiene el objeto de venderse”.

El trap se ha convertido en un asunto masivo y comercial. Descemer Bueno dijo en una entrevista que “los géneros que van despegando en el movimiento urbano son el trap y reguetón romántico”, y el triunfo de algunos nuevos artistas como Bad Bunny lo confirma.

La fórmula es la del discurso descarnado, agresivo, procaz, que se repite hasta la saciedad. El secreto del éxito, según Descemer, es que “la gente quiere escuchar siempre lo mismo”.

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