Enrique Bonne: “La vida es pura cultura”

La vida consagrada a la familia, al arte, y en especial a la música, significan el fin último existencial para Enrique Bonne. Cuando este hombre habla, exhala una humildad natural que se funde con sus palabras y resulta conmovedora, máxime, cuando el creador del ritmo Pilón y otros bailes populares y compositor de más de 200 obras musicales, figura entre los grandes de la música popular cubana.
Sones, boleros, guarachas, zambas y valses. Creador de un grupo de percusión sin precedentes, organizador de los Carnavales de Santiago de Cuba durante años, fundador de Tele Rebelde (primer canal de televisión, actual Tele Turquino) y coordinador del sistema de victrolas en la antigua provincia de Oriente, resultan algunos de los resultados obtenidos por este artista en su exitosa carrera a lo largo de su vida.
Varias fotos de su nieto encima del piano y una vieja grabadora Crown de una casetera. Dos óleos en la pared de estampas de la ciudad de Santiago de manos de pintores locales, una escultura de madera y el premio de la EGREM por la obra de toda la vida, decoran la pequeña sala de su casa en el reparto Sueño, en Santiago de Cuba. Enrique Alberto Bonne Castillo, con 88 años y una memoria prodigiosa, me recibió una tarde de jueves para conversar con Oncuba sobre sus recuerdos de una vida dedicada a la música.
Maestro, usted ha expresado que durante las clases de música que impartía su madre en la casa de su infancia, lo primero que escuchó fue la obra de Bach, Beethoven, Wagner, Schubert, entre otros. ¿Considera que esta música influyó de alguna manera en su futura obra musical?
“No voy a ser tan exagerado de decir que eso influyó en mi obra. Lo que influyó fue que existiera mi madre como profesora de piano y que me interesara en la música. Después me aparté, vine a estudiar para Santiago, vivíamos en Palma Soriano entonces, aunque yo había nacido en San Luis. Cuando estudiaba en el instituto volvió la inquietud por la música, pero volvió con un interés en la popular. Yo respetaba la música de esos grandes, que entonces se decía la gran música del mundo, después le decían la música clásica, ahora le dicen la música culta, yo diría que es la gran música del mundo. A mi juicio, no debe llamársele clásica a esa sola, puede haber clásicos dentro de esa música, como también los hay en otra. En definitiva, la cultura abarca todo, la vida es pura cultura”.
Enrique, ¿cómo le surge la inspiración para componer canciones?
“Eso es algo inexplicable. Un músico hecho es un creador con escuela y que puede buscar en su conocimiento y encontrar una música apropiada para una letra adecuada. Pero no todos los compositores tienen ese conocimiento. Puede venirle la inspiración de una música y ponerle letra, y puede venirle la inspiración de una letra y ponerle música. Yo no soy pianista, pero mi música generalmente la he hecho en el piano. Me ha salido una melodía y le he puesto letra, y se me ha ocurrido una letra y le he buscado la música. Es decir, que en mi caso ha sido de las dos formas”.
¿Cuáles fueron sus primeras composiciones grabadas?
“En el instituto teníamos una orquesta vocal, ahí comencé a hacer cosas más serias. Luego grabo mi primera canción que fue El italian Boy, inspirado en un peinado de moda de la época. Más tarde, Mariano Mercerón, que era amigo de mi familia, me pidió un tema y salió El Cha Cha Chá de la Reina, interpretado por Pacho Alonso, quien era vocalista de la orquesta de Mariano junto a Fernando Álvarez, Alfonso Elisea y Beny Moré. Beny y Mariano habían interactuado en México, y este último fue quien lo invitó a Santiago a trabajar en su orquesta y en programas en la Cadena Oriental de Radio. Beny estuvo viviendo aquí durante una larga temporada, primero en casa de Mariano, luego en una casa por la calle Trocha. Eso fue a partir del año 51. De eso no se habla casi nunca, al menos no he escuchado mucho sobre la estancia del Beny aquí en Santiago”.
Que me digan feoYo no quiero piedra en mi caminoDame la mano y caminemosSe tambalea, son temas clásicos de la música cubana compuestos por usted y popularizados por Pacho Alonso. ¿Cómo surge el vínculo entre Pacho y Enrique Bonne?
“Surgió en la Orquesta de Mariano Mercerón. Aunque nos conocíamos de antes. La familia de Pacho y la mía pertenecían a la Sociedad Luz de Oriente. Como debe haber escuchado, antes del triunfo de la Revolución existían las sociedades donde se reunían las familias a compartir y pasar el rato. Esta era una sociedad de mulatos ubicada en la calle Heredia, donde está hoy La casa del Estudiante, al lado de la Casa de la Trova. La sociedad tenía una playa, La Estrella, que queda al lado del Castillo del Morro, allí compartíamos, él con su novia, yo con la mía, pero nunca hablamos de música. Yo lo había oído cantar por la radio, acompañado al piano por Luis Carbonell. Luego, Mariano Mercerón le da para que cante El Cha Cha Chá de la Reyna, y así nos vinculamos”.
La canción Usted volverá a pasar, popularizada por su hijo Ángel Bonne, es uno de esos temas que por su sencillez y lirismo la convierten en una pieza magistral. ¿Se inspiró en alguien en particular para componerla?
“Sí ¿cómo no? Eso fue de cuando yo enamoraba a mi esposa. Ella asistía con la tía a la Iglesia de Dolores (actual Sala de Conciertos Dolores). Éramos conocidos desde que vivíamos en Palma Soriano. Yo vivía aquí en Santiago para entonces y ella estaba becada en la Escuela Normal para maestros. Yo me paraba en la esquina de la Iglesia, en la calle Reloj y Heredia a esperar que pasara por allí y así surgió la inspiración de ese número. Pero en la canción usted se queda con una actitud contemplativa y no llega a la acción, es decir, a conquistarla. En la canción no, pero la conquista pasó después en la realidad”.
Desde el punto de vista musical, ¿cómo ha sido la relación entre usted y su hijo Ángel?
“Figúrate, no puedo decir que siguió mis pasos, aunque la gente dice que siguió igual que su padre. Él inició los estudios de música por influencia de su madre y de su tío músico, Pedro Julio Sánchez (carricaburu), no fue por mí. Comenzó los estudios de música aquí y luego continuó en La Habana, en la Escuela nacional de Arte (ENA) y en el Instituto Superior de Arte (ISA). Luego formó parte de distintos grupos hasta que llegó a Los Van Van y más tarde continuó su carrera en solitario. Ha interpretado algunos números míos, pero no he sido yo quien se lo ha pedido. No me atrevo a hacerlo con él, pues no lo he hecho con nadie. Angelito es un músico hecho, no es porque sea mi hijo, pero así lo consideraba Juan Formell y así también lo considera Cesar “Pupy” Pedroso”.
En el año 1947, en las lomas de Piloto del Medio (Municipio II Frente, Santiago de Cuba) usted experimentó una especie de iluminación al ver a una guajira pilando café. ¿Cómo se transformó aquella imagen de ritual campestre en el Ritmo Pilón?
“Me llamó la atención la sonoridad aquella. Al pilar, ella daba tres golpes y dos en los bordes. Cuando pilaba el café, éste soltaba una pulpa como una pasta, que se adhería en el mazo de pilar, entonces para poder seguir y desprender eso, daba los dos golpes en los bordes del tronco ahuecado. Tac, tac, pac,…pac, ca, y así soltaba esa melcocha. Aquella imagen se me grabó como fenómeno rítmico, pero fue tiempo después que cobró sentido cuando conocí la sonoridad del órgano oriental, del manzanillero, y esa combinación la mezclé, y con el bajo del son fui combinando la cosa, y así creo el Ritmo Pilón que fue popularizado por Pacho Alonso. El primer tema creado fue Baila José Ramón, después se hicieron unos cuantos más. Luego Pacho, al regreso de un viaje en el año 1964 o 1965 compuso el tema Rico Pilón y cantaba ese más que los otros, algo que creo justo. Pacho llegó a cantar casi 40 números compuestos por mí. Inclusive, la RCA Víctor grabó un long play donde los temas cantados por Pacho eran míos, y los arreglos los hizo Juanito Márquez, el Holguinero. La compañía se la llevó cuando las nacionalizaciones de las empresas por la Revolución. El disco salió al mercado en Miami con el Nombre de Bailar con Pacho, le quitaron dos temas e incluyeron otros dos que no eran míos”.
¿Alguna vez usted consideró interpretar sus propias canciones?
“No. (Sonríe) Yo no tengo voz para eso. Antes de operarme de la garganta yo cantaba algo en el instituto. Aún afectado de la garganta, en el grupo con los tambores, era yo el que cantaba, porque no tenía un cantante para que lo hiciera. Me servía para cantar algunas cosas, como el manisero, pero no cosas de gran complicación. Durante los Carnavales de La Habana y los de Varadero canté, pero no es que yo sea un cantante ni nada de eso. La voz se fue poniendo peor y ahora tengo una voz pasada por una aplanadora, qué se yo”.
Los Tambores de Oriente, devenidos en Los Tambores de Enrique Bonne, ha sido un fenómeno musical sin precedentes en el ámbito de la percusión cubana. Cincuenta y cuatro percusionistas tocando tumbadoras, catá, chekeré, sumando hasta cien tambores y dos cornetas chinas, todos bajo su dirección. ¿Cómo surge la idea de crear este ambicioso proyecto musical?
“Se me ocurrió en Banes, en Holguín. Me encontraba allí representando a Pacho en un contrato que le hice allá, y aunque yo no la representaba, le resolví también un contrato a la Orquesta Aragón. Yo llevé un piquete de congas que tenía y una tarde lluviosa, los músicos se pusieron a tocar frente al Hotel Baní mientras escampaba, yo los miraba desde la puerta del Hotel, y el corneta, que a mi juicio ha sido el mejor que ha tenido Santiago, Edenio Betancourt, -le decían Neno- que era el de la conga de los Hoyos, comenzó a tocar el Danubio Azul con la corneta China. Aquello me llamó la atención y dije: Qué bueno sería hacer una orquesta de percusión, y me dispuse a eso. Un quinto, varios bocús, tumbadoras (congas), tamboras, chekeré, maraca, catá y así se fue formando el grupo de tocadores hasta llegar a cincuenta y cuatro. Lo primero que hice fue una obra con la corneta china que la titulé La Sinfonía China de la Edad.
“En una ocasión que la Orquesta Sinfónica Nacional estuvo aquí, invité a varios de sus músicos, amigos míos, a que oyeran lo que yo estaba haciendo, y cuando vieron el proyecto me dijeron que estaba loco. Que todo aquello era una masa heterogénea de personas de diferentes profesiones, en fin, que no iba a funcionar. Luego me fui para La Habana con el proyecto, pues aquí a las autoridades de cultura no les llamó la atención, y en 1962, debutaron los tambores en los carnavales de La Habana. Hecho que se repetiría en carnavales sucesivos y en festivales de Varadero”.
Al dirigir Los Tambores, usted se hacía acompañar siempre de una batuta, que era una penca hecha de yarey. ¿Era alguna especie de amuleto?
“Sí. Yo utilizaba una penca, la utilizo todavía. En un desfile del Carnaval de La Habana íbamos en la carroza por la calle Prado, y el último domingo de las fiestas iba un niño arrollando con una penca de Yuraguana puesta en la cabeza, y aquello me resultó de alguna manera atractivo y se lo señalé a uno de los músicos, en el momento que el niño se voltea y me ve. Cuando la carroza dio la vuelta, aparece el niño nuevamente con una penca y me la dio. No sabía qué hacer con ella, y de momento me abaniqué mientras cantábamos un coro que era una despedida de La Habana, y la reacción de la gente fue tan emotiva que luego decidí utilizar una penca de yarey. Más adelante la penca alcanzó el título de batuta en un programa vespertino de televisión que lo animaba Pinelli (Germán) y por otro lado, me otorgaron el título de Maestro. En varias ocasiones intenté aclarar que yo no era maestro en ese sentido, pero fue inútil, me quedé con ese magisterio de por vida”.
¿Por qué Enrique Bonne no se fue a vivir para La Habana?
“Yo estuve casi un año en La Habana, pero no me gusta para vivir. La primera vez que fui fue en el año 45. Me gustó la ciudad para ir, disfrutarla y venir. Siempre fui a La Habana con esa idea. Después de casado, mi esposa y yo hemos ido varias veces a ver la familia, a los muchachos cuando estaban estudiando, pero nunca me llamó la atención para vivir. Le agradezco mucho a La Habana y a gente de allá que me estiman, pero siempre he preferido Santiago”.
Recientemente usted recibió el premio 50 Aniversario de la EGREM por la trayectoria artística de toda la vida. Manifestó que se sentía realizado por haber trabajado para el pueblo y para la patria. Después de incursionar en un sin número de géneros musicales, ¿le queda alguna tarea pendiente? 
“Siempre quise componer algo para trabajar con la sinfónica de Oriente, y ya he hecho algunas piezas con ellos. También me gustaría hacer algo de música infantil, y espero poder concretar esa idea tan pronto pueda”.

 

Por: Guillermo Salas García

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