Entre las aguas de la música campesina, el sincretismo religioso, y la identidad

Es un disco sin dudas bueno, pero más allá de sus cualidades musicales y la monumental interpretación de cada uno de los temas que lo componen, Entre dos aguas, el más reciente compacto de la cantante cubana María Victoria Rodríguez, es el saldo de una deuda con la memoria histórico musical de un país que cada día recuerda menos, en este sentido, de donde viene, lo que hace muy difuso ese horizonte al que por evolución propia del tiempo vamos.

Mi generación, la nacida en los 80, y las que le siguen, poco o nada conocen de la música campesina, un género vilipendiado, machacado y sobre todo ausente de los circuitos de promoción y consumo, circunscrito solo a las emisiones de Palmas y Cañas y algún que otro programa radial de muy baja audiencia.

Algo doloroso si tenemos en cuenta la importancia de esta música en el universo sonoro de nuestra Isla. Eso es una verdad de perogrullo, miles de cuartillas se han escrito sobre los valores de la música campesina, de su autenticidad como expresión de la identidad nacional y de cómo en ciertos tiempos fue uno de los más exitosos géneros de la música popular. Tiempos en que sus grandes exponentes fueron cuasi adorados y no solo en las áreas rurales.

La mayor parte de la población joven solo conoce, algunos por el nombre, a Celina González, esa diva indiscutible que a pesar de los pesares no ocupa el lugar que se merece, una artista que llevaba tatuado en el pecho el nombre de Cuba, por pertenencia y acción. Muy poco se conoce de Reutilio Domínguez, su esposo, relegado al papel de guitarrista acompañante, pero artífice de muchos de los éxitos del mítico dúo que formaran.

Tampoco los jóvenes conocen a Tomasita Quiala, la Ciega Maravillosa, a Inocente Iznaga, El Jilguero de Cienfuegos, o los encontronazos verbales de Justo Vega y Adolfo Alfonso, dos imprescindibles de la controversia y el pie forzado; y mucho menos que la famosa Controversia del Siglo nos pertenece como nación, aquel caballeresco encuentro de 1955 entre esos dos grandes poetas que fueron el Indio Naborí y Angelito Valiente, recogido en el DVD Concierto de las multitudes.

Por suerte siempre hay gente talentosa conciente de la necesidad de mantener vivo ese legado, más que con palabras con acciones. Los ejemplos no sobran pero son muy consistentes. Los poetas Alexis Días Pimienta y Luis Paz “Papillo”, llevan adelante una intensa labor de rescate y suma de nuevos valores al verso improvisado, esa ingeniosa creación que a todos deja boquiabiertos; y en el caso del canto, bueno, por suerte tenemos algunas voces de notable valía que incursionan con tino en la música campesina.

Ya es un hecho, la impronta de Celina, fallecida en febrero a la venerable edad de 86 años, no quedará en la remisión a los viejos discos de vinilo o alguna que otra grabación de los maltratados archivos del ICRT. El sello discográfico BisMusic ya puso en circulación el compacto Entre dos aguas (nada que ver con el álbum recopilatorio del genio del flamenco Paco de Lucía, ni con la pieza que lo hizo mundialmente famoso), en el que la excepcional cantante Maria Victoria Rodríguez trae la vuelta del tiempo, y a su manera, varios de los más importantes título del repertorio de la diva de la música campesina.

Es necesario aclarar que no estamos ante un caso de copia y calco. Celina es única y su música también, pero Maria Victoria, con el apoyo de esa especie de arma secreta que es el experimentado productor José Manuel García, se las ingenió para dar nuevos aires a cada interpretación, lo que resultó en un álbum que para varios entendidos, y coincido con ellos, es un material de muchísimos valores.

Primero: desde el punto de vista musicológico, pues la confección de la lista de títulos supuso una exhaustiva investigación de la obra del binomio Celina-Reutilio; segundo: los arreglos musicales, frescos, contemporáneos y respetuosos de los aires primigenios; tercero: la intensidad con que Maria Victoria asumió cada uno de los temas; y cuarto: la vuelta de esos cantos sincréticos que no son más que muestras de los más raigales valores culturales de nuestra Isla.

El compacto está compuesto por 16 canciones, la mayoría de la autoría de Celina y Reutilio, entre las que figuran Santa Bárbara, A la reina del mar y María de la Luz, entre otras que no se han escuchado mucho en Cuba y que Maria Victoria, increíble pero cierto, recuperó en México y Colombia.

Las palmas a los productores por la feliz inclusión del consagrado pianista Emilio Morales, que aportó muchísimo con el teclado a los temas Entre dos aguas, María de la Luz y Tambores africanos.

Por lo pronto ya el álbum da sus primeros pasos con el concierto-presentación de este domingo en el Teatro Mella, para el que la cantante anunció interpretará la totalidad de los números que recoge la grabación, y donde tendrá como invitados a Tomasita Quiala y Ernestina Trimiño y el Quinteto Criollo, conjunto nominado al Grammy Latino 2012 con el CD La trova de siempre en la categoría de Mejor Álbum Tropical Tradicional.

Entre dos aguas está llamada a ser una placa de trascendental importancia en la discografía cubana reciente por la imperiosa necesidad que imponen los tiempos que corren de entender de dónde venimos y su autenticidad, no obstante su verdadera dimensión la alcanzará cuando esté al alcance de todos, de quienes gustan del género y de quienes lo deberían conocer para saber de todos esos poquitos que dan forma a la identidad insular que nos hace cubanos.

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