Frank Delgado: “Tengo más planes que horas”

Fran Delgado se autodefine como un artista comprometido.  Comprometido con sus principios, con su híbrida fe y sus raíces, afirma tener demasiados planes y muy poco tiempo, sin embargo recibió a OnCuba como antesala al concierto que hoy en la tarde ofrecerá en la Feria Arte en la Rampa, del Pabellón Cuba.

Influenciado hasta los tuétanos de la trova tradicional, el son y otros ritmos del acervo sonoro de la Isla, interpretará temas de su más reciente disco aun en preparación SOS y los de siempre, que lo han convertido en uno de los más conocidos trovadores cubanos de todos los tiempos.

Afirman algunos que con la  mayoría de edad muchos compositores e intérpretes se acomodan, ¿en qué etapa creativa se encuentra en estos momentos?

Es innegable que con la edad muchas cosas cambian. Cuando uno es más joven es como una esponja y absorbe al mundo y lo reinterpreta. Hay gente que se acomoda cuando ya tiene cierto estatus y se adentra en una  especie de burbuja. Por suerte yo nunca he tenido esa oportunidad de ir tan lejos en una burbuja. Con la juventud se es más atrevido y se tienen menos prejuicios en el subconsciente. Uno recoge todo lo que oye y quizá las melodías salen  mejor, con la frescura de hacerlo por primera vez. Cuando uno va creciendo tiene más oficio, pero con el oficio va aprendiendo ciertas maldades, uno pica, corta, pega  y roba. Uno se vuelve más un artesano que un artista de creación espontánea.

Cuando yo era más creativo no existían prácticamente estudios de grabación y toda mi obra de los ochenta y los noventa se perdió porque no tuve forma de registrarla. Mis canciones fueron a parar a malas grabaciones en sonido directo en algún concierto. No fue hasta finales de 1995 en que pude terminar mi primera producción discográfica. No entré en un estudio, lo hice en vivo pero estuvo bien, fue el discoTrovatur. Perdí parte de la obra que tenía que ver con el tiempo en que las hice, porque uno no puede sacar las canciones de contexto, por lo que es necesario grabarlas en ese momento. Hay algunas que se conservan, pero otras hoy día ya no tienen sentido.

Había mucho de inmediatez en mis creaciones de aquel entonces. En 1997 saqué en vivo también La Habana esta de bala, hasta que en 1999 al fin entro a grabar en un estudio el disco El adivino. En 2004 grabé Mi mapa. Llegué tarde a los estudios y también a la democratización de los soportes digitales por lo que me encuentro ahora en una especie de viaje a la semilla, de retorno a esa niñez donde hay cosas que puedo rescatar y entonces grabar. Quizá no saldrán con esa espontaneidad con que me salían cuando era joven porque ahora me dedico a muchas más cosas que no son precisamente la cultura. Esas actividades alternativas las desarrollo para sobrevivir porque no estoy divorciado de la realidad.

A mí nunca me fue mal, ni en el período especial en que hice mis  mejores temas. Seguí haciendo canciones que eran  inspiradas en ese período, donde vivía entre  la guitarra y la bicicleta. Ahora tengo cierta comodidad material y quiero hacer las cosas que no pude hacer en ese momento. Trabajo bastante, como nunca antes trabajé en mi vida, en El sauce, en Pepito’s bar y hasta descubrí mi faceta de Dj. He aprendido a trabajar la noche habanera, aprendí los códigos y cómo tratar a este público que no solo consume música. Lo que no teníamos cuando jóvenes, que tocábamos por amor al arte y con nuestro sueldo nos alcazaba para vivir. Uno ya no es tan sensorial como antes y aun sigo con la esperanza de que me salgan buenas letras.  Tengo deseos de grabar un disco de canciones que se me quedaron en el tintero, solo a  guitarra. Estoy en una etapa más ambiciosa de mi carrera. Quiero hacer teatro, musicales, coros. Tengo más planes que horas.

 ¿Con qué está comprometido en estos últimos tiempos?

Sigo  comprometido  ante todo conmigo mismo. Éramos trovadores, como te decía,  por amor al arte, teníamos un sueldo estatal y no nos importaba si una canción era más exitosa que la otra. No queríamos dorarle la píldora a nadie ni hacíamos concesiones. Yo sigo teniendo la brújula de los ochenta y de los noventa. Mis canciones están comprometidas con mi fe y la híbrida ideología que profeso, pero es el compromiso con la estética y el verdadero arte lo que hemos defendido muchos de mis compañeros de generación. Los artistas podemos ser creadores o servidores y yo siempre he tratado de llevar a la gente a un umbral un poco más alto de sensibilidad.

Su obra y la censura, ¿qué experiencia ha tenido?

En algún momento fui invitado por Buena Fe a tocar en el Carlos Marx y uno de sus directivos me dijo que allí yo estaba prohibido. El dúo entonces cantó La otra orilla. Ese ha sido el mayor caso de censura evidente que sufrido. Por ejemplo en la radio cuando lancé el disco Trovatur solo pusieron Utopías, que es bastante inofensiva. Canté la canciónAngola en un teatro del MININT y nadie aplaudió y después en la calle me encontré con un oficial que me felicitó. La censura te convierte en un ser mítico. Te catapulta al igual que a muchos que se han conocido por estar precisamente censurados. Se comienzan entonces a tejer las leyendas de policías llevándose al público preso y de las reprimendas y las prohibiciones. Aunque suene contradictorio la censura me ayudó mucho. Cuando decían que el disco estaba prohibido, más gente quería conseguirlo. Nunca fui un artista mediático porque no me gustaban como se hacían los programas televisivos. Aún siguen sin gustarme, solo voy por algo específico porque creo que nuestra televisión tiene muy poca dinámica.

¿Qué significa para  Frank Delgado componer, tocar y vivir en Cuba?

Uno no elige dónde nacer. Nacemos en un  país al que podemos odiar o amar  y conozco gente que siempre tuvo claro que quería irse. Yo nunca fui de esos. Recuerdo que a los diecinueve años yo estaba  en la universidad y me sorprendió la cantidad de amigos que se fueron porque para ellos Cuba no era su futuro, para mí siempre lo fue. Yo siempre me emocionaba con todo lo bueno que pasaba en mi país. Mi padre siempre fue muy revolucionario por lo que lo bebí desde la cuna. Como buena familia cubana estaba dividida y  viví en carne propia los dramas de la emigración. Siempre tuve claro que Cuba era mi lugar. A pesar del Período Especial en que a muchos le entraron las dudas, siempre me quise quedar. En aquel entonces comencé a viajar y viví varios meses fuera del país.

En 1995 estuve tentado a quedarme a vivir en España, me pagaban bien y a la gente le gustaba lo que hacía pero regresé en pleno momento crítico y organicé un concierto en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional, me asombró que fueron casi mil personas y que todos tarareaban las canciones. Estuve mucho tiempo pensando en ese recital. Y sentí que lo que había hecho en Cuba había sido útil, que aunque aquí no tenía ni casa, ni dinero ni nada,  era donde estaba mi lugar. En aquella época para mí era muy fácil viajar y entraba y salía pero siempre regresaba. Aprendí a vivir así, a veces la misma Cuba me botaba, pero siempre regresé.

Todo lo que hago está lleno de lugares comunes y nombres propios de Cuba. Mi obra está llena de localismos. Siempre he creído en la música con raíces, no me interesa lo que no es ni auténtico ni autóctono. Me gustan los ritmos, los giros idiomáticos de mi país. A pesar de lo local, me entienden los extranjeros y aprenden sobre la geografía y cultura cubanas, como mismo aprendemos nosotros de las canciones de Joaquín Sabina sobre España. Puedes conocer un país, pero si no conoces su banda sonora no lo entiendes del todo. La canción con letra es muy importante porque es esa pequeña literatura de tres minutos que tanto enseña. Las mías hablan  siempre sobre Cuba y sus protagonistas.

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