Guerrita en el Venecia

Cabaret Venecia, Santa Clara. 1958. Cuarteto D'Aida . Moraima Secada, Haydée Portuondo, Leonora Rega y Omara Portuondo. Orquesta dirigida por Augusto Suero. Aida Diestro al piano. Al fondo, Cascarita.

Cabaret Venecia, Santa Clara. 1958. Cuarteto D'Aida . Moraima Secada, Haydée Portuondo, Leonora Rega y Omara Portuondo. Orquesta dirigida por Augusto Suero. Aida Diestro al piano. Al fondo, Cascarita.

El cabaré Venecia en Santa Clara abrió sus puertas el 26 de enero de 1957. El popular periódico santaclareño La Publicidad, en su edición del día 19, refiriéndose a la inauguración anunciaba: “Podemos anticipar que entre los números ajustados figuran la gran cantante Esther Borja, el gran animador Tito Hernández, el Trío Mantreu, de bailes españoles, una famosa pareja de bailes de rock and roll y la Orquesta Conjunto Casino de La Habana”. El Venecia –así se popularizó en Cuba– se convirtió en poco tiempo en uno de los centros nocturnos más importantes del país: por su flamante pista desfiló buena parte del mejor talento artístico nacional, e incluso figuras internacionales de primera línea. Además, atrajo la atención del turismo, sobre todo norteamericano, y pronto apareció en los principales catálogos de itinerarios del ocio.

La apertura en Santa Clara del cabaré Venecia y su elegante casino es parte de un auténtico momento de esplendor de los llamados cabarés de lujo en Cuba. En un corto periodo se habían levantado en pleno Vedado el Capri (27 de noviembre de 1957), el Habana Riviera (10 de diciembre de 1957) y el Habana Hilton (19 de marzo de 1958), tres grandes y suntuosos hoteles provistos de sus respectivas salas de juego. También en 1958 abre sus puertas el Deauville, en la célebre esquina habanera de Galiano y Malecón.

Ya abierto el establecimiento, comenzó la fama del sitio, sobre todo por los elencos que animaban sus noches. La Publicidad del 19 de agosto del propio año 57 adelantaba que para la temporada de invierno se presentarían grandes atracciones con figuras como: Beny Moré, Olga Guillot, el popular cantante chileno Lucho Gatica, el tenor venezolano Alfredo Sadel y la Orquesta Riverside.

Cincuenta y siete años después de aquel acontecimiento, converso con uno de sus propietarios, Eusebio Guerra, alguien muy conocido en Santa Clara, pero no siempre por su vínculo con el famoso club nocturno sino por su condición de intérprete. A los ochenta y cuatro años aún sorprende por la calidad vocal que mantiene y su vitalidad como artista de la música; no menos admirable es su memoria. Guerrita, que es como se le conoce en el medio artístico, va descorriendo los recuerdos hasta llegar a los días fundacionales del Venecia.

***

Me vinieron a ver. Ya era muy popular: me destacaba, se hablaba de mí. Me propusieron el negocio y me convencieron rápidamente, tenía los 10 mil pesos que me hacían falta para integrar la Compañía Venecia Night Club, Yo venía de la más pura pobreza, lo único que me faltó fue pedir limosnas, estuve con un cajón de limpiabotas limpiando zapatos por 3 kilos, para luego darle a mi mamá lo que hacía en el día y así poder subsistir, con mucho trabajo, esfuerzo y habilidad logré hacerme de dinero.

Entro entonces como uno de los dueños del cabaré Venecia, quedé con el 12 por ciento de las acciones y me dedico a contratar a los artistas, como tenía conocimientos musicales y era muy despierto, pues era el que iba a La Habana a recorrer los cabarés.

A todos los artistas buenos de aquella época los fui contratando, se les pagaba lo que quisieran. Se inauguró con un show muy grande.  Entre los primeros que vinieron estaba Blanca Rosa Gil, muy popular entonces, le llamaban la Muñequita que Canta. Otros que se presentaron en los primeros meses de inaugurado el club fueron los Chavales de España, estuvieron diecisiete días y cobraron 17 mil dólares (mil diarios), yo mismo les hice el cheque. Eran muy rigurosos con su trabajo: se sabían su música de memoria; pero ensayaban dos horas diarias, de 3 a 5, y participaban en los dos shows.

Se presentaron orquestas españolas completas, y uno al que no olvido es Miguelito Valdés, Míster Babalú. Vino con un espectáculo grandioso. Yo lo considero el cantante más grande que ha dado Cuba, intimé mucho con él, nos hicimos grandes amigos, le conté cómo desde niño, cuando era muy pobre, lo escuchaba y soñaba con conocerlo. Se conmovió con la historia, hasta lloró. Blanca Rosa estuvo una temporada grande, tuve incluso un romance con ella. Hace algunos años, de visita en Puerto Rico, la llamé y se acordaba de mí, le canté una canción y se asombró de cómo conservaba mi voz. Conversamos mucho, recordamos aquella época.

El cabaré tenía una orquesta con veintiún músicos, maestros todos, acompañaban los shows, a todos los intérpretes, Cascarita era uno de sus cantantes. En esta época hubo poco contactos con los artistas de la provincia. Sí recuerdo a Meme Solís, muy joven; iba por las tardes a tocar el piano, un instrumento muy bueno. Meme todavía no era un artista muy conocido, iba a tocar el piano, yo le decía: “Meme, qué bien tú tocas, tú eres un artista”. Él era muy humilde, muy sencillo, seguía tocando y no me hacía caso, se veía que disfrutaba tocar el piano. Creo que con él se cometieron muchos errores, y lo perdimos.

En junio de 1959 intervienen el cabaré. El interventor fue Sebastián Arcos. Nunca he sido vanidoso; por eso estaba dispuesto a quedarme allí trabajando, ayudando con mi experiencia. Mira las vueltas que da la vida, Arcos se mostró extremista, se rió y me dijo que cómo me iba a quedar allí si yo era un intervenido. No mucho tiempo después él mismo estaba en el otro extremo de la política.

Perdí todo, hasta mi cuenta en el banco; pero no quise irme del país. Me dije: “Si yo nací desnudo y descalzo, si crecí en la pobreza y me hice trabajando, pues ya buscaré la manera de vivir”. Entonces me hice calígrafo, estudié caligrafía hasta por las noches, monté una mesita en los portales de lo que es hoy el Museo de Artes Decorativas de Santa Clara y me puse a grabar plumas de escribir y otros objetos. Creo que fui el primero que se dedicó a este oficio, me volví un verdadero especialista, hacía letras y números muy bonitos, siempre tenía una cola esperando, me buscaba entre 80 y 100 pesos diarios, grabé hasta un juego de pluma que le regalaron al Che, le puse: “Al Dr. Ernesto Che Guevara”.

Te repito que nunca tuve orgullo. Por allí vi pasar a muchas personas encopetadas que en otros tiempos me envidiaban. Así estuve muchos años, trabajando honestamente, hasta que un día un amigo me avisó de una evaluación para cantantes. Me embulló, y me presenté. Ese mismo amigo me acompañó con la guitarra, y canté un número de Matamoros (“Siento por Santiago una pasión…”), me dieron primer nivel y mención especial como una excepcionalidad, según me dijo el jurado evaluador.

Habrá poco más de veinte años grabé un disco con arreglos del gran Pucho López, donde hay también composiciones mías. Pucho era maravilloso: hacía un arreglo excepcional en cinco minutos. Como compositor tengo varios números inscritos, están por ahí. Compongo porque me gusta, sin otro interés. Ahora tengo el trío Antillano, guitarra y tres acompañando mi voz. Nos presentamos en los lugares donde nos solicitan, o donde el Centro de la Música nos programa, porque tenemos un sueldo fijo, somos subvencionados.

Me queda la satisfacción de que nunca dije la palabra “no” a nadie que fuera buscando ayuda, que supiera que estaba necesitado, porque a mí me dijeron que no muchas veces, y sabía lo duro que era eso. Considero que hubo como una aversión exagerada contra el cabaré, lo vieron solo como un lugar de vicio y no como el gran centro cultural que era, donde crecieron y se foguearon muchos artistas. Todavía hoy son buscadas las fichas del casino del Venecia, y hasta las fotos. Han venido de otros países ofreciendo lo que les pidan.

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