Habana Abierta: Una buena razón para perder la voz

Foto: Jorge Villa

Pocos placeres hay más grandes para alguien nacido en los años ochenta que ese momento en que Vanito Caballero calla después de decir “que rico suena un rocanrol con timba” para que todos griten a pleno pulmón “¡¡¡Habana Abierta te lo trae de pinga!!!” Hay en esa frase -que hace bajar la mirada a más de un pacato- tanta carga emocional contenida, tanto reclamo, tanta revolución que se puede afirmar que Divino guion es el manifiesto generacional que no se ha escrito en los últimos veinte años.

Los culpables de semejante cosa fueron un grupo de jóvenes que tenían algo demasiado poderoso que decir. Los años han convertido a Habana Abierta en una suerte de leyenda urbana que se sabe cierta por un puñado de discos y algunos comentarios de gente que dice haber ido a sus peñas en los noventa y al concierto del 2003 en La Tropical.

Pero en el año 2012 se concretó el reencuentro de Habana Abierta con su  público natural. Tras casi una década de lejanía dieron una serie de conciertos memorables que permitieron a varias miles de personas ver por primera vez en vivo a los autores de parte esencial de la banda sonora de sus vidas.

Cuando volvieron se sintió el paso feroz del tiempo sobre sus voces y algunas ausencias en el proyecto –sin Kelvis Ochoa y Boris Larramendi siempre estarán incompletos–. Pero anoche, en su verdadero medio ambiente, en la cómplice cerrazón de un club, allí donde el alcohol se respira y un músico no necesita de un micrófono para hacerse sentir, Habana Abierta dio un concierto de lujo.

En el Café Cantante del Teatro Nacional no faltó nada; Vanito, Medina, Barbería, Gutiérrez y Nan San Fong –acompañados por Antón Perugorría (batería) y Julio César González Ochoa (bajo)– tocaron en estado de gracia. Los afortunados que supieron del concierto –y pudieron pagar los 100 pesos que costaba la entrada– disfrutaron de la novia de Superman bajando por la escalera, de la confesión de ese hombre al que ella tiene por las nubes y bailaron rockason con los muchachos, en una intensa revisitación de sus clásicos.

Habana Abierta logró algo que está más allá de la explicación desde la musicología o cualquier otra ciencia; como buenos alquimistas alcanzaron la precisión justa para lograr una música transversal, pegajosa e inteligente en la misma medida. El concierto de ayer fue el escenario ideal para corear con ellos hasta perder la voz, para dar brincos al compás de la música y evocar los mil y un momentos que la memoria sensorial activa con su ritmo sabroso.

Foto: Jorge Villa
Foto: Jorge Villa
Foto: Jorge Villa
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