La bandera de Gerardo Alfonso

Foto: Greta Espinosa.

Foto: Greta Espinosa.

Gerardo Alfonso sueña con que, algún día, la trova sea reconocida por todos como parte definitiva de la identidad cubana y se instaure de una vez en el gusto popular.

Gerardo no solo defiende este género sobre el escenario. Cuando su guitarra descansa, él levanta su voz “porque la canción de autor, hoy como siempre, representa una bandera”.

De visita hace ya unos meses en Santa Clara, el trovador encontró una ciudad con los brazos abiertos a la cultura. Siempre hay gente en los parques, deseosa del buen arte, abarrotando los conciertos. Se respira un espíritu bohemio y se disfruta de cuanto suceso artístico se organiza. Y si se trata de trova, aún más.

“Los que se han dado en Santa Clara son pasos poderosos –comenta a OnCuba– pero no definitivos. Contribuyen a consolidar el valor de la canción de autor, que en este momento no es la canción elitista de antaño. Ahora una canción más bien popular con un lenguaje muy vasto y variado por cada intérprete. Así como hay movimientos de salsa, de rap, o de reggae, el nuestro también existe y tiene sus valores. Creo que si las instancias implicadas ponen empeño y se le brinda esta música a las personas de manera sistemática y consciente, puede llegar a calar con más profundidad”.

Frente a su público, Gerardo Alfonso canta de una manera prodigiosa. Sus letras y sus acordes han acompañado a generaciones desde la década de los 80. Gracias a sus versos, se reconozca a La Habana como una ciudad de “sábanas blancas” y cuando se evoca al Che, resuene un “son los sueños todavía…”.

Sabanas Blancas por Gerardo Alfonso

Trovador entrañable, Gerardo se duele de la pérdida de un patrimonio sonoro invaluable, arrollado por modas musicales muchas veces carentes de sentido. Conocedor de que en Cuba abunda el talento musical, el trovador contempla impotente cómo muchos artistas jóvenes hacen canciones de indiscutible belleza y, sin embargo, son desconocidas. No tienen discos, o sus discos no se venden.

“Yo mismo tengo un fonograma que se llama La Luna, que empecé a grabar en 1999, y todavía me falta por ponerle la voz a doce temas. Entonces no hay un respeto por eso. En las disqueras, amén de los problemas económicos, no hay una mentalidad realmente para lanzar el disco”.

“Hace falta un mayor rigor para que la canción cubana tenga el reconocimiento que merece. La Trovuntivitis, de Santa Clara, es un fenómeno local muy valioso y gracias a este proyecto, eventos como el Festival Longina, que se celebra cada mes de enero, tienen una gran respuesta de público. Pero no basta con ello.”

Aun así, Gerardo se mantiene fiel a un género que más allá de ingratitudes, alimenta el espíritu como ningún otro y que como ningún otro moviliza la conciencia, polemiza con la realidad, la interroga y genera respuestas. Continúa en su construcción de una música cercana a la vida de los cubanos. Para él, el problema de la trova parte de una oscuridad de conceptos.

“La nueva trova y la palabra trova tienen un estigma como lo llegaron a tener en algún momento las palabras socialismo y revolución. Llegó a pasar que ese concepto incomodaba a la gente sin saber por qué, sin profundizar. Y hay muchos jóvenes que no quieren saber de la trova, y que desconocen lo que la trova propone. Nada más porque la expresión les incomoda. Entonces hay que empezar por recuperar el valor que tiene ese concepto y una vez que ya esté este desmitificado, colocar la canción de los cantautores en el oído de la gente”, dice Gerardo.

Añade a esa idea que “los otros ritmos que están hoy en el oído de la gente, en los medios, no tienen el discurso poético ni la variedad temática de la trova, aun cuando algunos sean muy rigurosos desde el punto de vista musical. Cuando tú oyes una orquesta como Habana de Primera, por ejemplo, te puede interesar o no su propuesta bailable, pero hay que respetarla musicalmente; ese concepto han sabido defenderlo. Nosotros los trovadores, en cambio, somos como medio hippies, y simplemente nos descuidamos”.

Hace un tiempo Gerardo incursionaba en la literatura, en los poemas, en la narrativa. Una autobiografía suya yace en el sopor abúlico de algunos almacenes. Otros proyectos de libros esperan a que el músico sortee los obstáculos y comparta su tiempo entre canciones y el papel de los textos. Ahora, entre la locura bucólica y la paranoia de que a veces lo persiguen “fantasmas”, Gerardo sueña.

Salir de la versión móvil