Linus Roth: violín inolvidable en Habana Clásica

El reconocido violinista alemán ha sido uno de los mayores atractivos del Festival Habana Clásica que termina el próximo 20 de noviembre.

Foto: María Montenegro.

Se cuenta que Antonio Stradivari construía alrededor de trece violines por año en el primer cuarto del siglo XVIII. Un árbol se convierte en madera, sin apurar los años que le cuesta desecar, justo al límite de su madurez para culminar el ciclo vital luego de armado el instrumento. En 1703, el luthier hizo un violín de tono excepcional bautizado como Dancla, luego de que el violinista francés, Charles Dancla, lo tocara por dos décadas. A través de un Stradivarius, se puede trazar todo un esquema temporal de virtuosismo musical, atendiendo a sus dueños. Este violín perteneció, para acentuar el vínculo, a uno de los Maestros de Brindis de Sala, nuestro Rey de las Octavas. 

Algo más de tres siglos después, Linus Roth le procura al instrumento las mejores melodías. Se trata de uno de los violinistas clásicos más interesantes de hoy, invitado al Festival Habana Clásica, en ocasión de su cuarta edición.

Esta fiesta de la música subió el telón el pasado 5 de noviembre con esencia renovada y dedicado, justamente, al espíritu musical de Brindis de Sala, a quien Alejo Carpentier bautizara como uno de los músicos cubanos más importantes del siglo XIX. 

Gracias a la asociación de Marcos Madrigal, Director Artístico del Festival, pianista clásico cubano de amplio reconocimiento internacional, junto a la Embajada de Suiza en Cuba, donante líder, y al Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, el festival ha contado con un programa de lujo que llenó este noviembre de música, luego de una pausa de dos años.

La presencia como invitado de Linus Roth, el reconocido violinista alemán, ha sido uno de los mayores atractivos del programa en este festival. Durante su estancia, impartió una Master Class a estudiantes de violín, abierta al público, en el Lyceum Mozartiano de La Habana. 

En la Basílica Menor del Convento de San Francisco de Asís, Linus Roth compartió escenario con Marcos Madrigal, con Daiana García y la Orquesta de Cámara de La Habana, para darle vida a la música de Brahms y Mendelssohn. 

El violinista conoce muy bien el Stradivarius (préstamo de la Fundación de Música de la L-Bank Baden-Württemberg). Las melodías y un fraseo imposible consiguieron momentos musicales memorables.

Horas después del concierto, en el ambiente caluroso y húmedo del Caribe, el Maestro conversa sosegadamente sobre su música. 

Foto: María Montenegro.

Ha alternado usted entre el violín y la vocación por reconocer a compositores e intérpretes injustamente olvidados. Uno de sus fundamentales aportes fue grabar la obra completa para violín de Mieczyslaw Weinberg, lo que le ha procurado el aplauso de la crítica y del público. Fue, incluso, Editor´s Choice de Gramophone Magazine. ¿Por qué Weinberg?

Primero que todo porque su música es de altísimo nivel y está olvidada. Frecuentemente, encuentras mucha música que ha sido olvidada pero no es de tan alto nivel, y es esa una de las razones por las que no sobreviven el paso de los años. Solo a veces tropiezas con Bach, y redescubres sus partituras un siglo después. No es cosa de todos los días. 

Fue un redescubrimiento, en realidad, no he sido el único que ha quedado maravillado con sus partituras. En 2010 tuve que tocar una de sus obras en un Festival y, como la mayoría de la gente, no sabía quién era. 

Más allá de sus obras, la historia de su vida, extremadamente fascinante y triste. Resumiendo su drama, Weinberg era un polaco judío a quien la invasión de la Alemania nazi le determinó su destino. Durante el asedio a Varsovia, comprende que tiene que huir al Este y, luego de enterarse del auge del Ejército Rojo, va y se instala como refugiado en la Unión Soviética, con un seudónimo, cargando con la tristeza por la ejecución de gran cantidad de miembros de su familia, incluídos sus padres y una hermana. Weinberg se refugió en la composición musical como forma de expresión psíquica. Luego conociera a Dmitri Shostakóvich, una amistad decisiva de mutua admiración. Shostakóvich incluso consultaba con él sus piezas más recientes. Mientras componía cuartetos, obras para piano, música para ópera, Weinberg sobrevivía componiendo para el circo. Murió en total soledad y pobreza, sin poder escuchar la interpretación de sus obras por el letargo de no pertenecer a ningún lugar: el mundo pensaba que era un compositor de la Unión Soviética y Rusia, que era un polaco judío más. Lo marginalizaron.

Quedé maravillado y comencé a estudiarlo; sus obras, su vida, un gran volumen de composiciones, creaba de forma compulsiva. Compuso 17 cuartetos, 22 sinfonías, siete sonatas para violín, y un muchas obras más y claro, la mayoría nunca fue grabada. Alguna sí, pero de mala calidad, tal vez en Rusia, muchas décadas atrás.  

Has sido el primer violinista que ha grabado la obra completa para violín de Weinberg. Luego, en 2014, fundas la International Weinberg Society.

Sí, comencé a título personal a coleccionar partituras, fotos, links, y todo lo que apareciera para acumularlo en una página web. Luego, un buen amigo me recordó que hay grandes fundaciones para los compositores históricos y habituales. Hay una Sociedad para Brahms, para Mozart, para Shostakóvich, todas bien organizadas. Entonces, por qué no hacer la International Weinberg Society. Fue fundada para promover su música, atraer la atención hacia su obra, estimular a los músicos a interpretar su música y difundirla entre la audiencia. 

Intentamos, en medida de lo posible, de organizar conciertos, conferencias, exhibiciones para resaltar la importancia de la obra de Weinberg desde la era post-guerra hasta el presente. El inconveniente es que dependemos de financiamiento, y eso nos limita y no hacemos todo lo que soñamos. Pero el trabajo continúa. Debo decir que los músicos la interpretan más a menudo y eso es un logro. Pero la crítica no ayuda, habla una y otra vez de las Sinfonías de Brahms, Mozart, lo usual. 

Incluso pretendía traer alguna de sus obras a Cuba pero, lamentablemente, no tuve el espacio de tiempo suficiente para poder arreglar las disposiciones necesarias.    

Y luego de dedicar su carrera a la música de academia, querer esparcirla en lugares arriesgados como Ibiza. ¿Cómo surge la idea del Festival Ibiza Concerts?

Bueno, esa es una buena historia. Una vez, hace años, toqué en un pueblo pequeño de Alemania y luego, una señora de 75 años de edad se me acerca muy entusiasmada y me invita a Ibiza a tocar. Yo no le presté mucha atención a tal invitación. Dos días después, recibo un correo muy formal invitándome allá y garantizándome una sala llena. Yo me figuré Ibiza sería un sitio para las grandes discotecas y los DJ´s pero le hice caso y viajé hasta allá. 

Tenían una sala linda, buena acústica, buen piano, la presentación fue todo un éxito y fui cuatro veces después de aquello. Había audiencia para la música clásica, era un hecho. Aprovechaba, iba de vacaciones, disfrutaba el ambiente y, de paso, ofrecía algunos conciertos. Esta señora, que me invitó en primer lugar, fue poco a poco retirándose de las labores y yo, que me había enamorado un poco de aquel espacio, decidí continuarlo y hacerlo un Festival oficial, con todos los requerimientos.

Hoy dispongo de un lindo lugar en la ciudad vieja que es, como La Habana, Patrimonio de la Humanidad. 

Foto: María Montenegro.

¿Ha tenido que ver esta experiencia con tu acercamiento al Festival Habana Clásica?

Totalmente. Seguía el trabajo de Marcos Madrigal desde hacía tiempo, a veces nos comentábamos muy gentilmente. Descubrí entonces que dirigía un festival que, en su esencia, era bastante similar a Ibiza Concerts. Acepté su invitación a ofrecer un concierto y una Master Class y aquí estoy. Es mi primera vez en Cuba. 

Además, usted es un pedagogo del violín.

Suena a cliché, pero realmente dar clases es beneficioso en los dos sentidos. Los estudiantes se llevan un poco de mi conocimiento, sobre todo de mi experiencia, y yo estudio a la par, pues tengo que dominar suficientemente una pieza como para que sea satisfactoria. Tal vez, si soy el intérprete y algo sale mal, puedo improvisar u obedecer mi instinto, pero en una clase tengo que ser muy certero. Por eso siento que aprendo tanto y pienso continuar haciéndolo.

¿Qué le ha parecido la presente Edición del Festival Habana Clásica?

Un placer enorme. He tenido el acompañamiento de músicos extraordinarios, comenzando por Marcos Madrigal, por Daiana García y la Orquesta de Cámara de La Habana, la mayoría mujeres muy jóvenes, que me han dado una acogida muy agradable. Hemos estado tocando piezas de Brahms y Mendelssohn y tienen el dominio de cualquier Orquesta en Europa y otra cosa que los distingue: tiempo. Es un alivio ensayar una pieza hasta el final, sin la premura de un horario preestablecido que hace de la música un oficio y no un activo de vida.

Supe que mi concierto fue muy esperado por el público. Muchos oyeron un Stradivarius por primera vez. Es un violín que tiene una carga espiritual bastante especial para los cubanos, pues perteneció al Maestro, alemán además, del histórico violinista cubano, Brindis de Sala. 

Me atrevo a asegurar que la casualidad que me ha traído a este Festival, la colaboración de La Embajada Suiza, a quien dedicaremos especialmente mi presentación por el apoyo incondicional que le están dando a la música cubana y la acogida tan generosa que me han dado a mí, personalmente. Todo esto me traerá de vuelta a Cuba en cualquier momento para seguir compartiendo mi obra con un público tan especial. 

 

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