Maná en el corazón de Cuba

Cuba es para los famosos, o lo era hasta hace bien poco que comenzó andar una tímida evolución tecnológica, un paraíso. Por nuestras calles han pasado desde Jennifer López hasta Jimmy Page sin que se levante el más mínimo alboroto. Acá no hay cultura paparazzi ni medios a los que venderle una foto indiscreta, y supongo que eso les hace ver Cuba como uno de los últimos oasis para los enfermos de la fama. Por cosas como esa –no creo que nuestro sol, sobre todo porque estamos en enero- probablemente haya desembarcado en Varadero Fernando Olvera, AKA Fher, el conocidísimo vocalista de Maná.

La visita de Fher, conocida gracias a una entrevista que le realizara un medio local provocó que OnCuba me invitara a escribir sobre lo que significó Maná para generaciones de cubanos. Mi primera reacción fue negativa, no me gusta la banda mexicana y presiento que sería injusto con los buenos culpables de que más de un adolescente latinoamericano se principiara en los caminos del rock.

Pero entonces recordé lo que decía el músico en la entrevista acerca de su extrañamiento porque se conozca tan bien el trabajo de Maná en Cuba y que eso le llega al corazón. Y me puse a pensar en la de madrugadas que, sin más recursos en la cartuchera de la guitarra, mis amigos y yo hemos echado mano a Maná y nos desgañitamos como borrachos penando por la soledad de ella en el muelle de San Blás, o nos compadecimos de la pobrecita Ana, o lloramos como un río. Gustos personales aparte -desde hace años veo copias al calco en muchísimas de sus letras-, pienso en los momentos buenos y mejores que nos ha proporcionado en los últimos 20 años esa agrupación, con sus canciones ancladas en la memoria de todo aquel joven (y no tan joven) que desde los años 90 del siglo pasado ha escuchado música en Cuba.

Si un mérito tiene Maná es haberse colado en el gusto de las más variadas generaciones y profesiones; Maná le gusta al chofer del P-5 de 40 años y le gusta al chamaco que estudia Informática en el politécnico; Maná le gusta al panadero de 25 años de Calzada y C y le gusta al Doctor en Filología. Maná es en esencia la reencarnación de esos boleros de victrola que lograban bailar con éxito en las discotecas y en las salas de los intelectuales. Y eso, cuando menos hay que reconocérselo.

Ahora que Fher desliza -como todo músico famoso que no quiere quedar malparado cuando visita Cuba- que cualquier día de estos viene, si no Maná, al menos él en solitario a dar un concierto en Cuba, imagino lo magnífico que sería ver una Tribuna Antimperialista repleta de gente coreando las canciones-himnos de Maná, ver un país conectado con uno de sus más sólidos recuerdos recientes, un recuerdo hermoso entre otros tantos recuerdos de una época de apagones, balsas y hambres imposibles de matar. Probablemente me tragaría todos mis remilgos y junto a otros miles de cubanos cantaría hasta perder la voz por una revolución de amor.

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