Manana Cuba, un festival sin estereotipos musicales

¿Un festival de música electrónica en Santiago de Cuba?, pregunté con asombro cuando conocí del proyecto Manana. ¿Por qué no?, me respondió entonces mi amigo Herson Tissert, a quién debía la noticia y en cuyos hombros recayó desde sus inicios la concepción de las sesiones teóricas del festival.

Dos o tres meses después, justo en esta primera semana de mayo, me fui al Teatro Heredia enterado de que el evento finalmente era una realidad. Por el camino había logrado saber  —Herson y otros amigos mediante— que el festival fue una idea de artistas santiagueros y británicos y que para su realización habían conseguido financiamiento internacional. Más tarde lograron el apoyo de la Dirección Provincial de Cultura y varias de sus instituciones, lo cual le ofreció la legitimidad necesaria. Su concepto es la fusión de la música electrónica foránea con las sonoridades folklóricas y tradicionales de Santiago, sin que ello signifique dar la espalda a la propia escena electrónica nacional y a la santiaguera, porque también existe aunque casi no la conozcamos.

Ya en el Heredia descubrí un movimiento inusitado. En la documentación que recibí al acreditarme confirmé lo que minutos antes había visto deambulando por salas y pasillos: el festival reunía a artistas tan variopintos y reconocidos en sus respectivas cuerdas creativas como los DJ’s norteamericanos Nicolas Jaar y Nickodemus, los británicos Quantic y Plaid, el percusionista santiaguero Mililián Galis, el grupo de son La Botija, el trompetista Yasek Manzano y el Dj Wichy del Vedado, entre mucho otros.

“Una locura”, me dijo mi amigo Julio Jiménez, escritor, investigador e integrante de un proyecto sugerentemente llamado Electrónica Palestina. “Una locura”, me repitió mientras me enseñaba entusiasmado la manilla que le permitía acceder libremente a las diferentes locaciones del Heredia.

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Buscando más detalles salí a la caza de Alayo, Alaín García Artola según su carnet de identidad, quien coordinó el festival por la parte cubana y es uno de los nombres emblemáticos del hip hop santiaguero. Alayo, también conocido artísticamente como The Cuban Fly, corría de un lado a otro, en mil gestiones, lo que hacía imposible un diálogo sosegado. En su rescate llegó Herson, quien me invitó a las sesiones teóricas que cada mañana se realizaban en otra sala del Heredia. Y fue una suerte, porque sus apreciaciones, o las de Julio, o las del profesor Carlos Chirino, de la Universidad de Nueva York, dieron nuevos contornos a un fenómeno musical mucho más complejo que los conceptos y etiquetas con que suele ser catalogado.

Fue especialmente intersante escuchar a Isnay Rodríguez, Dj Jigüe, resaltar la singularidad del contexto musical santiaguero, donde las influencias de África y el Caribe permean el quehacer de la música electrónica y de la música urbana en sentido general. En Santiago, insistió Isnay, el escenario es distinto al de La Habana y otras ciudades de Cuba en gustos, en dinámicas culturales, y por ello el festival Manana es una oportunidad única no solo como intercambio artístico, sino también como plataforma para visibilizar las creaciones de ese escenario, desdeñadas tradicionalmente por la Academia y los medios de comunicación.

De las sesiones teóricas salí con las ideas claras y las pilas puestas. Si me quedaban dudas de que Manana Cuba no era un evento de elemental naturaleza festiva me bastó luego escuchar al propio Dj Jigüe en el Café Cantante, o a Calentura, un colectivo de Dj’s de Los Ángeles mezclando diferentes géneros de todo el mundo, o la fusión de los tambores batá de Galis con las sonoridades electrónicas del iraní Pouya Ençai, o la mezcla multigenérica de Obbatuké con la rumba como soporte rítmico. Y sí, también se podía bailar con todo ello.

Ya en plena noche me encontré finalmente con Alayo. Esperaba junto a Julio y a otros cientos por la presentación de Adrian Sherwood, un legendario Dj y productor británico que combina en su trabajo géneros como el dub y el reggae. “Puede que el festival no sea perfecto”, me dijo cuando le pregunté cómo iba todo, “pero ya el solo hecho de que haya pasado y de que hayan venido quienes han venido ya es mucho, créeme”. Y le creo.

Que estrellas de la música santiaguera y de la música electrónica internacional coincidan en un escenario no es poco cosa. Que ese escenario sea en Santiago de Cuba, le otorga todavía más valor. Que todo ello sea, por demás, una puerta a nuevas colaboraciones, engrandece sin dudas las dimensiones del evento. Los límites y los estereotipos musicales, a fin de cuentas reflejo de nuestros límites y estereotipos socioculturales, son hoy menos firmes gracias a Manana Cuba Festival. Y eso bien debería celebrarse.

MANANA 2016 - Cuba's 1st Afro-Cuban Folkloric & Electronic Music Festival

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