Para leer a Carlos Varela

Todo el mundo sabe a qué le canta Carlos Varela. Pero, como en otras cuestiones de y en Cuba, existe una complicidad, un doble sentido, una pretendida tolerancia o lo que podríamos llamar… el beneficio de la metáfora. Ese trovador, con su vestimenta negra reglamentaria y su proyección mística, ya está amparado por el asilo cultural de la libre interpretación.

Para completar su leyenda, Carlos Varela tiene un libro con su nombre, editado en Cuba por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau. No es una autobiografía, ni siquiera una biografía, sino una especie de tratado musical escrito a dieciséis manos (o sea, ocho autores) en el que se desmonta el significado y contexto de canciones como “Guillermo Tell” o “La política no cabe en la azucarera.”

Las únicas palabras que el músico escribió en “Habáname: la ciudad musical de Carlos Varela” es la relación completa de todas las letras de sus canciones, incluidas al final del libro, pero también dispersas a lo largo y ancho de los artículos que explican, narran y fabulan acerca del artista y todo lo que hay detrás de sus creaciones.

Las dos especialistas encargadas de armar el volumen, María Caridad Cumaná y Karen Dubinsky, admiten haber recopilado textos que tratan sobre música, “aunque también acerca de muchas cosas: la emigración, las generaciones, el cine, La Habana, el poder político y la historia y el futuro de la Revolución cubana.”

Afirman de Carlos Varela que “su habilidad para crear controversia se equipara a la destreza para reflejar momentos de tensión política a través de la música.” La observación de que la canción Guillermo Tell es “un agudo comentario sobre las disposiciones del poder político” nos da la certeza que es un libro directo (tal vez demasiado directo para los gustos ortodoxos).

En sus páginas, cada uno de los ochos autores describe al trovador a su manera. El periodista cubano Joaquín Borges-Triana no se limita a sacar historias (que parecen más bien recuerdos) de Carlos Varela en los años ochenta y sumando a otros tres artista: Santiago Feliú, Gerardo Alfonso y Frank Delgado, que junto a Varela formaban una especie de cuarteto de Mosqueteros musicales.

Otros de los ensayistas dedican más de una página a disertar acerca de una sola canción, sus afirmaciones y fabulaciones, que nos revelan (¿o rebelan?) a un Carlos Varela mucho más atrevido de lo que no puedes parecer en una época donde en Cuba se habla de cambio de mentalidad. Da la impresión de que, en sus años mozos, allá por los ochenta, el autor de “Como un ángel” era tan subversivamente escandaloso como ahora son Los Aldeanos

“Habáname..” está cargada de observaciones curiosas para los menos informados sobre la evolución de la trova. El norteamericano Robert Nasatir encontró suficientes referencias para convencer al lector que Varela es un heredero de Silvio Rodríguez, reuniendo en su texto los tantos homenaje que él le ha hecho al hombre de Ójala.

Para la periodista cubana Xenia Reloba, la canción “La Política No Cabe en la Azucarera” es una crónica musical de los años abismales del Período Especial, con antecedentes económicos y políticos para explicar porque “un amigo se compró un Chevrolet del 59/no le quiso cambiar algunas piezas y ahora no se mueve.”

Pero la canción mencionada una y otra vez, la que parece obsesionar a los autores del libro, es “Guillermo Tell” y la metáfora del enfrentamiento generacional que sugiere, entre el padre héroe y el hijo que busca su oportunidad.

A juicio de la musicóloga estadounidense Susan Thomas, las canciones del trovador son crónicas donde “las descripciones gráficas de La Habana servían de telón de fondo para el comentario agudo social y político.”

Los ocho textos que forman el libro son tanto un análisis de la música y las letras de Carlos como un repaso del contexto en que se fueron compuestas. Apenas se habla de la música o de la sonoridad en sí. Todo se centra en las letras y en el país (o más bien en la ciudad) que las inspira, ya fuera en medio de la herejía generalizada de la generación de finales de los años ochenta, durante la fuga en masa provocada por el Período Especial y a causa de la frustración de una nación que se quedó a la mitad del camino hacia un sueño.

Al menos para quien escribe estas líneas, “Habáname…” despertó el interés por las canciones menos conocidas (o tal vez sería mejor decir las menos “gastadas”), como “Solo Tú (puede traer el Sol)” por la empatía que uno puede sentir hacia la siguiente estrofa: “Hace mucho tiempo que se dicen cosas y aún se sigue hablando de mí/yo sé que es el precio de cuidar la rosa/yo sé que es el precio de quedarme aquí.”

Foto: tomada de la página oficial del artista

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