Polito Ibáñez: No he sido pragmático porque he sido artista

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

Como si quisiera desprenderse de la música por unos minutos, Polito Ibáñez ha abandonado la guitarra en el salón. Con el pretexto de su más reciente producción discográfica De las manos y los pies, conversamos en las oficinas de OnCuba. Le pido comenzar por los inicios, por su carrera de actuación en el Instituto Superior de Arte (ISA), pero los inicios, al menos en aspiraciones, no estaban ligados al arte.

“Realmente yo quería ser oceanólogo —confiesa—, porque conocí el mar a los trece años y para una persona que siempre ha estado muy cerca de él, puede parecerle normal, pero para un niño como yo, con el misterio que encierra el mar, por los mitos, la fantasía, todo eso se convirtió en una especie de obsesión”.

Es por ello que no le interesó demasiado que su padre, integrante de un septeto de música tradicional, quisiera enseñarle a tocar la guitarra. Una vez en la secundaria la música parecía el mejor método para atraer a las muchachas y comenzó a acercarse a ese mundo. Pero cuando llegó el momento de escoger la carrera universitaria aún aspiraba a estudiar Oceanología. Cuando su promedio académico no se lo permitió, decidió entonces hacer las pruebas para entrar al ISA y aprobó en actuación.

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

“A mí me iban a dar baja técnica del ISA en el segundo año, porque siendo sincero yo tenía muchas carencias intelectuales, que no me permitían comprender algunas cosas, y realmente hay que ser un poco avezado, haber estudiado bastante la literatura, el fenómeno de observar los personajes dentro de una obra, haber leído bastante teatro que te permita al menos saber que en el teatro hay un diseño de personajes, psicológico, y en eso realmente estaba muy perdido”.

Un ejercicio de actuación con la obra La espera le salva su permanencia en la carrera, “hice una actuación extraordinaria, ni mi profesora ni mis compañeros de aula se lo podían creer, y entonces fue que me gané el derecho a sentir que yo era un actor”.

Pero un concierto de Silvio y Pablo a mediados de los 80 lo convence de que su verdadera vocación estaba en la música. En esa música. Empieza a asistir a peñas por toda La Habana y hacia 1986 entra en la Asociación Hermanos Saíz, en el departamento de la Nueva Trova, que le propuso una gira por universidades de la capital.

-¿Luego de la gira por las universidades viene el primer disco?

-Viene un primer concierto muy polémico en el año 91 en el Teatro Mella donde yo hice canciones que habían sido censuradas en la radio, y ese momento es mucho más importante en mi carrera que Recuento, mi primer disco.

“Fue cuando mi vida adquirió una connotación como artista, para los detractores y para los seguidores, el impacto de recibir un público tan numeroso y tan eufórico que se sabía todas las canciones, las que se ponían y no se ponían en la radio”.

-¿Y Recuento?

-Hice Recuento con la fundación de Pablo Milanés, y ya ese Polito llegaba al disco con una visión muy clara de lo que quería. Pero es un disco que yo no disfruto porque lo hizo Miguelito Núñez, con el grupo y la tímbrica de Pablo, y desde entonces yo dije que a mí ese disco no me gustaba, pero es muy significativo en mi carrera porque hay gente que dice que yo no he hecho un disco más grande que ese, donde están las canciones más sinceras, las más espontáneas, las que revelan una parte interior de mí…

-¿Qué busca Polito con sus canciones?

-En los próximos cincuenta siglos de la existencia de la humanidad, cuando se hable de la cultura cubana, yo quiero estar ahí, pero no por mí, como si me quitan el nombre. Yo creo que lo más importante son las obras, porque yo me formé como actor con el método de Stanislavsky y hay ahí una filosofía de la ética del artista, y me ha sido muy difícil sustraerme, aunque piense que eso muchas veces me convierte en un artista aburrido.

“Mi propósito como artista realmente es movilizar, generar opiniones, aunque sean poéticas, pero generar estados de interés sobre cuáles son las tendencias del desarrollo en un momento, en un día, en un año, en un siglo”.

Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida
Foto: Alain L. Gutiérrez Almeida

-¿Esa siempre ha sido, digamos, la bandera?

-Yo he tratado de que esa idea se mantenga. El disco Sombras amarillas lo logré a puro enfrentamiento con un productor italiano en Venecia, para que tuviera una factura lo más cercana a mi interés. Las concesiones que he hecho con respecto a hacer una canción de una manera que roce con lo comercial ha sido por presión de los productores, sin dejar de reconocer que en el disco Axilas, por ejemplo, que yo produje, está el tema Mujeres que, sin olvidarme de lo que quería, lo hice en función de que se vendiera. Tanto fue así que si algo se conoce de mí en los lugares a donde voy es eso, o Aroma de jazmín o Doble juego.

“De manera que yo creo que no trabajo para eso, pero he tenido que aceptar que un disco es un producto muy fuera de ti, para vender, para que sea consumido por un público mayor y en ese sentido ha habido concesiones, pero en el fondo mantengo mi visión del arte cuando logro ser un artista que canta sin tener en cuenta la producción discográfica”.

-¿Qué viene primero a la hora de crear, la idea, la melodía…?

-Maravilloso lo que me pasó un día: supe que yo componía y al mismo tiempo hacía la letra. Mayormente te viene como una atmósfera, una “performance”. Con la guitarra, el instrumento que yo trabajo, se puede producir una relación de sensaciones, y escoger performáticamente el camino para trabajar.

“Hay veces que estás trabajando en una armonía, y esa armonía tiene una estructura que tú de repente rompes, porque quieres hacer una búsqueda distinta. En ese sentido muchas veces me sorprendo con una idea de cómo hacer la canción, una frase pequeña y con un poco de todo eso va surgiendo el tema. De manera que yo hago armonía, melodía y texto a la vez, y eso me permite que si en un momento determinado quiero darle un giro no estoy condicionado porque previamente esté concebido uno de ellos”.

-¿Pero cómo te nutres para crear?

-Yo he perdido un poco el entrenamiento, porque a veces por la vida cotidiana, el tener un hijo (ya sea porque lo tienes todo el tiempo al lado, o porque lo tienes lejos), las caídas del alma (como la idea de Vallejo), las rupturas matrimoniales, lo que sea, dejas el entrenamiento. El mío fundamentalmente era escuchar música y leer. Y no hago ni lo uno ni lo otro actualmente.

“Pero las motivaciones son la realidad misma. Me interesa el entorno, lo que la gente vive, lo que siente, convertirme en una especie de amplificador de sus sensaciones, de sus sentimientos y en ese sentido creo que mi punto de inspiración más serio es la realidad misma. Una realidad que es tan común a los hombres, porque los problemas de los hombres son universales: el dolor, el amor, la rabia… Sobre todo al comienzo de mi carrera, se decía que yo cantaba sobre los problemas en Cuba y por eso muchas veces mi trabajo no era muy aceptado en los medios oficiales”.

-¿Polito Ibáñez es pragmático o sensible?

-No, yo no soy nada pragmático, de verdad. Ojalá. Si yo fuera pragmático tendría otros resultados en mi vida como profesional. No he sido pragmático porque he estado siendo artista todos estos años.

Luego de Recuento, vinieron en su carrera Para no pensar, Axilas, Sombras amarillas y Ante tus ojos, disco donde musicaliza poetas cubanos contemporáneos vivos a excepción de Eliseo Diego.

“Me planteé no volver a estar tanto tiempo sin sacar un disco, entre Axilas y Sombras amarillas fueron siete años, siete años donde yo no me creía ninguna canción mía. Componía y decía: esto no me dice nada”.

-¿Y dónde están todas esas canciones ahora?

-(Ríe) En el disco Sombras amarillas.

“Yo creo que pasa una cosa. Llega el momento en que, o eres artista para ti o eres el artista que tiene una responsabilidad con el público, porque la gente espera cosas de ti, entonces hay que hacer un disco al menos cada dos años, que es lo que me he planteado”.

-Regresas entonces con De las manos y los pies…

-El disco De las manos y los pies fue un disco que yo comencé por una necesidad primaria, y cuando me comuniqué con BisMusic les dije, no tengo un disco, y una persona que lo produjo conmigo me dijo: lo que te pasó hace siete años te está pasando ahora, eso que tienes ahí es un excelente disco, tiene al menos cuatro temas muy buenos, y hay veces que solo hay un tema.

“Por primera vez yo confío en un disco que no tenía ni en el alma ni en el corazón ni en la mente, porque confié en la opinión de esa persona y confié en que realmente yo había aprendido tanto sobre cómo hacer un disco, que era posible hacerlo con tres o cuatro temas atractivos.

“De las manos y los pies es un disco concebido a piano, contrabajo y batería con escobilla, como si fuera de blues, como del sur de Estados Unidos, un disco muy tranquilo que quería titular Polito victrola, lo tenía pensado para los bares del mundo, donde no es importante que el público vaya y te aplauda, sino que la gente vaya a conversar sus temas y yo soy esa victrola, que está cantando ahí y una especie de cortina me separa de ellos, como si fuera música en vivo pero indirecta”.

Escribió cinco temas entre el viernes y el lunes, mientras en su cabeza sonaba una canción muy vieja que no ha cantado nunca: hoy vinieron las preguntas, vinieron todas, vinieron juntas, se acercaron a mí peligrosas, como las cosas, como las cosas, hoy vinieron las respuestas, dispuestas, con fechas… Una canción de preguntas y respuestas sobre la vida, sobre la música, sobre Polito. Y eso ha sido, quizás sin proponérselo, una constante en su carrera.

“Es que todavía Polito Ibáñez no ha tenido respuesta a muchas cosas de la vida que siguen siendo para mí un secreto, y de la manera en que se me revelan, a veces pienso que estoy como si fuera un loco, como si tuvieran que atarme de las manos y los pies, para obtener esas respuestas”.

[vimeo id=”136774878″ width=”620″ height=”360″]

Salir de la versión móvil