Pucho López y una grabación para la historia

Pucho López (i) con el grupo Raíces Nuevas en el Festival Jazz Plaza de 1984. Foto: Archivo de Alexis Castañeda Pérez de Alejo.

Pucho López (i) con el grupo Raíces Nuevas en el Festival Jazz Plaza de 1984. Foto: Archivo de Alexis Castañeda Pérez de Alejo.

En septiembre de 2012, con solo 56 años de edad, moría en Santa Clara Pucho López, uno de esos genios raros y silvestres que en contadas ocasiones surgen en el panorama artístico cubano.

Su verdadero nombre era Víctor López Jarrín y había nacido en una familia extraordinariamente dotada para la música. Desde muy pequeño bebió de esa herencia y siendo apenas un adolescente sobresalía por su talento.

A los 15 años dominaba ya la ejecución del piano, el clarinete, el saxofón y contrabajo, y era arreglista del legendario grupo Los Fakires, con el que llegó a presentarse fuera de Cuba.

Pero su obra maestra fue, sin dudas, el moldeamiento del grupo Raíces Nuevas. Pucho logró convertirlo en una agrupación jazzística de concierto, a la que muchos conocedores ubican como una de las mejores de Cuba, no muy lejos de las luces de Irakere, pero con particularidades que la distinguían.

A pesar de los éxitos alcanzados en los Festivales Jazz de La Habana, donde provocaba el asombro de los músicos visitantes, los críticos y del público en general, Raíces Nuevas nunca pudo profetizar en su tierra. Su maestría y logros fueron subvalorados u obviados por las autoridades culturales de entonces en Villa Clara que la condenaron a ser una orquesta bailable más de las carteleras carnavalescas y programas menores, sin darle la oportunidad ni el lugar que se merecía no solo en la provincia sino en todo el país.

Raíces Nuevas se creó en 1976 para hacer música bailable, la más popular en esa época, aunque siempre intentaba hacer algo de jazz. De esta forma fue hasta la entrada de Pucho López. Él lideró un cambio radical, priorizó la concepción jazzística y sucedieron cosas maravillosas que hoy son historia.

El grupo grabó por primera vez en 1979, en los Estudios Siboney de Santiago de Cuba, un long play titulado El bombín de Barreto, por un arreglo que Pucho había hecho tiempos atrás al clásico danzón de José Urfé mientras militaba en la Banda del Ejército Central en Matanzas. En el Ejército, Pucho tenía también un grupo musical y a su lado siempre se reunían artistas. Fue entonces cuando la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) convocó a un concurso de arreglos que él ganaría con El bombín de Barreto.

La grabación del disco, sin embargo, no mejoró la situación del grupo, que siguió con altas y bajas, azocado por las incomprensiones y la absurda programación cultural de la provincia. Pero en 1982, mientras estaban en La Habana, ocurrió un hecho que cambiaría la historia.

En esos días se encontraba en Cuba un grupo de productores independientes, musicólogos y etnomusicólogos de los Estados Unidos. Ellos ya tenían grabaciones de Arturo Sandoval y el grupo Irakere y habían venido a Cuba porque querían grabar a Raíces Nuevas. Sabían de su trabajo por jazzistas estadounidenses que habían estado en La Habana en festivales anteriores.

Los norteamericanos habían gestionado su viaje a través del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), que decidió enviarlos para el oriente de la Isla, pero la persona encargada de atender a los visitantes se enteró de que Raíces Nuevas estaba en La Habana y logró propiciar el encuentro.

Roberto Pérez Elezgaray, guitarrista del grupo villaclareño, recuerda aquel momento: “La grabación se hizo en el estudio teatro de Radio Progreso. Los norteamericanos llegaron tarde de oriente, entraron al estudio ya cerca de las siete. Venían muy agotados, pero cuando el grupo comenzó a sonar se fueron animando, poniéndose eufóricos, y terminaron subiéndose en los asientos como enloquecidos”.

Uno de los visitantes, el etnomusicólogo Karl Signar, le hizo una larga entrevista a Pucho López, quien “hablaba el inglés tan bien como el norteamericano, incluso en cuestiones técnicas musicales”.

“Los norteamericanos quedaron muy complacidos –recuerda Pérez Elezgaray– y por vía telefónica enviaron la señal de la grabación para los Estados Unidos. Antes de irse nos desearon suerte y nos dijeron que de seguro nos veríamos en Norteamérica o aquí otra vez”.

Al aire…

Tras aquel encuentro, los músicos villaclareños quedaron expectantes sobre lo que sucedería con la grabación. Los meses pasaron hasta que junio de 1983 recibieron una llamada del maestro Armando Romeu desde La Habana. “Oí la programación de la Hora del Jazz de Willis Conover en la Voz de los Estados Unidos y a ustedes los ponen el día 21”, les anunció Romeu. Este era el programa de jazz más escuchado en el mundo; Willis Canover era un comentarista muy conocedor y popular. Esa semana el programa estaba dedicado al Jazz en Cuba, con Arturo Sandoval, Irakere y Raíces Nuevas.

“Estábamos en pleno carnaval y teníamos que trabajar. Pedimos autorización para no tocar ese día y poder grabar el programa, pero no nos dieron permiso y nos programaron en el municipio de Santo Domingo –rememora Pérez Elesgaray–. Pero el programador de allí fue más condescendiente y nos puso a tocar cerca de las dos de la madrugada. Estuvimos en el escenario hasta cerca de las seis pero pudimos grabar el programa en una grabadora pequeña de casete que yo tenía y que alcanzaba la onda corta”.

El comentarista comenzó el programa anunciando el nuevo jazz cubano, música hecha en la nueva era de Cuba y reportado desde Cuba, que podría escucharse por primera vez en cualquier parte del mundo. En la grabación puede oírse cuando dice: “Estoy muy impresionado con este grupo y el mundo debe conocer su música, me siento muy orgulloso de poder ponerla para que la escuche todo el mundo y no solo los cubanos”.

Pucho López. Foto: Centro Pablo de la Torriente Brau.
Pucho López. Foto: Centro Pablo de la Torriente Brau.

Canover insistió en la figura de Pucho, a quien consideró el líder indiscutible de  la agrupación y una persona conocida ya internacionalmente. Destacó sobre todo los temas Blue para Jimmy Smill y Uno más qué más da, ambos de la autoría de Pucho. En este último tema subrayaría sobre todo el saxo tenor, las trompetas y un solo de drums extendido.

“Ya en el mismo final de Uno más qué más da el solo es difícil de creer –afirmó el comentarista–, suena como una voz femenina, pero no, es el que toca el trombón que está cantando en voz falsete, continúa con voz normal, escuchamos después unos trombones altos, y si escuchas muy bien estarás viendo al trombón cantando y a la vez tocando. Esto es un solo magnífico y todo sucede a una velocidad  tremenda. Esta idea de cantar a la vez de tocar el trombón es de un trombonista alemán. Es posible que Carlos Álvarez –trombón de Raíces Nuevas– haya escuchado sobre él. Es la voz y el sonido del trombón combinados para producir lo que se le llama un tercer tono. Podemos decir que los cubanos no están aislados por completo; ellos saben lo que pasa en el mundo, conocen, y es evidente lo que saben de música”.

En sus palabras, Willis Conover calificó de formidable la actuación de Raíces Nuevas; sobre todo porque no fue hecha frente a una audiencia real sino en un estudio, frente a personas muy emocionadas. “Todos estábamos sentados en el estudio y brincamos y gritamos, de arriba hacia abajo, era para nosotros tan hermoso, excelente”, dijo.

Agradeció a Karl Signar por haberle permitido traer a la Voz de las Américas la música de Raíces Nuevas para que fuera escuchada por el resto del mundo. También a Radio Progreso por prestar su estudio para grabar al grupo. “Espero ver y escuchar otra vez a Raíces Nuevas en La Habana, en Washington, en New York o en Brasil –comentó Conover–. Estoy muy deseoso de que eso se cumpla y pienso que este grupo es demasiado bueno para mantenerse oculto, que sea posible que ellos puedan viajar, hacer discos y que se escuchen”.

No obstante los éxitos y la trascendencia de Raíces Nuevas, a finales de los ochenta el grupo dejó de existir. La Dirección de Cultura de Villa Clara tuvo, según Pérez Elesgaray, la “maravillosa” idea de disolverlo. Ya por entonces Pucho se había marchado del grupo.

Pucho López: el genio del cuban jazz piano que vivió en Cuba 🎹

La grabación transmitida por la Voz de los Estados Unidos permanece aún desconocida en Cuba. Solo sus protagonistas la recuerdan como uno de los momentos cumbres de sus vidas. En la casa del guitarrista de Raíces Nuevas, los músicos villaclareños suelen reunirse para revivir emocionados aquella experiencia, en un momento en que los contactos con creadores y promotores estadounidenses estaban sumamente restringidos.

En agosto de 2012 y después de importantes trabajos dentro y fuera de Cuba, Pucho volvió ya muy enfermo a Santa Clara, ciudad a la que quiso pero que nunca lo comprendió, y aún, lamentablemente, permanece ignorante de su grandeza. Los que lo visitaron en sus últimos días cuentan que en ningún momento perdió su humor y fina ironía, ni su inseparable caneca de ron. Sus restos fueron sepultados discretamente en su natal Placetas.

Todavía hoy sus admiradores soñamos con el reconocimiento de su gloria.

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