Raúl Paz: Cuba es complicidad

El venidero 14 de septiembre, el autor de temas como Carnaval y En casa, Embajador de Buena Voluntad de la UNICEF, se presentará en el Cuba Nu-Wave Festival en el Olympia Theater de Miami junto a Descemer Bueno, Lena Burque y Gema Corredera.

Las noticias lo colocan en la isla caribeña de Guadalupe durante el festival Terre de Blues; sobre el escenario del Atrium martiniqueño, en Fort de France, cantando junto a su hijo Rocco; describen el espíritu bohemio, sabio y elegante de sus composiciones al promocionar su presentación en el festival francés de Gordes; anuncian su concierto en el Pabellón Cuba ante cientos de jóvenes habaneros; refieren la pronta aparición del nuevo disco cual saga misteriosa que intriga a sus seguidores en todo el mundo; le dejan ver en un promocional del encuentro cubano Musicarte, a celebrarse en Cayo Santamaría, en mayo de 2014; y notifican que unirá su voz a la de otros compatriotas en el venidero Cuba Nu-wave, a celebrarse el 14 de septiembre en el Teatro Olympia de Miami.

Para Raúl Paz tantas vueltas conforman un destino manifiesto, como su regreso a casa después de asentarse como un músico de relieve internacional, tras diecisiete años de residencia en el exterior, la mayoría de ellos en Francia, donde se le reconoce y venera como artista oriundo.

“Cada cual tiene su camino – asegura Paz. Los caminos son muy largos y enredados y por un problema de respeto, no me permito comparar o juzgar a nadie en sus decisiones. Cada cual tiene que encontrar el suyo.  Para algunos, como lo fue para Pérez Prado, quizás el camino no era volver. Para mí era necesario, como volver a mi pueblo, a mi casa de infancia de vez en cuando.  Regresar es conocerse también, aprender a ser, porque el pasado marca el futuro, y replanteárselo puede ser muy importante en la vida de un ser humano.

“Nunca irme fue sin regreso.  Una de las cosas que más me dolía de irme en ese momento es que cuando te ibas, no tenías regreso.  Gracias a Dios y a muchas cosas eso está evolucionando, porque todos debemos tener derecho a regresar. Se trata de tu patria, tu país, el sitio de donde tú sales.”

¿Cómo recibiste la reacción del público cubano después de tantos años de ausencia?

“Para mí el público cubano es lo más grande de la vida. Cuando me propongo regresar vivía en Francia, donde con mucho esfuerzo había logrado hacerme un artista reconocido, incluso aceptado por los franceses como un artista nacional. En plena carrera en Francia apareció la posibilidad de volver no lo pensé dos veces, pero mi gran problemática era esa: ¿cómo voy a ser recibido en Cuba?

“Al final uno pasa muchos años representando de cierta manera a Cuba, haciendo música diciendo “yo soy cubano” pero ¿era una música identificable en Cuba?  Eso me aterraba. Para pulsar la situación hice un primer concierto aquí en el cine  teatro Acapulco en el 2007 – todavía viviendo allá -, con el cual se conformó un DVD.  Para mí era la prueba de fuego. Ya el tema Mama estaba sonando, pero era un solo. Fue la cosa más extraordinaria del mundo llegar a ese escenario – la primera vez que tocaba en Cuba, porque me fui antes de ser cantante – y sentir ese calor, ver las caras de la gentes que me esperaban como si nunca me hubiera ido; como que siempre estuve aquí y todo el mundo me conocía; y el público presente ahí y con esa sonrisa.

“Sobre todo la complicidad; que es lo que nunca se debe perder; estar sobre un escenario y sentir que el hasta el mínimo detalle es entendido. Me había adaptado a cantar en español para gente que entendía apenas el español y perdí esa complicidad profunda;  me la inventé con la música, pero cuando decía cierta frase nadie reaccionaba, porque la diferencia cultural e idiomática impedía comprender ciertas cosas. En ese concierto del Acapulco decir cierta frase, hacer cierto gesto, y ver que todas las personas entendían y estaban en sintonía contigo, sabían exactamente de qué hablabas, a qué te estabas refiriendo… fue la emoción más grande que como artista he tenido.

“No me lo esperaba de ese modo: llegar a Cuba y disfrutar de una aceptación por parte de la gente tan rápida y buena.  Siempre digo que tengo una gran suerte: mi música, por supuesto, no le llegará a todo el mundo;  pero tengo la suerte contar con un público que va desde los niños, pasando por gente joven hasta llegar a personas mayores y eso para mí es un regalo divino.  Lo vivo con mucho entusiasmo y con mucho amor;  encantado de estar aquí.”

QUERÍA SER ARTISTA

Para el embajador de Buena Voluntad de la UNICEF, la niñez debe resultar un momento de alta creatividad en la vida del ser humano. Su pasión por las artes se desató en esos años de infinita curiosidad en los cuales, “al chiquillo travieso, que hacía muchas maldades, era hiperquinético y siempre estaba muy inquieto”, se le reveló su vocación. “Me llevaron alguna que otra vez a ver a un especialista por esa “esquizofrenia” creativa desatada en ese momento. Tenía como una doble condición: era muy bueno en la escuela, como que me desdoblaba y me volvía un muchachito serio, todo responsable; y era un poco un demonio en la calle y la casa. Entonces, en medio de ese desastre aparecieron las artes como medio de evacuación de muchas cosas.

“Recuerdo un día muy importante para mí, en el que me regalaron una guitarra mis vecinos de al lado, que se convirtieron prácticamente en mis segundos padres.  Y a partir de ese día empecé a pasar toda mi energía a la música. Estudié piano, después un poco de violín. En ese momento había una actividad muy importante en los pueblos de con las  Casas de Cultura. Le debo prácticamente todo lo que soy a esa Casa de Cultura del pueblito de San Luis, donde tuve unos instructores de arte muy atentos, que me supieron encaminar no sólo en la música, también en en el teatro y las artes plásticas;  todavía cuando aquello sabía hacer un círculo.”

¿Siempre supiste que ibas a ser músico?

“Yo quería ser artista. Eso estaba claro.  Y hasta incursioné en la danza, lo cual se acabó muy rápido.”

¿Por qué se acabó muy rápido?

“Me gusta mucho bailar, pero soy un poco tieso. Me falta elasticidad y movilidad, y siempre fue así.  Cuando se estudia danza, lo primero que hay que hacer es un poco de estiramientos y era demasiado cangrejo. Igual pasó con las artes plásticas.  Me encantaba la idea de pintar, pero tengo algo de daltónico, confundo todos los colores. Y nada, enseguida me dieron baja.  Entonces me iban quedando pocas opciones: el teatro y la música. Durante mucho tiempo tuve las dos eran importantes, no sabía qué hacer, hasta que poco a poco me fui adentrando más en los estudios de música, que se empiezan más temprano.  Y creo que tomé la buena decisión.”

¿Y cómo era el ambiente en casa respecto a las artes?

“Era muy particular porque nadie era artista, ni lo imaginaban, ni querían serlo.  En mi casa ni radio se escuchaba;  era como vivir entre sordos.  A nadie le gustaba la música. Ponían la televisión y, si había un programa de música, lo cambiaban para una película. Lo único que sí veía mi padre era Palmas y cañas. 

¿Palmas y cañas el programa dedicado a la música campesina?

“Sí. Ese era mi único contacto en casa con la música. Por suerte, estaban los amigos alrededor, en la escuela, y después la Casa de Cultura que me hizo descubrir la trova cubana.  Y después, en San Luis había mucha música, sobre todo controversias en las calles del pueblo. Y eso me fascinaba, porque era gente que cantaba y actuaba al mismo tiempo, improvisaban, eran poetas y había música, o sea se daba una combinación muy cercana a la comedia musical, que me fascinaba.”

En un momento determinado parecía que te desviarías para siempre del mundo del arte ¿Cómo fue?

“A mis padres les resultaba simpático que hiciera el musiquito, pero para ellos eso no tenía ningún futuro. Y para colmo, era bastante bueno en la escuela, aplicado, así que lo “normal” era estudiar una carrera normal, como decían ellos.

“Así que sin obligarme – porque realmente mis padres nunca me obligaron -, me fueron impulsando hacia la idea de que mejor agarraba una carrera normal, iba a lo que eran las Vocacionales antes, y me convencí de que era posible hacer una carrera, e incluso empecé a pensar en la idea de ser arquitecto. Es todo lo “más alejado” del arte que he pensado ser. Pero, bueno, eso duró muy poco.”

¿Y en el preuniversitario te relacionaste de algún modo con la música?

“Ellos no sabían que en esa escuela había una trampa, porque el movimiento de aficionados estaba muy desarrollado, y desde que entrabas te hacían unas pruebas para ver si dabas para artista o deportista. Yo di para artista y enseguida entré a los círculos de interés, con profesores de armonía, solfeo, música. El destino como que estaba escrito y poco a poco empecé a agarrar el liderazgo en la parte musical, armamos el grupito de la escuela, y me convertí en “el músico” de la Vocacional.”

¿Cuándo le planteaste en serio a tu familia que te ibas a dedicar profesionalmente al arte?

“Llegué a onceno grado, y para mí estaba claro que intentaría al menos estudiar una carrera más relacionada con la música y el arte.  Así que fui a ver a una tía que tenía en La Habana, y le dije:  “Tía, ¿si me botan de mi casa tú me recoges?” Entonces hicimos un trato de que sí, que podía venir para su casa.  Así que fui a hablar con mis padres y les dije que me iba, que el doce grado no lo cursaría en Pinar del Río porque quería matricularme en el Instituto Superior de Arte, y para eso tenía que estar en La Habana.

“Y así fue, me costó un poco de disgustos en mi casa, pero al final entendieron. Mi tía me recibió, vine para acá. Fue un año donde cambié la perspectiva de muchas cosas. Tuve la suerte de encontrar a un gran maestro, Armando Suárez del Villar quien me ayudó mucho a prepararme y a ubicarme, dándome entradas para ir a los teatros, a la ópera, al ballet, y que viera un poco de cosas que nunca había visto; desgraciadamente, la cultura todavía hoy, se centra mucho en la capital.

“Fue un año muy fructífero. Entonces hice los exámenes para entrar al ISA en la facultad de teatro y los de canto, en la de música.  Entonces aprobé las dos carreras; y me propusieron cursar las dos al mismo tiempo, lo cual era una locura. Empecé a hacerlo, pero eso duró dos o tres meses porque tenía el doble de asignaturas.  Así que Suárez del Villar me sentó y me dijo:  “Bueno, ¿qué tú te sientes más, músico o actor?” Y yo sin pensarlo mucho, le dije:  “En realidad yo lo que más me siento es músico.”  Me decidí por estudiar canto clásico, aunque Suárez siempre me insistió en participar en los cursos de teatro como algo muy importante para los cantantes. Y siempre seguí vinculado a los estudios de Actuación.

De esa dualidad nació la experiencia como protagonista del filme Hello, Hemingway donde tocar guitarra y actuar eran ingredientes necesarios para asumir el personaje ¿Qué te aportó el trabajo con el director Fernando Pérez?

“En mi experiencia como artista, a lo largo de los años, lo más importante siempre ha sido darme cuenta no precisamente de lo que quiero hacer, sino de lo que no quiero hacer. Hello, Hemingway sirvió para darme cuenta de una vez por todas y estar seguro de que no quería ser actor. Y eso, de cierta manera, se lo debo a Fernando, quien es un gran director de actores.  Antes de empezar el rodaje de la película nos llevó para su casa, a mí y a Laurita de la Uz – la otra protagonista -, prácticamente vivíamos con é, y nos explicó desde el principio, qué es ser actor, qué riesgos conlleva, toda la dinámica, el esfuerzo, el sacrificio de una carrera muy seria. No es lo que uno cree al principio, cuando se tienen 18 años, que ser actor es ser famoso y poner una carita.

“Me han llamado muchas veces después de eso para hacer cine. Pero siempre he dicho que no porque ser actor es algo muy serio y tengo muchísimo respeto por los actores y por el cine. Y ese respeto lo adquirí filmando Hello, Hemingway con Fernando, que es implacable;  que cuando estás grabando es capaz de hacerte llorar, de hacerte reír, o sea, es su vida lo que está pasando ahí y te involucra de manera que sea la tuya también.  Y fue una experiencia muy rica para mí. Con el tiempo, realizo yo mismo mis video-clips, donde todo lo que pueda saber o las nociones de este mundo las agarré ahí. Para mí fue genial estar en el primer año del ISA y tener acceso a un director tan respetado, a una película admirada y a un papel tan importante, donde aprendí muchísimo.”

El camino del músico se hizo cada vez más firme en tu vida y fuiste perfeccionando esa ilustración musical. ¿De qué modo?

“Cuando decidí que iba a quedarme en la música también reparé en que tenía un cierto retraso con mis compañeros de aula. Ellos transitaron por escuelas de arte desde pequeños. Después, han devenido grandes compositores, intérpretes, directores… como Elio Villafranca, Carlos Puig, Iván del Prado…

“Me metí de lleno a la música, a estudiar y rescatar todo el tiempo que había de cierta manera perdido.  Me dediqué bien a la música clásica que me apasionó, aunque no era de donde venía. Eso me llevó a aplicar para una beca en la Schola Cantorum de París, que es una rama del Conservatorio de París, donde me especialicé en el canto clásico y en música contemporánea de finales del siglo XIX – la que se denomina  impresionista.”

Habiendo estudiado música clásica y teniendo la condición vocal derivaste  hacia otro tipo de música  ¿Por qué se produjo esa elección?

“De mis grandes discusiones existenciales con el maestro Suárez del Villar, ese era un tema. Él nos hacía trabajar en las óperas que producía en el Gran Teatro. Tuve la suerte de participar en La Traviata, en una ópera contemporánea en el primer Festival de  Arte Lírico de La Habana.

“De esa última, que se llamaba Hemingway, tengo una anécdota muy buena. Hacía falta un personaje de un niño en la ópera. En un momento llegaban a una escena de El viejo y el mar, de Santiago el pescador con un niño. Un ruso había escrito la obra y colocó una frase que decía ese supuesto niño a Santiago. Hugo Marcos, el gran barítono cubano, encarnaba a Hemingway y era también mi profesor en esa época.  Así que ellos me escogieron para hacer ese personaje que entraba a mitad de ópera, en medio de mucha gente, bailando. Era como una locura, una ópera contemporánea con una música rara.

“Fue la primera vez que canté en el Gran Teatro, con Elena Herrera, que dirigía la orquesta. El día del estreno mundial, sucedió algo simpatiquísimo: debía entrar a cantar mi pedacito y como en el ensayo no había quién diera pie con bola porque era en 28 por 39, una cosa así que no había quién entendiera Elena siempre daba las entradas y yo me equivocaba siempre.  En un momento, me dice: “Mira, tú vas detrás de ella;  ella entra, dice su texto, luego tú, dices el tuyo y te vas rápido porque viene el ballet detrás de ti.

“Ese día vino todo el mundo de Pinar del Río porque el niño iba a cantar en la ópera. Me paré nervioso en la pata del escenario – nunca se me va a olvidar la imagen de mis padres que estaban allí y mis tíos. Y yo mirando a la muchacha detrás de la cual yo debía entrar. Y de pronto, empiezo a sentir un ruido detrás de mí y un grupo que avanzaba; y era el ballet que salía. A la muchacha se le olvidó entrar, y por ende yo nunca canté. Pero lo mejor de todo es que, cuando se acaba la ópera, mis padres aplaudían emocionados.”

Y después de la anécdota volvamos a la pregunta. ¿Por qué alejarte de la música clásica si habías entrado en ese mundo bien avalado?

“A mí me apasionaba la música clásica, pero no me veía cantándola y como se hacía en Cuba y el mundo en ese momento. No me veía parado al lado de un piano, vestido de frac, cantando. Y eran mis grandes discusiones con el elenco de profesores en el ISA.  Entonces les decía: “Lo voy a estudiar porque me gusta y creo que es una manera de educar mi voz, pero sé que no podré hacerlo.”

“El profe, que siempre era muy alentador, me respondía: “No te preocupes;  un día quizás las óperas se puedan hacer de una manera más moderna”. Es el caso hoy de muchos directores, sobre todo alemanes y nórdicos, que montan óperas muy contemporáneas, donde hay que actuar y donde realmente se necesita que los cantantes de ópera sean actores.

“Entonces, lo tomé como una carrera que iba a estudiar, que me iba a servir como base para lo que quería ser. Desde Pinar del Río había traído mi guitarrita y mis canciones, que escribía desde muy chiquito.  Al llegar a  París para estudiar en la Schola Cantorum, me encontré con una realidad muy precisa: había obtenido la beca, el Estado francés me pagaba una parte de los estudios, pero debía trabajar para pagar la casa, el alquiler, la vida; una realidad con la cual nunca me había confrontado en Cuba.

“No sé si es para bien o para mal;  yo lo viví muy bien, el hecho de estudiar y trabajar, que hay una edad en que debes tomar conciencia de que hay que construir y no esperar a graduarte para empezar todo de cero. Como  quería trabajar en la música, salí a buscar por los bares de París un lugar que me aceptara bien, cantando mis canciones, porque nadie me iba a aceptar con la música clásica, hasta que finalmente encontré un restaurante-bar mexicano, en la Bastilla, que dirigía por suerte para mí un árabe que no tenía ninguna idea de la música latina. Le expliqué que tenía un grupo y podía animarle allí las noches, lo convencí y al final me  contrató.

“Poco a poco se fue dando la temperatura, hasta que un día llegó un productor, como pasa en las películas, me vio, empezamos a hablar, me propuso hacer un disco, y me fui convenciendo de hacer mi propia música, siempre diciéndome que algún día volveré a la ópera, no sé si como cantante clásico o director;  no sé si las malas noches me lo permitan.  Porque una de las cosas que me desanimaba era que con 18 años ser cantante de ópera es como ser cura, estás condenado a un rigor:  no se fuma, no se toma, no se sale de noche.  Y yo…”

Nunca has tenido vocación monástica…

 No, esa vocación no.

Paz, encontraste tu propio camino dentro de la música. Pero desde tu visión ¿qué tipo de música haces?  O tal vez, ¿qué tipo de música no harías?

“Esa segunda pregunta te la puedo responder mejor. En todo caso, lo único que he descubierto en tantos años –que no es mucho– es que hay que hacer una música acorde a lo que uno siente y lo que uno es. Tienes que ser muy honesto con la música y no hacer concesiones – en todo caso no tantas -, porque lo más importante es respetarse uno como ser humano.

“Después, la música que hago se parece a mí;  es una mezcla de muchas cosas que me tocó vivir, de mucha música que me tocó interpretar. En el restaurante donde trabajaba para financiar parte de mis estudios en Francia, me hice especialista de música tradicional cubana. Estudié unos cassettes que me mandaron en ese momento, con el Trío Matamoros, y la vieja trova de Santiago, hasta aprendérmelos de memoria. Conocí la música cubana profunda y diversa que va desde el Bola a Guillermo Portavales, uno de los que más me ha influenciado, alguien que en Cuba no se conoce mucho, pero marcó definitivamente la música campesina.

“Entonces, lo que hago en mi música es relacionar todo lo que fui o he podido ser. Trato de que sea un hecho muy placentero para mí y que pueda llegar a la gente. De ahí la necesidad de encontrar un mecanismo – siempre muy honesto y sentido, para comunicar las cosas que quiero.”

¿Cuántos años estuviste fuera de Cuba?

Diecisiete en total.

Recuerdo haber escuchado a Raúl Paz interpretando El Carretero de Guillermo Portavales en el teatro Olympia de París donde sólo algunos elegidos de la música internacional cantan. Un público fervoroso cantaba y gritaba feliz con su músico. Y en medio de aquella presentación, en tiempos donde habías alcanzado ya una prestigio como compositor e intérprete  a nivel internacional y creo que ni pensabas regresar dijiste en medio de la emoción y de modo muy espontáneo: “¡Que viva Cuba!  Algo muy profundo y sentido te ha traído de vuelta. ¿Qué es?

“Nunca estuvo en mí la idea de irme de una manera definitiva; no creo en lo definitivo en todo caso en esos aspectos. Uno es de donde es, de donde vino y de donde quiere ser. Cuba seguía siendo mi país, a pesar de que vivía afuera, de que incluso en un momento determinado las relaciones con Cuba no fueron las mejores. Pero yo seguía siendo cubano. La  historia es que de todos modos, dondequiera que me pare en el mundo a cantar, soy un artista cubano;  no lo soy solo porque nací aquí, sino porque siento a mi país y defiendo su cultura.

“Lo que apreciaste de ese momento del concierto fue algo como dices, muy espontáneo, pero me suele pasar mucho, en ese interés por hacer ver a la gente qué somos y lo que aspiro a que seamos cada vez más: un país unido que le pertenece a todos los que se sientan verdaderamente cubanos.

“Y en mi música hay mucha cubanía. Mucha más de la que la gente se imagina, porque cuando compongo — generalmente a guitarra y a veces al piano -, muchos de los temas que salen al principio son simplemente guarachas o sones, algo que está muy relacionado con Cuba, con mis tradiciones – debe ser el Palmas y cañas de mi padre, o esas controversias de San Luis, mezcladas con la música clásica y muchas cosas más. Tengo una manera de frasear que proviene de la rumba cubana, un fraseo muy asincopado, regado, no muy establecido.

“En la mayoría de mis canciones se puede tocar la clave detrás, aunque sea a ritmo de rock o de soul.  Cuba en mi música siempre ha estado muy presente. Así que para mí estaba claro lo de volver. Escribí una canción que se llama En casa, que habla de ese tema, estando todavía en Francia. Y dos años después volví a Cuba, y aquí estoy feliz sobre todo porque aprendo nuevas cosas y porque me mantengo en contacto con un nuevo mundo cubano que me fascina.

Te reconoces sanluisero, pero La Habana permanece obstinadamente en tus composiciones. ¿Cómo lo explicas?

Soy un gran pinareño, un gran defensor de mi pueblo San Luis, y los quiero mucho, pero verdaderamente La Habana marcó un momento importante en mi música.  Llegar a La Habana con 17 años y encontrarme el mundo fascinante que es esta ciudad maravillosa – he tenido la suerte de estar en muchas ciudades del mundo y lo confirmo – fue decisivo. Sigue siendo una ciudad que te envuelve y te llena de sensaciones, a veces buenas, a veces malas. Pero que una vez que pasaste por La Habana nunca más dejarás de tenerla presente.  Sí, en muchas de mis canciones está La Habana como símbolo cubano, como símbolo de este país.”

¿Reconoces que eres una suerte de cronista de la vida cubana y especialmente de la habanera?

“¡Ah!, la crónica como eje de mis temas.  Siempre tuve fascinación por esas referencias a los juglares medievales, por los trovadores de entonces que iban de pueblo en pueblo contando historias. He pensado que nuestro rol fundamental, el de los cantantes y compositores contemporáneos (somos de cierta manera los juglares de nuestra época); es dar fe de esos momentos, vivencias que quizás nos acercan al oficio del pintor recreando instantes muy precisos. Me gusta ese rol juglaresco, de contador de anécdotas, verdaderas o falsas, pero que de cierta manera retratan un período histórico y una cercana realidad.”

Para ver video de Raúl Paz hblando acerca de sus próximas presentaciones en Miami: click aquí

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Fotos de portada y concierto: Suenacubano

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