Santiago Feliú: Vida, traes entre las manos…

Todo transcurre como en un filme antiguo. Dicen que ha muerto Santiago, el zurdo maravilloso de la trova cubana; que en esta madrugada hubo una línea de silencio en sus ojos, un punto de fuga en su corazón. Dicen que se fue con una canción atravesada en la garganta, por eso allí no cupo la muerte, y bajó hasta el sitio donde libró las mayores luchas de su vida, como todo hombre justo y agrietado.

De pronto, hay un corte brusco en la escena y estamos todos en torno al escenario. En el centro, hay un hombre y una guitarra, o tal vez ambos respiran en idéntico cuerpo. Eso no importa. Solo tenemos una certeza: “Y si vuelvo a nacer, será preciso ser lo mismo”.

Pero el hombre ahora sale de la escena y se acerca. Y me envuelve en su sueño de cuerdas que revientan, de líneas que se parten, de muertes que danzan en el puño con sus cauces definitvos. También dicen que la muerte no le cupo entre los ojos, de tanta vida acumulada y tuvo que bajar hasta el corazón.

El hombre se acerca. Trae algo entre sus manos.

Puedo decir que se trataba de su singular forma de tocar la guitarra, (adaptada a la “zurda”) o tal vez que fue su voz, esa voz como de pulmón vibrante a punto de ser desgarrada por la verdad. Puedo decir que fue su autenticidad, no de esas que se alquilan o fluctúan, sino una que nace de un compromiso auténtico con el arte. Puedo decir que fue su verso consecuente, raigal, esencialmente humano que fabuló desde la sinceridad, aunque a algunos pareciera irónico o descarnado. Puedo decir tantas cosas, pero mejor hablo de la huella, esa que marcó a tantas generaciones. Esa que me marcó a mí.

En mi memoria, fonogramas imperdibles: “Ansias del alba”, “Futuro Inmediato”, “Sin Julieta” , “Náuseas de fin de siglo”, “Ay, la vida”. Una decena de discos, una crónica de la ruptura, de las grietas, del tiempo, del desamor, de la patria y Cuba.

En mi garganta, hallazgos personales que hablan de la fe: “Iceberg”, “Despojo”, “Para Bárbara”, “Búscame”, “Noticiero”, “Generación”, “La Ilusión”, “Era”. Tantas canciones imprescindibles. Un canto grisáceo que tiene de trasfondo la esperanza. La mirada de un hippie en el comunismo, de un “izquierdo por partida doble”. De un hombre común que hizo de su obra creativa un espacio personalísimo y singular.

Simplemente, creo que fueron sus arterias, que tomaron forma de canción, las que nos acercaron definitivamente a su obra. Detrás de su música no hay solo acordes y cuerdas, sino una sensibilidad transgresora y sincera, que no dudó en hablar de las ilusiones y las dudas del porvenir, “la tristeza acumulada”, que denunció la tolerancia apática de los “desenchufados”, que cantó al amor y que hizo de “Para Bárbara” un himno perenne de la nueva canción.

Dicen que ha muerto Santiago, el zurdo maravilloso de la trova cubana, que en esta madrugada hubo una línea de silencio en sus ojos, un punto de fuga en su corazón, pero yo no dejo de observar al hombre que se acerca, que oculta entre sus manos tanta vida.

No miro hacia atrás, porque no me agrada el olor de la muerte, ni de las despedidas, menos las cenizas. Pero otra vez, frente al escenario vacío, con una luz cenital sobre las cuerdas, percuto en la memoria y me descubro repitiendo que falta belleza, que a la vida le falta belleza; que sin las canciones de Santiago, nos falta belleza.

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Por: Yenys Laura Prieto Velazco

Fotos: Alain L. Gutiérrez, tomadas durante su concierto A Guitarra Limpia en el Centro Pablo y Luis Hernández, El Plátano, cuando Santi comenzaba su carrera

 

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