Silvio y nosotros

OnCuba entrevista a Silvio Rodríguez en exclusiva. El texto será publicado el próximo viernes 1ro de noviembre. Una oportunidad para conocer más sobre el pensamiento de Silvio.

¿Quién va a jugarse la cara, jugarse las manos,

jugarse la sonrisa y la guitarra?

¿Qué da derecho a aceptar o derecho a negar

que no sea mi propia palabra?

Silvio es un poeta que piensa con la guitarra, de ahí que sean tantas las canciones y tan diversas las miradas a su entorno y su interior, de ahí que se pueda conocer su historia, o sus más remotos laberintos —con luces y sombras—, si vamos canción adentro.

Llegué por San Antonio de los Baños

después que una gran guerra terminó.

En efecto, su poética lo dice: estaba fresco el fin de la Segunda Guerra Mundial, año 1946, cuando Silvio Rodríguez Domínguez llegó a la vida el 29 de noviembre, por ese pueblo del sur de la ciudad al que describe:

Yo soy de donde hay un río 
de la punta de una loma,
de familia con aroma
a tierra tabaco y frío;
soy de un paraje con brío
donde mi infancia surtí
y, cuando después partí
a la ciudad y la trampa,
me fui sabiendo que en Tampa
mi abuelo habló con Martí.

 

Mucho se ha hablado de las influencias de Silvio Rodríguez, me atrevo a decir que el espíritu de José Martí ronda su vida-obra como eterno acompañante, desde los cuentos familiares de su infancia, donde entre los tabaqueros que conocen a Martí está su abuelo. Hay varias canciones en que nombra al Maestro, como “Décimas a mi abuelo” “Juego que me regaló un seis de enero” o “Sea señora”; “Ala de colibrí que le compone especialmente y muchas otras donde la poética de Martí se desborda. En la pieza “Martianos” de 1969, aflora en Silvio el estilo de los versos sencillos:

De amor yo vivo, y de espada,

de boca y puertas abiertas.

Hay que vivir de una bala.

Hay que morir de una fiesta.

Cuando en 1973 graba su primer disco “Días y flores” muchos encuentran la influencia de César Vallejo en sus canciones, sin embargo, lo más visible es la influencia martiana. El monte, la sencillez, la naturaleza imbricada en el espíritu del ser humano símbolos tan recurrentes en Martí, se hacen presentes en este disco desde la pieza que le da título:

Si me levanto temprano,

fresco y curado, claro y feliz,

y te digo: «voy al bosque

para aliviarme de ti», 

sabe que dentro tengo un tesoro

que me llega a la raíz.

Quizás el acercamiento mayor está en “Yo digo que las estrellas” canción tejida como un verso sencillo de José Martí.

Yo digo que no hay talante

más claro que ir desnudo,

pues cuando se tiene escudo

luego se quieren los guantes.

Dice Silvio y comparemos con una estrofa de los versos de Martí:

Yo soy un hombre sincero

De donde crece la palma.

Y antes de morirme quiero

Echar mis versos del alma.

Hay otras canciones del trovador donde una idea martiana, o una frase dan pie para desatar un texto como el verso martiano: Solo el amor engendra melodía que Silvio recrea:

Solo el amor engendra la maravilla

Solo el amor consigue encender lo muerto. 

Hay una carta de José Martí en la que expresa la constancia en la ternura para no perder el amor:

Hay una palabra que da idea de toda táctica de amor: rocío-goteo. Que haya siempre una perla en la hoja verde, una palabra en el odio, una mirada meciente en nuestros ojos; en nuestra frente, un beso húmedo.

Consciente o inconscientemente, Silvio se prende de esta idea para hacer una pieza que precisamente se titula “La gota de rocío”:

Oh gota de rocío

no dejes de caer

para que el amor mío

siempre me quiera tener.

El mundo de los poetas forma parte raigal de la obra de Silvio Rodríguez. Es una tradición desde la llamada vieja trova ese vínculo directo que hizo que trovadores como Sindo Garay, Manuel Corona o María Teresa, por citar ejemplos, compusieran la música con textos de poetas de la época. Había una relación estrecha en la vida bohemia de bares y cantinas. En Silvio se da solo excepcionalmente la musicalización de un poema pero vive estrechamente relacionado, respirando el mundo de los poetas. En fecha tan distante como 1969, Silvio compone Emilia recordando su tiempo en el Servicio Militar y abraza su romance con poetas:

Vallejo así nos descubrió,
Byron estaba en su lugar.
Todo pasaba con nosotros.
Emilia, qué horriblemente
hermoso era aquel tiempo.

Él mismo ha dicho que empezó a escribir poemas a los 7 u 8 años. Incluso, en 1967 envió al Concurso de las FAR (luego 26 de Julio) un poemario. El premio quedó desierto pero Silvio obtuvo mención. En esos tiempos ya Silvio estaba vinculado al grupo de poetas, pintores y escritores de la revista El Caimán Barbudo, un hecho que lo marca profundamente.

Ahora quiero hablar de poetas, 

de poetas muertos y poetas vivos, 

de tantos muchachos hijos de esta fiesta 

y de la tortura de ser ellos mismos. 

Porque hay que decir que hay quien muere 
sobre su papel, 

pues vivirle a la vida su talla tiene que doler. 

Nuestra vida es tan alta —tan alta— 
que para tocarla casi hay que morir,
para luego vivir.

Escritores y poetas como Jesús Díaz, Guillermo Rodríguez Rivera, Víctor Casaus, Félix Guerra, Félix Contreras, el gallego Posada, ilustrador de la publicación y especialmente Luis Rogelio Nogueras, se convierten en hermanos de ideas alrededor de la revista; incluso, la primera presentación en público de Silvio Rodríguez es precisamente en el concierto “Teresita y nosotros” en Bellas Artes el 1ro de julio de 1967. Teresita era la gran trovadora Teresita Fernández. y “nosotros” eran los poetas de El Caimán Barbudo, dentro de los cuales se incluye aquel muchachito delgado, de espejuelitos, medio calvucho, con su guitarra, Silvio Rodríguez, quien empezaría a ser muy pronto solo Silvio.

Fui un trovador errante

sombra por caminos sin almas.

Mis riquezas fueron aquellos sitios

donde aprendían mis canciones

quienes me las mostraban…

Fueron tiempos también cinematográficos, Silvio integró el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, con el que realizaron la música de películas, animados, y documentales. Con Wichy Nogueras y Víctor Casaus, que vienen de la tropa de El Caimán Barbudo, realizan el documental “Que levante la mano la guitarra” sobre un concierto del trovador en Casa de las Américas que da pie también a un cancionero sobre su obra de aquella primera década.

Hay varias piezas suyas dedicadas a Wichy Nogueras, como la “Tonada inasible” o la “Canción del trovador errante”. A raíz de su desaparición física el trovador dedica su disco Causas y azares:

A Luis Rogelio Nogueras o sea; A Wichy, el Rojo, espléndido poeta cubano de apenas 40 años, por hacerme creer, hace tiempo, que jamás partiría y además demostrarlo.

Son tiempos en que el ambiente de Casa de las Américas, sobre el que gravita también la revista El Caimán Barbudo, vincula a los nacientes trovadores, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Vicente Feliú, Noel Nicola…con todo un movimiento de poetas, escritores, pintores, latinoamericanos.  Uno de los poetas que impacta en aquel ambiente de finales de los 60 e inicios de los 70 es el salvadoreño Roque Dalton, a quien Silvio le dedicaría años después su “Unicornio azul”. Roque ya le había escrito un poema al trovador titulado “Canción de protesta”:

A Silvio

Cayó mortalmente herido de un machetazo en la guitarra

pero aún tuvo tiempo de sacar su mejor canción de la funda

y disparar con ella contra su asesino

que pareció momentáneamente desconcertado

llevándose los índices a los oídos 

y pidiendo a gritos 

que apagaran la luz.

Las artes visuales han acompañado a Silvio, quien ha gustado siempre de hacer fotos, y pintar. Con 16 años ya comienza a dibujar y hacer historietas en la revista Mella. Resalta de entonces la historieta El hueco, que hace el casi adolecente Silvio con textos del escritor y periodista Norberto Fuentes. Es allí, en la revista Mella, donde un amigo, Lázaro Fundora, le enseña los primeros acordes en la guitarra.

El pintor de las enredaderas de luz

escribió sus últimos signos

con triste desesperación.

Y dejó sus restos a los amigos

pidiéndoles sólo paredes para sostenerlos.

En memoria del pintor Pepe Masiques, que muere muy joven en Francia, Silvio compone en 1968 “El pintor de lasa mujeres soles” y un año más tarde, en 1969, vuelven sus recuerdos al soldado del Servicio Militar y una muchacha tierna y soñadora que le revuelca la vida dibujando su mundo:

Sucedió que, una noche, llegó al universo Josah,

como una aparición de figuras en el sentimiento.

Vino de la ciudad donde viven los magos

y llegó con el alma colgada en el cinto,

sin saber que un soldado en el pecho no tiene fusil.

Encantó, revolvió, disgregó los aplomos,

puso tiendas gitanas en todos los templos

y era sólo una niña jugando a persona mayor.

 

«Josáh, la que pinta, déjate ver»,

decía el soldado, decía el viento

y la naturaleza con lenguaje que aún se puede oír.

Sin dudas, el momento de mayor interrelación de la pintura, la poesía y la canción en la obra de Silvio es en “Exposición de mujer con sombrero” conocida como Tetralogía por estar constituida por cuatro canciones que son como cuatro cuadros de un romance. Sus títulos son como para una galería: “Dibujo de mujer con sombrero”, “Óleo de mujer con sombrero”, “Detalle de mujer con sombrero” y “Mujer sin sombrero”. En esta última se pregunta:

Si un funcionario y un poeta

amaran la misma mujer,

¿qué nueva implicación tendría

la guerra astuta que padecen?,

y en fin, ¿dónde se posaría 

la victoria, el amor?

Y de la tetralogía resalta el “Oleo de mujer con sombrero” todo un clásico en el que la  muchacha inspiradora le recuerda, por un sombrero que llevaba puesto, con una pluma roja, a un cuadro del pintor ruso Marx Chagall:

Una mujer con sombrero

—como un cuadro del viejo Chagall—,

corrompiéndose al centro del miedo,

y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.

Pero entonces lloraba por mí

y ahora lloro por verla morir.  

Silvio Rodríguez, ha amasado sus canciones de muchas estrellas, siempre asumiendo la vida como un acto poético, hurgando en los días con ojos de poeta, de pintor, de cantor. En una canción de los años 90, dedicada a Roberto Fabelo, a propósito de un documental que le hace la realizadora Belkis Vega, Silvio sintetiza ese cosmos de las artes que confluyen en el tejido de su manera de vivir y crear:

Un mundo de contrahechos

se esparce en la cartulina,

bordado con punta fina

como los pelos del pecho.

País en que los deshechos

son amados todavía,

es la comarca sombría 

donde la luz se perdona,

porque allí van las personas

del sueño a la poesía.

Grupo Generación
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Con Haydée Santamaría y José Agustín Goytizolo
Con Haydée Santamaría y José Agustín Goytizolo

 

Wichy con Silvio
Wichy con Silvio

 

 

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