Noelia, la outsider

El programa ha despertado la polémica como pocos lo han hecho en los años más recientes de la televisión cubana.

La hora de Noelia. Foto: tomada de su perfil en Instagram.

La hora de Noelia es un programa dentro de otro programa. Los recursos a los que apela la puesta en escena de este espacio descansan en una variedad de argumentos que se desplazan desde la ironía, la sátira hasta otras temáticas de mayor profundidad, que radican en la trastienda del libreto.

Este espacio ha sido uno que, con finos resortes humorísticos, coloca frente a su propio espejo a la televisión cubana y a cierta gama de presentadores, periodistas y locutores que carecen de preparación para estar a la altura de las exigencias del medio y lo tratan de cubrir solapadamente con frivolidades o performances, marcados, definitivamente, por la vacuidad.

Cierto que no solo es una deficiencia propia de la televisión de la Isla; también está presente en otras televisoras internacionales, pero el personaje de Noelia, interpretado por Andrea Doimeadiós, pone el acento en nuestra realidad mediática gracias también a la comicidad de la actriz, a su manejo de reconocibles referentes populares y a su preparación en los lenguajes televisivos.

Hola amigues, con ustedes Noelia Bermellón

El programa, pensado por el actor Osvaldo Doimeadiós, la directora Mónica Crespo y la propia Andrea Doimeadiós, ha despertado polémica como pocos lo han hecho en los años más recientes de la televisión cubana. Su capacidad para colocarse bajo el escrutinio es otra de sus mayores ganancias, en un medio dañado precisamente por la falta de anclaje de productos que alimenten el debate público sobre la realidad circundante, o cualquier asunto que amerite la reflexión sosegada o la crítica encendida.

En La hora de Noelia intervienen diversos personajes cuyo diseño está basado en tributar a la trama central del protagónico, algo que en la mayoría de los casos no lograron del todo; se percibe cierta premura en la construcción de los roles y en su relación con la búsqueda creativa de Andrea.

El personaje de Andrea Doimeadiós tampoco se puede interpretar como una obra acabada, definitiva, porque los propios argumentos que lo sostienen y que la actriz defiende lo convierten en un puntal creativo que puede —y debe— perdurar en el tiempo, para bien de una televisión que requiere con urgencia de una interpretación a fondo de su función social y de las figuras que la representan ante el ojo público.

De hecho, Noelia Bermellón es un work in progress. Lo es no solo por el hecho de la relevancia implícita en su permanencia en la pantalla, sino también en la defensa de un personaje, que en este caso radica en las antípodas creativas de la propia actriz, porque Andrea, de 27 años, ha demostrado profundidad, talento y conocimiento del medio tanto en la piel de Noelia como en varios de sus trabajos anteriores.

Andrea Doimeadiós: una actriz incansable

Lo anterior no quiere decir que la actriz no haya cometido “deslices” en su rol protagónico. Como todo trabajo en construcción, este personaje debe limar fallas en su puesta que, por las propias exigencias presentes en la finalidad del personaje, varió mucho, quizá demasiado, durante las distintas emisiones en cuanto a su forma y capacidad de comunicar a los espectadores la diversidad de argumentos que maneja en las críticas y sátira sobre la propia televisión.

El personaje tiene un alto nivel de polisemia y simbolismo. Su rol está adherido a la hipérbole, la falta de profesionalismo y la chatura que lamentablemente se han incrementado durante los últimos tiempos en los espacios televisivos, en los que debería primar el rigor por encima de cualquier otro requerimiento para la entrada en el sistema de medios públicos.

El humor de Andrea, eso sí, no está destinado a la amplia diversidad del público cubano. El programa no se diseñó para ese calado masivo, y, por otro lado, la falta de espacios definidos por un humor más elaborado ha provocado también que un sector de los televidentes haya mostrado fuertes reticencias a lo nuevo, a lo desconocido, o haya rechazado de golpe el contenido del programa y el burlesco desempeño de su personaje central.

Los intereses televisivos de los cubanos, como se dijo, son muy amplios y diversos y no todos prefieren la hechura de un personaje que es también varios personajes a la vez, y cuyo eje central es la propia burla hacia sí mismo, mientras toma como blanco diferentes actores mediáticos de la televisión.

En el teatro cubano, este tipo de críticas o desempeño se hace habitual, pero llevar el personaje a un medio masivo con los argumentos de Noelia es harina de otro costal. Incluso, podemos pensar que fue un acto de valentía de los decisores mediáticos colocar en la pantalla este tipo de propuesta, que también ponen “bajo la lupa” la credibilidad de la televisión, aunque, a decir verdad, en ese juego de roles para impulsar la crítica y la amplificación del debate hasta un límite posible siempre van a salir ganando a manos llenas los que lo promueven, algo que increíblemente aún no se ha entendido en todas las escalas políticas y sociales del país.

En el caso de Andrea sobran los adjetivos. La actriz tiene una hoja de ruta envidiable en el teatro y méritos logrados en la televisión. No todas las actrices y actores podrían interpretar un personaje como el de Andrea sin quedarse en el camino. En el primer intento. Es ante todo un acto de arrojo creativo lo que Andrea ha hecho con este personaje, que bien podría haber agonizado rápidamente en ese peligroso camino hacia la exageración.

De seguir con nuevos capítulos como Noelia, Andrea debe tratar de mantener ese discurso hiperbolizado en un límite prudente y no abundarlo en gestos o argumentos más allá de la franja de lo necesario, porque, aunque parezca contradictorio, en la exageración desmedida puede radicar su propio desgarre y su propio desplome actoral.

El personaje, ya desde su construcción, tiene todos los recursos para seguir ganando adeptos a la causa, digamos, de un humor intelectual —que no quiere decir que esté reñido a lo popular, aunque entre nosotros los términos han tendido a confundirse e interpretarse como antagónicos— y el alcance de su propio objetivo final depende de la propia actriz, y, obviamente, también de la ayuda de su equipo de trabajo.

Lo que sí fue un error como una “jugada cantada” fue la transmisión del programa en el horario estelar del sábado, porque en esa línea de horario deben convivir espacios que cumplan con las normas formales de la televisión y logren entretener a la mayoría de los televidentes. Noelia es como una especie de outsider y su humor, ya se dijo, no es —al menos por ahora— para todo tipo de público, aunque eso no quiere decir que pueda volverse un poco más masivo mientras se comprendan en mayor grado los intereses creativos del programa y la actriz siga creciendo en el diálogo con su personaje.

La hora de Noelia no debería existir, pero existe porque es sencillamente un producto de la televisión. Y no solo de la televisión sino también de la realidad cubana. Bien visto es un personaje que trasciende dicho medio para ocuparse —sin quererlo quizá—, de la propias dinámicas sociales, en las que que cualquiera ha tenido experiencias seguramente bastante desagradables con personas que ocupan puestos no por su experticia, sino por otros “ méritos” que trascienden su función, ya sea en el sistema de medios o en cualquier otro eslabón, un escenario que golpea de forma demoledora la progresión del país y determina cómo los propios cubanos ven el desempeño estatal de la nación a través del pobre desarrollo y aporte de personas que tienen una visibilidad a veces muy pública, y otras no tanto. Por su falta de preparación sublimada por otros intereses o disfrazada en los trajes de la falsa moral o la conveniencia, estas personas dañan notablemente las estructuras profesionales y, peor aún, la credibilidad de los medios y organizaciones.

De ahí que Noelia se mueve en diferentes renglones de una sociedad que también requiere, desde su televisión, de la burla, de la crítica, de la sátira, para mirarse y comprender sin edulcuramientos cuánto la lacera la falta de preparación, de solidez intelectual y de argumentos que contribuyan definitivamente a su progreso; una sociedad que necesita además de propuestas que la inviten a pensarse a sí misma en un proceso autónomo que no rehúya ninguna opinión, posición o mirada, por difícil o beligerante que sea.

Por lo pronto, Noelia seguirá, palpitante, en escena. Porque cada vez que nos colocamos frente a la televisión encontramos “bermellones”, “bermellonas” o cualquier criatura semejante que siempre serán el mejor alimento para Noelia y su intrepidez.

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