Rigoberto Jiménez, al borde de su río

Un nuevo largometraje de ficción se cocina en esta Isla con el apoyo de Televisión Serrana y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. La ópera prima del realizador Rigoberto Jiménez trascendió los esquemas tradicionales: en pleno poblado de San Pablo de Yao, allá por la Sierra Maestra, donde el Oriente del país es más profundo y montañoso, este documentalista de pura cepa saldó sus deudas como creador cinematográfico.

Al borde del río, inspirado en la vida de las hermanas Lola, Gelacia, Pepa y Cira Garlobo Gil protagonistas del documental “Las cuatro hermanas”, realizado por Jiménez en 1998, toma vida en tres períodos de la historia nacional (décadas de los años de 1950, 1960 y 1990) y cuenta la decisión de estas mujeres campesinas de vivir solteras en el corazón de las lomas. Lo fascinante de este entramado de sutilezas quedará en un material que, a decir de su director, es una película-taller.

Según declaraciones del también fundador del Centro de Televisión Serrana esta no fue, para nada, una empresa fácil, pero siempre se impuso la dedicación y el empeño de todos por lograr un producto final de emoción. “Es muy difícil hacer una película con bajo presupuesto, muy difícil… sin embargo, nunca nos detuvimos por algo que dependiera de fotografía, luces, actuación, sonido o puesta en escena, y creo que fue precisamente eso, el equipo, lo que tiró para adelante a este filme; desde el principio el equipo dijo esta peli se hace, y hasta el último plano estuvo respondiendo de la misma manera.

“No voy a decir que no dudé, dudé en muchísimos momentos, me decía esto no se acaba, y me ponía súper-tenso, pero nunca pensé en parar… y así salió, es como una suerte de milagro, porque no dejamos de confrontar dificultades en ningún momento”.

Con la impronta del guión de Arturo Arango y Xenia Rivery, Al borde del río cuenta con varias singularidades pero la más importante son sus distintas locaciones en las colinas del municipio de Buey Arriba, los personajes y entornos poco tratados en la producción audiovisual cubana.

Esta vez se unen en los papeles protagónicos mujeres consagradísimas de la actuación como la imprescindible Adela Legrá, Coralia Veloz y Oneida Hernández, bajo los hilos de una trama que le otorga especial relevancia a la realidad y al punto de vista de la mujer del campo.

Completan el equipo un grupo de jóvenes actores y actrices, en su mayoría de la provincia de Granma, entre ellos Mirelys Echenique, Yudexi de la Torre, Ilietis Batista, Danieyi Venecia y Yunia Jerez; las cuatro últimas encargadas de dar vida a las protagonistas en su juventud, en los años 50 del pasado siglo XX, etapa en la cual transcurre la mayor parte de la historia.

La selección del elenco corrió con momentos de puro nerviosismo, pues “quería encontrar mucho corazón y mucha alma en los actores que interpretaran a cada uno de los personajes, aunque también era una locura, pues debía trabajar con ocho protagonistas femeninas, un protagónico masculino y varios secundarios. Ahora me doy cuenta de que fue una verdadera locura hacer mi primer largometraje así… con tantos actores.

“Pasamos mucho trabajo para conformar el grupo de la segunda etapa, cuando las protagonistas son adultas, pero al final creo que tuvimos el casting perfecto. Fue muy linda la respuesta de las actrices: Coralita, Adela, Oneida, Mirelys, todas pusieron mucho empeño y lograron entender muy bien la historia, a pesar del poco tiempo de rodaje con ellas”, aseguró Rigoberto en entrevista publicada recientemente.

Pero sin dudas, la fotografía será una de los principales atractivos de este filme, sin escenografías irreales y sí mucha autenticidad de montaña granmense. “Era indiscutible, esta película había que hacerla aquí, pues si se realizaba en otro lado no tendría esa “bomba”, esa energía que aporta este lugar, el cual pienso que fue creado por Dios especialmente para el cine y el documental.

”Las personas de la comunidad – rememoró el profesor de la Escuela de San Antonio de los Baños- no imaginan cuánto ayudaron, sin su apoyo no hubiese tenido nada, y eso es algo de que me gustaría ir a decírselos casa por casa. Ellos a lo mejor prestaron un vaso, sin entender verdaderamente que ese vaso era importante para hacer cine, pero si no me hubieran prestado ese vaso la película no se hace”.

El hijo nacido en el corazón de Buey Arriba, un 14 de septiembre de 1967, regresó a su tierra para devolver, hecho cine, el encanto de su tradición, de su gente.  “Para mí, lo único que justifica que todo esto saliera bien es que pude lograr que la gente se enamorara del proyecto y creyera en mí, entre ellos personas de mucha experiencia que pudieron abandonarme ante cualquiera de las muchas dificultades que tuvimos que enfrentar, y sin embargo no lo hicieron; y eso yo no tengo como pagarlo, aunque hubiera contado con todo el dinero del mundo para hacer esta película, porque eso no se paga con nada”.

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