«Siempre hemos querido oler a limpio»

Carlos Moreno guarda en su casa los objetos para un museo de la cosmética en Cuba. Foto: Yander Zamora.

Carlos Moreno guarda en su casa los objetos para un museo de la cosmética en Cuba. Foto: Yander Zamora.

La casa de Carlos Moreno Fernández ya no es su casa. Es, ahora mismo, un almacén de cultura donde aparece desde un creyón labial de Alicia Alonso hasta el frasco de perfume preferido de Rosita Fornés o rolos hechos durante el Período Especial.

Ese almacén, que alberga también toda clase de cuchillas de afeitar, abrigos, polvos faciales, cremas y sombreros –con la única condición de que se hayan utilizado en Cuba– es un lugar con una enorme riqueza estética y sociocultural. Es el museo soñado por Carlos, quien tres años atrás comenzó una rigurosa investigación sobre la cosmética en Cuba que lo hará Doctor en Ciencias del Arte.

A través de amigos, vecinos y otras personas fue adquiriendo objetos que cuentan la historia de la cosmética en Cuba, hasta acumular una colección bastante considerable.

"Tengo algunas colecciones de objetos o productos de cosmética usados por personalidades de la cultura". Foto Yander Zamora.
«Tengo algunas colecciones de objetos o productos de cosmética usados por personalidades de la cultura». Foto Yander Zamora.

“No solo personas famosas me han ofrecido ejemplares, sino que cualquier vecina, conocida o ama de casa aporta algo, porque el mundo de la cosmética se convierte en un código nostálgico –y compartido– de nuestro patrimonio intelectual y nuestra memoria histórica.

«Tengo algunas colecciones de objetos o productos de cosmética usados por personalidades de la cultura. Por ejemplo: un pomo de colonia Roger & Gallet –considerada entre las aguas de colonia más antiguas del mundo– que le regaló un maestro clásico mexicano a Fernando Alonso y, según recuerdo era de su preferencia. Cuando estudiaba en el ballet, él llevaba siempre un pañuelo que olía esa fragancia en el bolsillo. Se secaba el rostro y quedaba perfumado a la vez que se secaba el sudor», cuenta Carlos a OnCuba.

«También he adquirido algunos elementos de peluquería como los apliques de Nilda Collado, de Martica del Río; el perfume Fleurs de Rocaille que Odalys Fuentes usaba cuando iba a la televisión; y algunos ejemplares de perfumes franceses que regaló el maestro Lecuona a la cantante lírica Gladys Puig en la década del 50 cuando trabajaron juntos en televisión. El maestro tenía la delicadeza de llevar perfumes como presente a quienes trabajaban con él como intérpretes. De estos poseo un ejemplar del Guerlain», comenta Carlos, quien inició el proyecto del Museo-Galería de la Cosmética como resultado de sus estudios, primero en la Escuela Nacional de Ballet y luego en el Instituto Superior de Arte.

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.

«Cuando terminé mi licenciatura me ofrecieron una colaboración con el maestro Julio Zenón Díaz, entonces maquillista del teatro Hubert de Blanck y profesor del ISA. Ya él tenía una edad avanzada y me llamaron para que compartiera la asignatura con él y lo ayudara. Desgraciadamente lo perdimos el año pasado, pero sus experiencias me motivaron a emprender una búsqueda intensa que aportara a la historia de la cosmética en Cuba», dice.

«No existe en el ISA un texto básico sobre este tema para impartir las asignaturas de la especialidad, aun cuando Barbarella Acevedo y Eric Eimil publicaron un libro titulado Breve historia del maquillaje. Comencé a preparar un texto y le añadí ilustraciones, solo con la idea de graficar el libro, y luego una amiga me regaló algunas piezas ejemplares. Eran productos que se habían utilizado a lo largo de la historia del país y quise rescatarlos para el futuro».

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.

De esa investigación en desarrollo Carlos ha obtenido un patrimonio considerable que quiere mostrar al público. Solo faltaría para completar su proyecto un lugar donde exhibir las piezas, que le permita además recuperar su casa.

«Lo quiero titular La beauté cubana, así en francés y español, como alusión también al tema de José White La bella cubana. Es un homenaje a la mujer, a la historia de la imagen del cubano, pero sobre todo a nuestro patrimonio y tradiciones en el mundo de la cosmética», agrega.

En cuanto al espacio él tiene algunas ideas, pero eso de poco sirve si no encuentra dónde materializarlas: «Le entregué este proyecto –que nace de mi visión particular y mis motivaciones como investigador– a la Oficina del Historiador, pero no recibí respuesta.

Carlos necesita un local para crear el museo y recuperar el espacio de su casa. Foto: Yander Zamora.
Carlos necesita un local para crear el museo y recuperar el espacio de su casa. Foto: Yander Zamora.

«Lo único que pedí fue un local, preferiblemente en La Habana Vieja o Centro Habana, para estar cerca del circuito de los museos y contribuir a profundizar sobre el patrimonio. Yo me encargaría de habilitar el resto de las cosas, pero desistí de esa idea y, como tengo tanta intención de consolidar mi proyecto, lo haré como una iniciativa privada, tal vez cooperativa. Funcionará también como galería donde las personas podrán adquirir obras de artistas brasileños. Así tendremos al fin un espacio para mostrar la cosmética cubana y pondremos toda la información y el conocimiento recuperados a disposición de los artistas o especialistas que lo necesiten para trabajar o recrear ambientes de época. Tengo también la intención de que las marcas de productos que ahora están retornando al mercado nacional se vean reflejadas desde el punto de vista histórico para restablecer nexos”, dice.

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.

Carlos –que ahora cuenta también con la ayuda de la especialista, arqueóloga y restauradora brasileña Simone Mesquita– aspira a que ese museo, dondequiera que esté ubicado, sea un espacio de venta de maquillaje profesional para la caracterización de personajes.

“Simone trabajó en el Centro Nacional de Conservación, Restauración y Museología (CENCREM) y está relacionada sentimentalmente con la herencia cultural cubana. Llegó al proyecto como un ángel y me ha facilitado instrumentos para el embalaje y mantenimiento de las piezas, que pueden verse afectadas por hongos o por la humedad de nuestro clima. Es muy complicado, hay cosas de metal de difícil restauración y conservación.

«De un lado los brasileños ponen la plástica y nosotros ponemos el mundo de la cosmética en Cuba, que ha sido tan rico e importante. Desde el punto de vista de las tradiciones de higiene y embellecimiento, hay que volver a nuestros orígenes, retomar algunos remedios que se han ido olvidando con el tiempo y también recordar aquellos momentos en cuanto al uso de cosméticos en los que el pueblo cubano tuvo su inclinación hacia determinados productos o marcas.

«Los cubanos siempre hemos querido oler a limpio. Tenemos mucha influencia de España, y París también aportó a la cultura cubana con respecto a los gustos. Nuestras tradiciones cosméticas durante el siglo XIX y XX estuvieron marcadas por la perfumería francesa, además de que como éramos neocolonia de Estados Unidos, todos los productos que llegaban al mercado norteamericano pasaban por aquí. Se vendían en Cuba primero”, cuenta.

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.

Según tus investigaciones, ¿qué aportó Estados Unidos a la cultura de la cosmética en Cuba?

Estados Unidos introdujo los muebles de baño y los principales vendedores de estas piezas venían desde allá. De ahí la tradición de llamar baño (bath-room) al local asociado a la higiene. Desde fines del siglo XIX y hasta mediados del XX le nombramos cuarto de baño a esa parte de las casas o apartamentos.

Además, en los 40 surge en Cuba el Star System, inspirado en el modelo norteamericano, que operó en la Isla hasta el 1959. Se mostraba a los artistas promocionando productos cosméticos de grandes empresas cubanas como Sabatés 1860, Crusellas 1863, del siglo anterior, y la Gravi de 1927, las cuales establecieron contratos para que las grandes estrellas del país difundieran sus productos por la radio o por la naciente televisión. Otros cosméticos procedían del resto del mundo y eran representados por cubanos o directamente por las firmas.

Los anunciantes de radio se hicieron reconocidos a partir de ahí. Me he puesto a ordenar y organizar quiénes eran los artistas que más vendían. Por ejemplo, en los 40 María de los Ángeles Santana y Enrique Santiesteban promocionaban el jabón Hiel de vaca, de Crusellas. En los 50 llegaron otros talentos como Raquel Revuelta y Otto Sirgo, que continuaron esa labor desde los programas que representaban a las firmas en la pantalla.

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.

¿Qué objetos has logrado recuperar de la etapa de crisis de los 90 y qué aportan desde el punto de vista de la inventiva?

Estamos muy encasillados con que la década del 90 por la crisis demostró la creatividad del cubano. Pero realmente a lo largo del siglo XX tuvimos otras crisis: la primera fue en los años 30 con el machadato, un periodo muy triste porque no había nada; era el periodo antes de la Segunda Guerra Mundial, el llamado tiempo de las vacas flacas.

El segundo periodo especial fue en los 60 cuando empezaron a escasear las provisiones tras el triunfo de la Revolución Cubana y se reacomodaban las estructuras, pues aún no se había creado un sistema de respuesta a la necesidad cosmética del pueblo. Después de las nacionalizaciones entre el 60 y el 62 se creó el Consolidado de jabonería y perfumería. A raíz de eso se crearon producciones cosméticas con las reservas nacionalizadas, pero muy limitadas.

El tercer periodo especial fue efectivamente el de los 90, cuando tocamos fondo, porque al menos en los dos periodos de crisis anteriores teníamos reservas: en el 60 teníamos las reservas del 50, y en el 30, las del 20 y el 10. Sin embargo, en los 90 éramos muy dependientes del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), que cubría las necesidades básicas y del día a día, pero no daba la posibilidad de guardar para después: por la casilla te tocaba, aunque a precios muy asequibles, un producto u otro, pero no varios a la vez.

Así que esta Galería-Museo mostrará a través de distintas piezas la inventiva del cubano. Un ejemplo son los frascos para envasar perfumes, de los que quedaban del CAME y luego fueron reenvasados en frascos de penicilina u otras ámpulas de inyección que se cortaban y se ponían luego con tapitas. Estas últimas se fabricaban a partir de las suelas de unas chancletas de goma bien gastadas que se vendían en el momento.

Nuestro proyecto y su sede se pronunciarán por el rescate de los elementos tradicionales de higiene, desde el punto de vista de la cosmética natural: elementos naturales cubanos de nuestra flora y fauna, que hemos debido rescatar para el cuidado personal, de la piel, el cabello, el cutis, los ojos. Nuestras abuelitas siempre han tenido remedios para cuando se nos quema el pelo, para protegernos del sol, cosa que debemos retomar.

¿Qué servicios se brindarán en tu Galería-Museo?

Será, entre otras cosas, un centro de documentación e información, aunque teniendo la imagen del producto de una determinada época, algunos profesionales que se acerquen a nosotros podrían realizar sus trabajos de Dirección de arte, y se podrían recrear épocas. Las piezas que se expondrán irán acompañadas de una amplia documentación sobre su procedencia, los representantes en Cuba, los locales donde se vendían, etcétera. Nuestro espacio será interactivo, para que los artistas puedan ir a tomar e intercambiar ideas.

En esencia este centro estará dirigido a mostrar algunos periodos de nuestra historia con relación a la imagen: quiero mostrar un poco cómo vivieron, cómo se peinaron y se vistieron los cubanos; qué productos usaron, y las formas en que se aplicaban. Eso.

Foto: Yander Zamora.
Foto: Yander Zamora.
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