Del otoño al verano, el arte de Rubén Darío Salazar y Zenén Calero

Imposible deslindar la obra de ambos creadores, Premio Nacional de Teatro 2020, fundadores de uno de los grupos más importantes de la escena cubana contemporánea. 

Rubén Darío Salazar en "La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón". Foto: sitio web de Teatro de Las Estaciones.

No hace falta ser niño para disfrutar de una función de Teatro de Las Estaciones, uno de los grupos de teatro de títeres más trascendentales en el panorama de las artes escénicas de la Isla en el último cuarto de siglo, gracias en gran medida al trabajo de sus fundadores, merecedores del Premio Nacional de Teatro 2020.

Mucho ha costado que Rubén Darío Salazar y Zenén Calero se alzaran como ganadores precisamente este año, que casi nos priva, entre todo lo que ya nos ha robado, del Premio Nacional en esta rama del arte, con tantos buenos exponentes en el país. Felizmente, la polémica llegó a buen término.

Rubén Darío Salazar y Zenén Calero. Foto: Facebook de Abel González Melo.

La etapa estival ha sido siempre buena aliada para los fundadores de Teatro de Las Estaciones. Fue en el mes de agosto de 1994 cuando se estrenaron con el espectáculo “¡Viva el verano!”, en el Teatro Sauto de Matanzas, en una de las etapas más complejas para la nación cubana.

Salazar, dramaturgo, actor e investigador y Calero, diseñador escénico, han creado todo un universo mágico en la compañía, como solo puede logarlo el teatro para niños que han sabido llevar a todo tipo de público a lo largo de los años. Títeres, actores, músicos y demás virtuosos confluyen en un espacio creador como pocos en el país.

El trabajo del director de Las Estaciones no puede verse aparte de la obra de su diseñador. Juntos han logrado dar forma y vida a personajes imaginarios de libros de cuentos y guiones teatrales, y a todo el universo donde estos conviven.

Zenén se ha encargado de “aterrizar” las invenciones de Salazar, mostrando al público múltiples historias, algunas más conocidas que otras, siempre con ese tono de enseñanza y magisterio que encierran las fábulas narradas en escena.

“Cuando se entra al teatro se debe llegar a un mundo diferente”, ha afirmado con anterioridad Zenén Calero. Ese es uno de los preceptos que lo han llevado a trabajar sin descanso no solo para su querido Teatro de Las Estaciones, sino también para otras compañías y formatos artísticos dentro y fuera de Cuba.

Antes de Teatro de las Estaciones, otro grupo unió los destinos de Salazar y Calero: Teatro Papalote, uno de los más importantes colectivos titiriteros del país. Con más de 50 años de trayectoria, también en la ciudad de Matanzas, ha devenido epicentro de los espectáculos de marionetas en Cuba, con una tradición que se ha mantenido con el paso del tiempo.

Clásicos de la compañía como “Pelusín y los pájaros”, “Por el monte Carulé”, “El irrepresentable paseo de Buster Keaton” y “Cuento de amor en un barrio barroco” se unen a las adaptaciones de textos de la literatura cubana y universal como “El patico feo”, “Los zapaticos de Rosa”, “Alicia en busca del conejo blanco”, “La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón” y “Los dos príncipes”. En ellos, el director se nutre de varios referentes para contextualizar sus textos al entorno nacional, siempre a partir de un lenguaje ecuménico.

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Salazar, como fiel investigador, incorpora elementos novedosos y enriquecedores en cada espectáculo al conjugar música, artes plásticas e incluso materiales audiovisuales. Logra atrapar en su magia a otros artistas del país como el pintor Alfredo Sosabravo, la cantante lírica Bárbara Llanes, el cineasta Marcel Beltrán, el trovador William Vivanco y el dramaturgo Norge Espinosa, entre otros.

El trabajo escenográfico a cargo de Calero estos 26 años ha contado con el apoyo de otros diseñadores. Nelson Ponce, Robertiko Ramos, Abdel de la Campa y Yahilis Fonseca son algunos de los nombres que han desfilado por la compañía en calidad de invitados, creando de conjunto mundos de fantasía para los textos de Salazar.

Este ha logrado transmitir su eterna sonrisa a miles de familias, con una labor de enseñanza presente en cada uno de sus trabajos y como profesor de la Universidad de las Artes. Además, ha investigado sobre la obra dramatúrgica de los hermanos Camejo y Pepe Carril, así como de la impronta de la escritora Dora Alonso, a quien siempre regresa para redescubrir pasajes de su quehacer literario para niños, en especial de su personaje antonomástico Pelusín del Monte.

Más allá de las tablas, en la galería El Retablo, también ubicada en la Atenas de Cuba, Calero mantiene vivas sus marionetas, como quien luce orgulloso de los hijos que va formando por el camino. Para entender un poco más la obra creativa de este prolífero diseñador fuera de las tablas, es preciso visitar ese espacio, y nutrirse de los elementos con los cuales conforma sus títeres, cual Geppetto tropical, siempre buscando no repetirse en sus creaciones.

Zenén Calero. Foto: sitio web de Teatro de Las Estaciones.

Casi 40 años lleva desarrollando ese arduo ejercicio artístico. Una buena parte de lo mejor del panorama titiritero nacional se encuentra recogida en El Retablo, centro necesario para incentivar este tipo de espectáculos en el país.

En ese sentido, una ardua tarea le espera en breve a Rubén Darío Salazar, también desde el año pasado director del Teatro Guiñol Nacional, agrupación casi olvidada con el decursar de los años, que no la ha favorecido mucho desde hace algún tiempo. Tocará al director de Las Estaciones encaminar al Guiñol Nacional para que vuelva a situarse en la vanguardia del teatro para niños en el país.

Bien vasto resulta el imaginario de Salazar, matancero de acogida (pues nació en Santiago de Cuba), para hacerse cargo de ambos grupos. El prolífero creador podría así diversificar su labor y rescatar el teatro de títeres en la capital, para brindar una arista diferente a los espectáculos infantiles.

El Premio Nacional de Teatro 2020 premia a dos de los artífices más importantes de la escena de las tablas en el país, con una obra en conjunto que comenzó desde la década de los 80 del pasado siglo, y que llega hasta la actualidad con la misma pasión y maestría que han sostenido, principalmente, con Teatro de Las Estaciones.

Incluso en estos tiempos, cuando se han mantenido cerradas las salas a causa de la situación epidemiológica, Rubén Darío Salazar se ha empeñado en regalarnos su arte, que también es el de Zenén Calero. En especial, a los más pequeños de los hogares, quienes pudieron seguir a Pelusín del Monte a través de las redes sociales.

La ciudad de Matanzas retorna de a poco a su ritmo habitual. Ambos creadores y el colectivo de la compañía comienzan a preparar condiciones para recibir a los niños y sus familiares, pues la magia singular que trae Las Estaciones debe seguir llenando de alegrías y colores las tablas cubanas.

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