Despedida a dos voces para Alegrías de sobremesa

Alberto Luberta (derecha) y Ahmed Otero, maestro y alumno en la escritura de Alegrías de sobremesa. Foto: cortesía de Ahmed Otero.

Alberto Luberta (derecha) y Ahmed Otero, maestro y alumno en la escritura de Alegrías de sobremesa. Foto: cortesía de Ahmed Otero.

Hacía años que ya no estaban los todavía recordados Rita y Paco. Ni Melesio, Juanca, Sarría, Florito, y tantos otros personajes que hacían reír cada mediodía y cada noche a los cubanos por las ondas de Radio Progreso. Tampoco estaba ya la inconfundible voz de Eduardo Rosillo. Pero Alegrías de sobremesa había conseguido permanecer.

Nuevos personajes fueron llegando, nuevos actores y realizadores, nuevos oyentes; así hasta sumar 52 años al aire y más de 30 mil ediciones.

El programa no pudo, sin embargo, sobrevivir a la muerte de su genio, de su cerebro y corazón. Alberto Luberta Noy, que lo sostuvo con sus libretos durante medio siglo, falleció este enero y su partida dejó huérfana a la radioaudiencia.

Pocos meses después, siguiendo los pasos de su escritor, se despide Alegrías…

Este 1ro de julio se transmitirá su última emisión, grabada el pasado lunes en el estudio-teatro de Progreso. En su lugar, la emisora estrenará dos nuevos espacios: uno de facilitación social al mediodía y otro humorístico en la noche.

El vacío que deja será enorme.

El desenlace, aunque triste, era esperado. El propio Luberta llevaba varios años preocupado por el relevo. Había intentado motivar a otros guionistas, se había reunido con escritores del Centro Promotor del Humor, pero Alegrías… parecía atado a su suerte, a su incansable máquina de escribir.

Durante cuatro años estuvo “retirado”, pero la salida de Cuba de su sucesor –el joven Ahmed Otero– lo hizo regresar en 2011. Fue el único período en que no escribió el programa. Luego lo haría hasta poco más de sus 85.

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Alberto Luberta no fue el primer libretista de Alegrías de sobremesa. Tampoco estuvo entre sus fundadores. Nadie, sin embargo, cuestionaría hoy su paternidad del programa.

Llegó al programa en 1965, tiempo después de su salida al aire. Ya para entonces era un guionista radial conocido, autor de novelas, aventuras y del sketch humorístico del programa estelar Fiesta a las nueve.

En el humor había empezado “a la cañona”, obligado por las circunstancias a sustituir a Antonio Suárez Santos que se fue de Cuba en los días de Girón. Luberta era copista –contaba con mucho orgullo haber copiado El derecho de nacer, “libreto por libreto”– y ante la ausencia de Suárez Santos nadie conocía el sketch de Tota y Pepe mejor que él. Así que le tocó.

Cuatro años después, y ya “con el cartelito” de humorista encima, el director de Radio Progreso, Antonio Hernández, le propuso rediseñar Alegrías de sobremesa. “Lo escribían como cinco o seis personas y la gente casi no lo oía –me comentó en una entrevista en 2015. Entonces diseñé lo que ha sido Alegrías… durante muchos años, con su estructura y concepción, pero no para escribirlo yo, sino para alguno de los guionistas que ya tenía. Pero al final me convencieron y me quedé con el programa”.

Durante cinco décadas, Luberta se mantuvo haciendo Alegrías…. contra viento y marea. No solo el sketch central sino todo el guion, con el resto de los chistes y dramatizaciones, como la del detective Secundino Tracy. Acostumbraba escribir dos programas diarios y exprimía las situaciones cotidianas de cada día para llevarlas al papel.

La voluntad y la disciplina fueron sus armas.

“Se puede tener talento y hacer un excelente programa un día, otro día, pero para hacerlo durante tantos años hay que tener disciplina –me dijo. Hay que ser organizado y constante. Preparar por la noche lo que se va a hacer al día siguiente, pensar bien antes de ponerse a escribir. Ese entrenamiento lo dan los años, no se adquiere de hoy para mañana.”

Muchas veces sufrió por sentirse “en blanco”, pasó noches sin apenas dormir, minutos interminables sin que ninguna idea convincente naciera en su cabeza. Pero nunca optó por el facilismo. Halló siempre la forma de regalarle al público algo más que una mera sonrisa, aunque no lo complaciera del todo.

“No se trata de escribir por escribir, de hacer reír con chistes fáciles o situaciones burdas –me aseguró en aquella entrevista. El humor tiene ante todo que crear valores y a la vez ser gracioso, gustarle a la gente. Es una combinación que exige mucho y para la que hay que prepararse muy bien. Hay que leer, hay que observar lo que pasa en la calle, saber encontrar las situaciones y frases que encajan con tus personajes, adaptarlas a ellos para después llevarlas a los libretos. Hay que trabajar.”

Alberto Luberta (a la derecha), junto a su esposa Caridad Martínez y al multifacético realizador Iván Pérez, ambos compañeros suyos por muchos años en Radio Progreso. Foto cortesía de Manuel Alejandro Rodríguez Yong.
Alberto Luberta (derecha), junto a su esposa Caridad Martínez y al multifacético realizador Iván Pérez, ambos compañeros suyos por muchos años en Radio Progreso. Foto cortesía de Manuel Alejandro Rodríguez Yong.

Para Luberta el personaje era lo fundamental: “el guionista es como un escultor, tiene que diseñar una persona, hacer su historia, pensar cuándo nació, cuál es su apariencia, su ocupación, sus aspiraciones, sus problemas… Si el escritor es fiel a esa persona, a cómo la concibió, entonces las historias aparecen, se pueden idear muchísimas situaciones como lo he podido hacer yo con Alegrías… Llega el momento en que ese personaje anda siempre contigo, se te cuela en la casa y se hace parte de tu familia.”

Su esposa, la también creadora radial Caridad Martínez, sus hijos Aldo y Alberto, sus otras cuatro hijas y el resto de sus familiares bien lo sabían. Ellos compartieron la vida de Luberta con sus entrañables personajes, con nombres que seguirán en la memoria de Cuba por mucho tiempo aun cuando Alegrías… deje de existir: Rita Pranganilla y su esposo Paco, Estelvina Zuasnábar y Zubizarreta, Sandalio “el Volao”, Teté “Tribuna de La Habana”, Sócrates Pi, Arbústido Pérez, Leo “La Caimana”, el Juanca y muchos otros.

También quedarán sus frases, como la jocosa “Eso pa’ ti es bobería, Sarría”, y la antológica “¡Qué gente, caballero, pero qué gente!” que cerraba cada emisión del sketch central.

Luberta, el muchacho de solo quince años y menos de cien libras de peso que entró a trabajar como copista en la CMQ de Monte y Prado hace siete décadas –el mismo 1ro de julio de 1947 en que era inaugurada Radio Reloj–, y que con el paso del tiempo fue reconocido por su trabajo con los premios nacionales de radio y humorismo, seguirá mereciendo el aplauso de los cubanos.

“La radio es inmortal, no tiene fecha de vencimiento”, me dijo hace dos años. Y tenía razón.

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Desde el 2011 Ahmed Otero no está en Cuba. Salió de la Isla rumbo a Ecuador, donde trabajó en la emisora HCJB “La Voz de los Andes” y luego pasó a los Estados Unidos. Allí es locutor y escritor de la cadena internacional CVC LA VOZ. Pero hasta hoy sigue sintiéndose parte de Radio Progreso y, muy en especial, de Alegrías de sobremesa.

Ahmed conoció la obra de Luberta desde niño. “De hecho, aprendí a escribir para la radio sin haber pasado ningún curso, leyendo los libretos de Alegrías… que Rosillo me guardaba”, cuenta a OnCuba.

El propio Luberta lo formó durante varios años y lo ayudó a introducirse en la emisora. Por eso afirma que en sus genes de escritor lleva el ADN de su maestro. El veterano libretista sentía ya la necesidad de un relevo y encontró en el joven el talento y la afinidad necesarios para continuar su trabajo.

En 2007 llegaría su “hora de la verdad”.

“La idea era que él se jubilara en el verano –narra. Sin embargo, en marzo Luberta fue jurado en el Festival Nacional de la Radio, en Santa Clara, y me pidió que asumiera el programa una semana. Aquello me tomó de sorpresa. Ese fue mi bautismo de fuego, pero tanto Rosillo como los actores me ayudaron mucho y lo hice.

“Después, en junio y julio de ese mismo año, se realizó una gira nacional de Alegrías… en homenaje a Luberta y también hice los libretos. Recuerdo que los escribía in situ, en la provincia donde tocara amanecer. Fue un desafío muy enriquecedor: actuábamos en los teatros y era maravillosa la acogida del público. Y ya en septiembre empecé solo como habíamos acordado y estuve escribiendo el programa diariamente hasta que me marché del país, en el verano de 2011”.

Ahmed Otero junto a parte del colectivo de Alegrías de sobremesa. Foto: cortesía de Ahmed Otero.
Ahmed Otero junto a parte del colectivo de Alegrías de sobremesa. Foto: cortesía de Ahmed Otero.

Actor, locutor y guionista, Ahmed disfrutó en todo ese tiempo “desde la concepción de cada idea hasta su final salida al aire”. Él le aportó su sello personal a Alegrías… pero respetando siempre el estilo y la obra de su predecesor. Llegó incluso a hacer una versión televisiva para el programa sabatino La descarga, en el que él mismo interpretaba al negrito del teatro vernáculo cubano.

Sin embargo, aun cuando lo sustituyó cuatro años, no tiene dudas de que Alegrías… era Luberta. “Él fue el factor principal para que el programa durara tanto. Su fuerza de voluntad y su celo eran fundamentales. Él fue celoso incluso a la hora de escoger qué actores incorporaba al elenco. Todos los días no se hace un buen guion; él mismo lo reconocía, y uno puede quedar a veces insatisfecho porque es mucha la presión de la entrega. Entonces, el talento innegable de Luberta era complementado por la profesionalidad del equipo que él mismo escogía.”

Ahmed recuerda a muchos de quienes integraron aquel elenco de lujo: Marta Jiménez Oropesa, Idalberto Delgado, Marta Velasco, Darío Proenza, Reynaldo Miravalles, Juan Carlos Romero, Maggy Castro, Antonio “Ñico” Hernández, Ramoncito Hernández, Julito Martínez, Manuel Marín, María Leisa Olivera y Humberto García Espinosa. Y también a otros que estuvieron hasta el final como Aurora Basnuevo, Diana Rosa Suárez, Mario Limonta, Juan Julio Alfonso, Hilario Peña, Rita Bedías, y Jorge Luis Herrera “Herrerita”.

Todos ellos contribuyeron a darle vida a las creaciones de Luberta, a engrandecer un programa capaz de reflejar con gracia e inteligencia la cotidianidad del cubano y también de difundir lo más representativo de nuestra música popular, con la presencia de orquestas como la legendaria Aragón. “Para mí era algo mágico”, asegura.

Aun así, Ahmed piensa que Alegrías… ya debe descansar. “Cumplió, y con creces, el objetivo para el que fue creado. Luberta solo esperaba que durara 25 años y, mira qué curioso, duró 52 (25 al revés). Además, hay espacios que deben recesar cuando su creador, su alma, deja de existir. El legado queda y ahora tocará a otros realizadores llevar adelante nuevos proyectos e intentar estar a la altura de los que lo antecedieron”.

Alegrías de sobremesa en la calle.
El programa en sus últimos años. Foto: cortesía de Ahmed Otero.

A Ahmed Otero le hubiese encantado estar en la última grabación del programa. Hasta escribió un guion y unas décimas como homenaje a su maestro. No pudo estar, pero en su perfil de Facebook dejó escrito estos versos que tomo prestados como cierre:

Un edificio impalpable

sirvió por años cual eje

de alegres tejemanejes

y vecinos entrañables.

¡La lista es interminable!

¡Un récord Guinnes merece

por tantas y tantas veces

que nos hizo meditar,

del dolor recuperar

y carcajearnos con creces!

 

De la risa el emisario

fue el gran Alberto Luberta

que entró sin tocar la puerta

de cada casa a diario.

En el radial escenario

nos regaló su humor sano,

instructivo, cotidiano,

criollo como las palmas.

¡Por eso sedujo el alma

de nuestro pueblo cubano!

 

Ya nos vamos despidiendo

después del deber cumplir,

dichosos de percibir

los pinos que van surgiendo.

Cuba seguirá riendo

aunque esta ausencia lamente,

pues “Alegrías” presente

siempre estará en la faena.

¡Hasta siempre, gente buena!

¡Qué gente, pero qué gente!

https://www.youtube.com/watch?v=j4uUt5EHZhc

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