Estatuas caminan por Cienfuegos

No se mueve, no parece respirar. Dos hombres pasan a su lado y lo observan, atónitos, y hacen apuestas sobre si es o no una persona. “Es una estatua”. “Que no, mírale los ojos”. Y llaman a un tercero que se ha detenido, para que sirva de juez. Al final, los tres deciden echar una moneda en el recipiente que hay delante del sujeto en cuestión. Él hace un gesto de agradecimiento con la mano. Solo así se convencen de que aquella es una estatua viviente.

Se las puede ver todos los días, excepto lunes y martes, en el centro histórico de la ciudad de Cienfuegos. Comienzan temprano en la mañana en el Boulevard, el Parque Martí, el Prado o el Corredor Santa Isabel… y terminan avanzada la tarde, junto a la estatua de Benny Moré que hay en el Prado.

Las esculturas vivas de esa provincia sureña son jóvenes que conforman la compañía teatral “El carro de Thespis”. Son nueve. Yuleismys, Yanelky, Leslie, Jorge Daniel, Héctor Luis, Eduardo, Orelvy, Alayn y Yunier. Todos cienfuegueros y graduados de diversas profesiones que actualmente la mayoría ejerce: instructor de arte, médico, locutor, músico, profesor de Ciencias Exactas. De viernes a domingo salen todos a actuar a las calles, el resto de los días alternan para cumplir en sus centros de trabajo.

Cada uno interpreta dos personajes, hacen de bucanero, pirata, colonos, pescador, mago, fotógrafo, aguadora, campesina, campesino, montero, tabaquero, el fundador Don Luis de Clouet, Fray Martolomé de las Casas, Luisa Martínez Casado –la actriz cienfueguera, en su personaje de Juana la loca-, Paulina Álvarez –la emperatriz del danzonete-, Arquímides Pous –el actor que inmortalizó al negrito del teatro vernáculo-, y a Benny Moré. Además han actuado como cuatro esculturas catalanas que existen en la ciudad.

El director de la compañía, Liván Rodríguez Hernández, aclara que además de los nueve actores y él, existen dos diseñadores: Lester y Lisvani.

Las estatuas vivientes caminan por Cienfuegos
Las estatuas vivientes caminan por Cienfuegos

Liván fundó el grupo hace nueve años como teatro de calle con fuegos, zancos, performance, danza aérea. “El proyecto de las esculturas vivientes existe desde diciembre del año pasado –asegura- para rescatar personalidades y figuras típicas cienfuegueras. La Oficina del Conservador de la Ciudad nos apoya y nos ha ayudado mucho en las investigaciones para los personajes”.

Hoy cada uno tiene un montón de anécdotas que contar, pero en común, lo que más los sorprendió fue una vez que estaban en Trinidad y pasado el mediodía comenzó a llover mucho. Ellos entraron a la Casa de Cultura -no para protegerse, porque el maquillaje es graso y la ropa está impermeabilizada- sino para que los niños se fueran a resguardar a sus casas; pero no sucedió así, los pequeños se mojaban con tal de verlos, y les gritaban a sus padres que también salieran a conocer a las estatuas.

Al inicio estas esculturas vivientes recurrían a pigmentos naturales para maquillarse. Ahora van de blanco, negro, arena o azul, o los mezclan para lograr texturas de bronce o a grafito, pero actualmente cuentan con productos profesionales que permiten la transpiración de la piel y no causan alergias.

Se concentran tanto que pueden soportar el sol, las palabras amables y las de desagravio, las hormigas que caen, el sudor… Olvidan sus emociones. Deben permitir que los toquen, los besen, los provoquen. Se mantienen inmóviles, y solo con la mirada pueden transmitir, a veces, algún reclamo.

Ponen sus rostros y nombres junto a las ropas del diario. Por unas horas no tendrán más rostro o nombre que el del personaje que interpretan.

Salen a actuar. Ahora son estatuas vivientes.

Liván Rodríguez, el director de la compañía, junto a las nueve esculturas vivientes.
Liván Rodríguez, el director de la compañía, junto a las nueve esculturas vivientes.

 

 

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