Tras siglos perdido, en EEUU rescatan un diccionario de voces frecuentes en Cuba

Fue escrito originalmente por cinco notables intelectuales de la época: Francisco Ruiz, José del Castillo, José Estévez y Cantal, Domingo del Monte y el ingeniero Joaquín Santos Suárez; pero, según Armando Chávez, la obra tuvo en su contra el recelo “de férreos defensores del orden colonial español”.

Mapa de Cuba compuesto por los estudios de Alejandro de Humboldt. Imagen de bdh.bne.es

Inédito durante 190 años, el Diccionario de Provincialismos de la Isla de Cuba, con cerca de un millar de voces, ha visto la luz de la imprenta gracias al investigador cubano, Armando Chávez, que descubrió el manuscrito en un lugar de Estados Unidos que mantiene en secreto.

“La concepción del manuscrito y su azaroso destino están en consonancia con las circunstancias políticas de Cuba y España en la primera mitad del siglo XIX”, dice en una entrevista a EFE Chávez, quien estuvo editándolo durante la pandemia.

Director del programa de español de la Universidad Houston- Victoria, en Texas, el investigador halló el manuscrito en un lugar de Estados Unidos que no quiere revelar, para «no contar el final de la película».

Foto: facebook.com/armando.chavezrivera.5

Luego de casi dos siglos de redactado, el diccionario salió de imprenta por primera vez el jueves pasado a cargo de la editorial española Aduana Vieja, radicada en Valencia.

Fue escrito originalmente por cinco notables intelectuales de la época: el filósofo y escritor Francisco Ruiz, el erudito José del Castillo, el científico José Estévez y Cantal, el escritor y crítico Domingo del Monte y el ingeniero Joaquín Santos Suárez; pero, según Chávez, la obra tuvo en su contra el recelo “de férreos defensores del orden colonial español”.

Quedó inédito por las tensiones entre criollos liberales, como eran los autores, y estos «defensores del orden colonial», según el editor y autor de las notas al libro.

“A principios de 1830, ese grupo de criollos liberales formaban parte de la Sociedad Económica Amigos del País; ahí se estaba madurando ya el surgimiento de una literatura nacional”, indica Chávez, quien también es miembro correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

EL TIEMPO APROVECHADO DE LA PANDEMIA

Al cursar una maestría de lexicografía por la Real Academia de la Lengua Española (RAE), Chávez quedó fascinado con las herramientas de investigación que obtuvo y se enteró de la existencia de este manuscrito en Estados Unidos.

Durante cinco meses, y en plena pandemia de COVID-19, trabajó en este proyecto, “muy concentrado”, dice. El libro consta de 150 páginas de voces que son en sí el diccionario, tres fotos y otras 150 páginas escritas por el investigador que ocupan el prólogo y un estudio introductorio.

De haberse llevado a imprenta en su época, el diccionario se hubiera convertido en el primer repertorio publicado sobre voces de uso común en la Isla, mérito que, en cambio, recayó en el Diccionario Provincial de Voces Cubanas (1836), de Esteban Pichardo, que ha sido descrito como la obra inicial de la lexicografía regional de Hispanoamérica.

Pese a mantenerse inéditos, los pliegos rindieron temprano provecho al ser examinados en 1845 en Francia por el filólogo valenciano Vicente Salvá (1786-1849), el gramático español más importante del siglo XIX, indica Chávez.

DOMINGO DEL MONTE, EL PROMOTOR CULTURAL QUE SALVÓ EL DICCIONARIO

Uno de los autores del manuscrito, el conocido promotor cultural Domingo del Monte, de origen venezolano y famoso por sus tertulias culturales en Cuba, salió de la isla en calidad de exiliado.

En Francia conoció a Salvá, que preparaba una versión mejorada del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua (RAE).

“Le permitió que consultara el manuscrito, de ahí que algunas palabras y fragmentos fueron incluidas en una versión muy mejorada en 1846 del Diccionario de la RAE (el original fue en 1843)”, explica Chávez.

El investigador cubano Armando Chávez-Rivera, editó el Diccionario de Provincialismos de la Isla de Cuba, que salió de imprenta por primera vez el jueves pasado a cargo de la editorial española Aduana Vieja. Foto: Kevin Jordan/Universidad Houston-Victoria /Efe.

De acuerdo con el investigador, el territorio iberoamericano mejor representado en esa edición es Cuba, con alrededor de 400 vocablos, palabras, frases, locuciones.

“Salvá no pudo incluir palabras de todos los países porque no tenía información, pero Cuba está muy bien representada pese a las limitaciones de la época, porque se comunicaba personalmente con Domingo del Monte, y además había recibido antes el diccionario de voces cubanas de Esteban Pichardo”, detalla.

Al manuscrito ahora publicado se le pierde la pista una vez que Salvá dice que ha consultado el documento en 1846.

El original, dañado de cierta manera por el estallido de la guerra de independencia cubana (1895), regresó a la isla y de ahí alguien debe haberlo enviado a Estados Unidos, aunque no hay constancia de esto, dice el académico.

“Muchas de las palabras son típicas del Caribe, de países como Puerto Rico, República Dominicana, y de regiones del Caribe continental como Yucatán y Campeche (México). Algunas, como gofio y frangollo, se filtran mediante el comercio y son originalmente de Canarias”, añade.

Este Diccionario de Provincialismos de la Isla de Cuba, con prólogo del lingüista venezolano Francisco Javier Pérez, contiene muy pocas voces de origen africano.

En aquella época, de acuerdo con el investigador, “no había un proyecto de amor a la lengua. Estas obras tenían una vocación práctica, para facilitar la vida cotidiana de la ciudad”, dice.

“Es un documento que trata de demostrar los recursos que tiene el país sobre economía agraria, azucarera, ganadera y forestal», comenta Chávez.

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“En Cuba se siguen pronunciando mal algunas ‘voces corrompidas’, esto es increíble que pase”, describe Chávez y pone como ejemplo ‘humacera’, por humareda, ‘estilla’, por astilla, y ‘cocote’ por cogote.

“Los diccionarios son obras altamente técnicas y especializadas, pero hechas para que sean comprendidas por el público general. Este tiene dos niveles, uno para lingüistas e historiadores y otro para el público en general, lo que se llama un usuario”, adelantó el editor.

Efe/Jorge Ignacio Pérez

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