Zaida del Río asusta con su belleza

El taller donde trabaja Zaida del Río está ubicado en los altos del bar-restaurant La Mina, en el Centro Histórico de La Habana. Es un espacio mediano, con ventanas coloniales que dan hacia el antiguo Palacio Municipal, actual Museo de la Ciudad. En las paredes están colgados algunos cuadros. Otros aún frescos reposan en los caballetes. Una foto de Buda y varios suvenires de la India traídos de los antiguos reinados de Jaipur, Ashmer y Phuskar, un estandarte de la Virgen de la Caridad del Cobre y varias fotografías familiares conviven entre los dibujos y cerámicas de su autoría.

La autora de las coloridas mujeres-pájaros, de los ángeles, de las féminas embelesadas o afligidas irrumpió en el panorama nacional con singularidad artística y personalidad. Ha estado dispuesta a crear, por sobre todo tipo de carencias, motivada por las sorpresas de la vida, más fiel al presente que al pasado y en constante comunión con la naturaleza.

El escritor cubano Leonardo Padura expresó en una ocasión que usted ha tejido una carrera en la que “premios, elogios, éxitos y bonanza económica no han cambiado un ápice su esencial espíritu de guajira cubana”. ¿Cuánto valora la sencillez, la humildad y las raíces?

Más que a mis raíces, siempre trato de ir a mi ser interno a través de la meditación. Durante una o dos horas al día me detengo a contactar con mi esencia interna. Me pregunto quién soy, cuál es mi propósito de vida… También me gusta mucho la naturaleza y eso es importante para mantener un espíritu libre y esencialmente enfocado en los potenciales intrínsecos. Este ejercicio hace que me valore como el  mismo ser que fui cuando por primera vez vi un río o sentí que tenía deseos de crear. Es algo simple y profundo que me ha venido con los años de trabajo, de concentración, de vivencias en distintos lugares con muchas personas.


¿Cómo recuerda su natal Guadalupe, entre los pueblos villaclareños de Remedios, Zulueta y Camajuaní?

La finca era un lugar muy especial. Cuando hablo de ella parece hasta irreal. ¡Tenía tanta vegetación y animales exóticos! Allí tuve una infancia y juventud muy felices. Ya no se parece mucho al lugar que era antes porque los montes se han comido los caminos, pero regreso a cada rato y me divierto cantidad.

¿Por qué comía flores?

Comía y como. Cuando era niña decía que si comía flores me ponía linda por dentro, como si la flor entrara en mí, y eso haría que fuera mejor persona. Realmente uno se pone linda porque la naturaleza es saludable y la salud, es belleza. En la Escuela de Arte de Cubanacán (actual ISA) yo comía pan con hierba cuando no me gustaba la comida. Por dentro debo estar muy linda, y eso es lo que transmito con mi arte.


Usted ha dicho sobre La Habana que en ella hay “bastante poco de sano, bastante de doble cara, de apariencias”. ¿Por qué?

Yo siempre digo cosas diferentes. Estoy siempre en constante cambio con todo lo que me rodea. Tal vez expresé eso por alguna situación que tenía en aquel momento, pero no tengo nada en contra de la ciudad. La Habana es el lugar que me ha acogido, donde tengo lindas amistades, donde me siento bien, hay bellos parques, un gran malecón, playas…

En su opinión, ¿qué factores influyeron para que en sus inicios como artista no se le reconociera en Cuba?

Muchos. Primero, ser pobre. Yo no tenía dinero para pagarle a alguien que me ayudara mientras yo creaba y tuve pocas oportunidades de viajar a otros países para ampliar mis conocimientos, mi visión de la vida y de otras culturas. Segundo, tener a mi familia lejos y la ausencia de un esposo que me apoyara. Tercero, ser mujer, no porque no tuviéramos los mismos derechos que los hombres, sino porque tuve que criar sola a mi hijo en condiciones adversas mientras hacía mi obra, a la vez que ayudaba a mis padres en el campo. Y cuarto, la llegada a Cuba en los años 80s de nuevas tendencias del arte como las instalaciones y los performances, rompió con lo que los artistas de mi generación veníamos haciendo y yo no podía acceder a esos medios con facilidad.

Sin embargo, en la actualidad usted es una de las pintoras cubanas más reconocidas en el universo artístico…

Ya ha pasado mucho tiempo. Pero todavía hay mucha gente que no me reconoce porque yo soy tan bella que asusto (risas). La mayoría de los seres humanos quieren matar la belleza ajena. Por eso mataron a Lorca. La belleza trae consigo que la gente piense que todo cae del cielo. Aflorar belleza física y espiritual en cualquier momento y lugar será siempre mi propósito.


¿Cuál es su fuerte en la pintura?

Yo creo que ahora soy fuerte en todo.


¿Qué temáticas prefiere abordar?

Todas. El próximo año expondré, por ejemplo, unas marinas casi abstractas. Trataré de mostrarlas en las galerías del Fondo Cubano de Bienes Culturales. Y luego las exhibiré en el extranjero.

¿Cómo define su estilo?

Variado (risas). Los estilos no existen, estamos en un mundo postmoderno y yo he luchado mucho por mi libertad individual.

¿Qué es lo que más le gusta de Cuba?

Los hombres… y los gays, porque son más simpáticos que los del resto del mundo (risas). De esta Isla me gusta todo: los paisajes, la música, las grandes personalidades, su gente. Siempre he estado dispuesta a disfrutar mi país aunque tenga que pasar por los peores momentos. A veces he pospuesto viajes al extranjero porque me divierto más en mi tierra que en cualquier otra.

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