A semifinales por carambolas

Cuando la claridad de San Juan entre por algún resquicio del Double Tree By Hilton y despierte al primero de los vegueros, no habrá sobresalto, esa brusca sensación de saltar de la cama, de romper el sueño para insertarse en la pesadilla real que se ha vuelto la Serie del Caribe para los cubanos, no sucederá.

La lid, quizás, para compensar todo el altruismo histórico de la Isla para con el mundo, toda su obra ecuménica a mano tendida, ha hecho los mismo con nosotros. Ha sido benévola. Visto su saldo negativo de un solitario éxito con tres fracasos, le ha entregado, sin más, un boleto a las semifinales del sábado. La verdad, si no fuese así, Cuba estaría recogiendo las maletas para devolverse a casa.

Ahora Pinar del Río ya tiene su cupón asegurado, se ha subido al tren gracias a la remontada de los Gigantes del Cibao que sometieron ayer en la noche a los Tomateros de Culiacán. Ese juego, dejo sin ningunas posibilidades de luchar por la clasificación a los locales Cangrejeros de Santurce que no han ganado aún, por lo que Cuba, con su éxito de hace dos días obtiene su pase a la próxima etapa.

Vegueros pasa en el último puesto y se enfrentara al líder de la clasificación que se presagia que sean sus anteriores contendientes de la fase clasificatoria: Caribes de Anzoategui de Venezuela.

Un plantel al que no le costó mucho trabajo desbancar a los nuestros. Su mordaz ofensiva encontró debilitado el box antillano y no dio espacio al margen, a las dudas, y desde bien temprano se alejó en la pizarra y tomó ventaja. El pitcheo morocho, exquisito por cierto, tampoco regaló nada, solo un par de cuadrangulares –los primeros que da Cuba- de Alexander Malleta y Luis A. Valdés. Al final el choque terminó 6 anotaciones por 2 y mandó a Cuba nuevamente a la cuerda floja, hasta que en la noche los quisqueyanos tocaran a la puerta para decirles: “vamos, ustedes son mis hermanos, se van conmigo a las semis”.

Pero ojo, ahora Cuba está en la comida, estaba moribunda y la han dejado con vida. Con esto no quiero crear falsas expectativa, solo estoy haciendo la advertencia de que un juego de béisbol lo gana cualquiera, incluso dos. Aunque Pinar del Río se ha visto sin opciones ante sus rivales, bien por debajo, con una diferencia notable a la hora de salir a la grama, ahora entran en el trance donde siempre se han sentido más cómodo aunque pareciera absurdo: la muerte súbita.

La presión por ganar se ha vuelto un jugador más, la han tenido junto a ellos en el dugout. Ya es hora, pues, que esa tensa relación que sostienen desaparezca. La rotación de pitcheo entra exacta, sus principales ases están listos para lanzar, verán por segunda vez a los contrincantes, lo mismo que el lineup. Hay de todo, la última palabra no está escrita. Y vuelvo a advertir: eso no puede significar una embriaguez triunfal.

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