A un minuto de la gloria (o ganarse el derecho a soñar)

Si no fuera por los historiadores, los archivos o los periódicos de la época, Cuba no tendría cómo recordar que estuvo alguna vez en un Mundial de Fútbol. Lo que ha sido este deporte en la Isla desde entonces no permite adivinar que el 12 de junio de 1938, frente a la selección de Suecia, el sueño mundialista de los cubanos se quedó en cuartos de final.

Después ni hemos soñado. Nos tocó perder con cada islita del Caribe, para confirmar la suposición de que aquí no nacen buenos futbolistas. Apostamos por el béisbol, el voly, el boxeo o las individualidades de una que otra disciplina y le dejamos la suerte del balompié a los potreros, o a la versión urbana de las vallitas.

Y una se molesta con Reinier González porque le pone demasiado sentimiento a la narración del partido, y se dice que no es para tanto, nunca lo ha sido. Pero se acabaron antier los 90 minutos reglamentarios y México no había podido marcar. Luego llegó el muchachito Santa Cruz en el 98 con un tirazo desde fuera del área, a lo CR7, y por primera vez en demasiado tiempo el fútbol cubano fue fútbol, y no guerrilla de piernas desordenadas en estampida. Luego Sandy le paró un penal al mejor de los tricolores y un país entero volvió a soñar. Y entonces Reinier no era un exagerado, sino el mejor de los alientos posibles.

Parecía que los mexicanos tendrían que llorar, como lloraron sin consuelo en el Mundial de Brasil, cuando Arjen Robben les pintó una mueca en la cara y los mandó de regreso al DF, sin disfrutar de la fiesta. Pero el principal pitó una falta y en el 120 cayó el gol del empate, como un jarro de agua fría en mitad de la madrugada. Se fueron a morir o matar a los penales y le tocó al jovencito Collado ser menos. Nos fuimos a dormir con el pesar de haber estado a un minuto de la gloria, pero, acaso, como dice un forista en Cubadebate, esta casi- victoria, esta demostración de buen balompié y coraje, vale tanto como las medallas de oro, plata y bronce juntas.

Dice un colega que ha visto cómo las generaciones de futbolistas en Cuba se desangran sobre las escasas gramas y se diluyen en un campeonato sin futuro, que dentro de cinco años este equipo, si corriera igual suerte que sus mayores, no podría encarar a México, ni a ninguna islita del Caribe. Y yo le digo que seríamos demasiado ingratos, porque, en buena lid, estos muchachos se han ganado el derecho a soñar.

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