Alemania-Brasil: siete puñaladas

Alemania-Brasil en el Mundial de Fútbol 2014

“Para qué repetir que esta versión de Brasil es todo músculo y cero gambeta, si todos saben que ni de adentro del Amazonas se iba a sacar a un delantero medianamente eficaz”.

El golpe fue tan duro que no dan ganas ni de llorar. En estos casos, cuando con el estruendo se remueven hasta las penas, es mejor ni empeñarse en soltar una lágrima. Porque esa lágrima escenificaría un gesto compungido, una consternación que no llegó a existir. Todo fue tan frío, tan lacerante, que el sentido del ramalazo se dispersa en el aire y las siete puñaladas teutonas entran con anestesia al cuerpo.

Definitivamente, para lo que resta, uno va quedando en piedra, un pedazo de canto que guarda cada mella atávica de los traspiés postreros. La sensación es extraña, porque hasta a los fracasos continuos uno se acostumbra. No estoy hundido ni deprimido aunque mi rostro diga lo contrario y mi postura sea un añico, una astilla de lo que soy. Ahora lo mejor, sin exagerar, es callar. Ir despacio acariciando el silencio que han dejado blandeándose once alemanes vestidos de negro a rayas rojas.

Le dije a la abuela que no estoy para nadie, que si alguien me llama por teléfono, incluida mi mamá (ojalá hoy no pase nada), le diga que no sabe de mí. No es que esté abatido e inconsolable, ni que quiera enclaustrarme para maldecir a la canarinha, no es eso, es que simplemente no estoy para la mojigatería y las pamplinas de la gente. Por eso el celular está en modo silencio y pasé por el barrio con extrema cautela sin dejarme ver.

No estoy para caer en lo mismo, si todos lo vimos por la tele durante casi un mes. Para qué repetir con el manofóno en reposo o en la escalera del edificio que Brasil necesitaba que se derrumbase el Pan de Azúcar y la debacle hiciese bajar al mismísimo Cristo Redentor hasta el Mineirão en Belo Horizonte para evadir el triturador aliento teutón. Para qué repetir que sin Neymar y Thiago Silva ya se había perdido de antemano. Para qué repetir que digan lo que digan, Felipao y el scratch, no pudieron hacer más, que con sus armas lo único que les quedaba era defenderse como gatos boca arriba para llegar a discutir el tercer puesto. Para qué repetir que esta versión de Brasil es todo músculo y cero gambeta, si todos saben que ni de adentro del Amazonas se iba a sacar a un delantero medianamente eficaz y un 10, bueno, esos sí que se extinguieron hace unos años. Entonces es mejor guardar la moto en el parqueo, subir a casa y ponerme a cocinar.

Lo que si me aterra es entrar a Facebook y encontrármelo inundado de notificaciones y mensajes que me esperan como cosa buena, a esta hora ya debe estar repleto de pésames y pancartas del “Mineirãozo”, de dibujitos alrededor de los jugadores brasileños y de la celebración alemana. Para colmo en De Zurda, el programa de Maradona, que es de lo que más he disfrutado en el mundial, no por Diego, sino por Víctor Hugo y sus invitados, se han dado banquete con lo ocurrido. No tengo nada en contra de Maradona, pero es que se muestra abiertamente anti-brasileño.

Fíjense las cosas de la vida: en estos días Diego Armando se ausentó de su programa porque tenía que viajar a Dubái a firmar un contrato de no sé qué que nunca aclaró. A su regreso al set, se ha encontrado con la masacre que los alemanes han firmado a costa de los brasileños. Por eso y muchas cosas más, lo único que me daría algo de consuelo es que Argentina pierda con Holanda, aunque sea en tanda de penales.

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